Año de publicación: 2021
Valoración: Muy recomendable
Puede que usted mismo, amigo lector, se haya comprado un adosado, quizá con jardín y hasta con piscina, o al menos un piso nuevo, en una zona de desarrollo a unos kilómetros de alguna capital. Una zona de expansión de avenidas amplias y rectas, edificios de baja densidad, zonas verdes y probablemente (si es de construcción muy reciente, tal vez tenga que esperar un poco) un centro comercial. Usted mismo puede ser un pauer, y si no lo es, seguro que alguno de sus amigos sí. Son muchos miles de personas quienes han optado por esta alternativa, por alejarse del ruido de la ciudad o tal vez de los precios prohibitivos de su metro cuadrado, por acercarse a un entorno más amable y natural, seguridad para sus hijos, espacio para paseos, privacidad, mil cosas.
El neologismo pauer es de la cosecha de nuestro autor de hoy, y responde a las siglas PAU (Programa de Actuación Urbanística), mecanismo utilizado para establecer islas urbanas en la periferia de ciudades, vinculadas a ellas mediante vías de comunicación que faciliten la movilidad. Y aparte, la palabreja tiene un eco al concepto de empoderamiento que le da todo el sentido. Aquí está Jorge Dioni López para explicarnos cómo y por qué, y seguro que nuestra Beatriz tiene mucho que decir sobre el tema, que para eso es experta (no te pierdas el libro, compañera).
La proliferación de estas zonas de expansión ha sido brutal en tiempos bastante recientes, en demasiadas ocasiones relacionada con pelotazos urbanísticos conocidos por todos, y con la voracidad expansionista y recaudadora de muchos ayuntamientos. Compramos suelo barato fuera de los cascos urbanos, levantamos urbanizaciones nuevas, apetecibles sobre todo para familias jóvenes (las que puedan pagarlo), y les ofrecemos un tipo de hábitat diferente, con un formato que se parece un poco al desiderátum de las clases altas. Entre tanto, el municipio gana población (lo cual tiene también ventajas económicas), ingresa buenos dineros en licencias e impuestos, y hasta adquiere etiquetas verdes que siempre venden bien.
Todo esto está muy bien, pero nuestro autor mira un poco más allá: el planeamiento urbanístico no es neutral, y el modelo responde a unos patrones, que tal vez en algunas ocasiones son buscados deliberadamente, y en otras se asumen sin detenerse a analizarlos. El diseño, dice Jorge Dioni, genera ideología, induce con sus características a un modelo de vida concreto, y sus consecuencias no son inocuas. El abandono de la ciudad concentrada y su sustitución por la isla urbana implica homogeneidad y segregación: ahí se instalan sobre todo familias jóvenes de un cierto poder adquisitivo, una clase media diríamos relativamente acomodada, que empieza a formar un segmento que, por el nivel de recursos, excluye a otros colectivos más desfavorecidos. Las cosas funcionan en la isla cuando hay alguna uniformidad en el estilo de vida y el grado de bienestar, lo que genera en sus habitantes sensación de seguridad, uno de los valores más apreciados.
El formato implica más cosas. Normalmente se comienza por urbanizar y construir, y los servicios públicos tardan en llegar. Así, resulta obligado (y es coherente con el modelo) moverse hacia el sector privado, el colegio concertado, el seguro médico, la cuidadora para los niños. Y naturalmente, el coche. La movilidad es otro de los elementos clave, hace falta un coche, seguramente dos, para desplazarse a trabajar o a comprar (el capítulo dedicado al cochismo es quizá uno de los más brillantes), con la obvia consecuencia de miles de vehículos circulando y contaminando, y grandes franjas de asfalto que también actúan como límites físicos. A fin de cuentas, la casa es solo el lugar a donde uno se retira a descansar (la República independiente… ya saben), mejor si es con parcelita verde y no digamos con piscina. Resultado: triunfo de lo individual, espíritu de frontera, abandono de todo lo colectivo, el barrio o el comercio de proximidad. Un modelo muy americano que no obstante triunfa también en España y que, como bien ilustra el libro, tiene incluso consecuencias políticas, véase la fuerte tendencia hacia las derechas de más reciente factura que el autor describe con detalle, y de hecho está en el origen del libro.
Aproximadamente la primera mitad del texto es de carácter descriptivo. Jorge Dioni va desgranando todas estas cuestiones que he intentado sintetizar, apoyándose en múltiples ejemplos, sobre todo de Madrid, donde el formato ha tenido más éxito, pero también en otras ciudades, como Sevilla o Zaragoza. Lo hace el autor con un estilo dinámico, sin aburrir con exceso de datos, cargado de ironía pero riguroso en los planteamientos. Una lectura ágil para quedarnos con la información necesaria.
Pero el libro no se queda en el anecdotario o en reflexiones más o menos llamativas. La segunda parte adquiere un tono más intelectual, exponiendo cómo la huida de la ciudad ha pasado por distintas fases a lo largo de los siglos, por muy diferentes motivos. Son páginas muy interesantes y de un notable calado, que a veces recuerdan a autores canónicos sobre el tema, como Lewis Mumford. Si a alguien tuvo en algún momento la tentación de acusar al libro de falta de empaque, aquí encontrará motivos para rectificar.
No vamos a ocultar que el tema puede resultar algo espinoso. Mucha gente ha optado en las últimas décadas por una alternativa como la que se examina en el libro. Cada uno tiene sus motivaciones, y está claro que son perfectamente respetables. Pero también parece muy oportuno pararnos a reflexionar un poco sobre ello, por qué se elige esa opción y qué consecuencias tiene a todos los niveles.
ooOoo
Como complemento a la reseña, el autor ha tenido la amabilidad de contestar a unas preguntas con las que he pretendido ilustrar algo más algunas de las cuestiones que plantea el libro. Y gracias también a nuestro colega Koldo, que ha facilitado la conexión.
UnLibroAlDía: En primer lugar, felicitarte porque el libro me ha parecido muy interesante, bien argumentado, y aporta puntos de vista alejados de lugares comunes. He subrayado bastante cosas, pero permíteme que empiece con una frivolidad: ¿alguno de tus amigos o conocidos que han comprado casa en el tipo de viviendas que describes se ha enfadado sintiéndose aludido? Porque por ahí hay reflexiones sobre la búsqueda de aislamiento como signo de distinción social, el deseo de integrarse en un segmento social homogéneo… Vamos, que hay quien lo ha podido interpretar mal.
Jorge Dioni López: Si se ha enfadado, no me lo ha dicho. Ha venido gente a presentaciones o firmas de libros diciendo que también son Pauers y hemos hablado de nuestros problemas comunes. También algún conocido me ha confesado que vivía o pensaba vivir en uno de estos nuevos barrios y que el libro le había hecho pensar que no sólo estaba su decisión, así que se sentía menos “culpable”. Por último, los vecinos que saben que he escrito el libro o me han visto en alguna entrevista me han felicitado.
ULAD: Creo que la idea de escribir el libro nació de un artículo tuyo sobre los comportamientos electorales en función del hábitat, con la formación en estas zonas periurbanas de cinturones naranja (Ciudadanos), posteriormente reemplazados por una fuerte presencia de la ultraderecha. Esto fue la chispa para empezar a reflexionar e investigar sobre el tema.
JDL: Sí, esa fue la chispa. En mi barrio, Ciudadanos tenía hasta un tercio del voto y sucedía lo mismo en otras zonas parecidas. Pregunté a una conocida arquitecta y me indicó algunas lecturas sobre dispersión urbana, un fenómeno que aquí está comenzando; pero que, en América, tiene una larga tradición. Tras el “suicidio” de Ciudadanos, he visto que las zonas más cercanas de las ciudades se iban a PP y las unifamiliares, a la ultraderecha.
ULAD: Al hilo de este asunto, ¿se podría decir que la izquierda, que también ha contribuido a fomentar este modelo, se ha podido pillar los dedos generando sin querer nuevos nichos de tendencias liberales o conservadoras?
JDL: En general, creo que el foco ha estado en otras cuestiones, como el tamaño de los proyectos o la corrupción. Oponerse a los desarrollos tenía un coste político, como sucedió en Seseña (Toledo), con Manuel Fuentes. Existe la idea de que quien planeta problemas es un enemigo de la inversión y dificulta el progreso, así que el boom fue algo bastante generalizado. Sólo quedó fuera el País Vasco. El tipo concreto de desarrollo urbanístico (reticular, urbanizaciones o chalets) se consideraba algo más bien técnico, como la economía. El desarrollo de calles rectas y rotondas es un modelo generalizado que se puede encontrar por toda España.
ULAD: Desde el punto de vista del medio ambiente, en el libro subrayas algunas consecuencias del modelo de movilidad (coche privado) que implica el urbanismo disperso: consumo de combustible, más contaminación, grandes vías de comunicación… Si los compradores de estas urbanizaciones buscan un acercamiento a la naturaleza ¿no se están poniendo frente a frente una aspiración individual con el objetivo colectivo de mejora de las condiciones ambientales?
JDL: Esa oposición entre el deseo individual y los valores colectivos la tenemos en un montón de campos, pero no me parece que ese sea el foco. Como digo en el libro, el comportamiento individual no me interesa, sino lo que hay al inicio de esas decisiones: contexto económico, político o social. Si esa gente vive ahí es que hay un modelo que lo promueve y creo que eso es lo interesante. Las administraciones son las que tienen que velar por esos valores colectivos.
ULAD: Hace unos años, en la administración norteamericana de Clinton y Gore, se sembró la idea de que lo más progresista era ocupar menos suelo, y por tanto cambiar el modelo de las edge cities hacia un reagrupamiento en la ciudad a base de edificios de mayor densidad. A juzgar por lo que indicas en el libro ¿se puede dar por derrotado aquel modelo? ¿Ha triunfado definitivamente la ciudad dispersa sobre la concentrada, o es solo una moda pasajera?
JDL: No soy capaz de hacer predicciones a medio plazo. Creo que la suburbanización es parte de un repliegue más generalizado que se ve en la política. Hay más nostalgia que progreso. Ahora mismo, el sector inmobiliario es uno de los grandes objetivos de la economía financiarizada y eso crea una enorme presión sobre el precio de la vivienda en las grandes ciudades. Hoy aparece una información en El País sobre la expulsión de la gente con menos poder adquisitivo. Creo que veremos también la suburbanización de la pobreza porque este modelo siempre tiene varias caras y precisa de una táctica de tierra quemada para ir ocupando más espacio a pesar de que no crezca la población.
ULAD: Al perderse, o al menos diluirse, el sentido de barrio, de pertenencia a un colectivo, se están cambiando elementos esenciales de la convivencia, el comercio de proximidad se sustituye por el centro comercial estandarizado y, como señalas en el libro, de forma poco visible se van imponiendo las soluciones privadas sobre lo público. Pero no tengo tan claro que sea el urbanismo el que cree ideología, quizá puede ser más bien un flujo circular donde las dos fuerzas se empujan sucesivamente.
JDL: Por supuesto y en ese flujo participan más elementos, como los medios de comunicación o el uso de las redes sociales, que han pasado de ser instrumentos de movimientos sociales a herramientas de marca personal. Todo tiene un contexto. La cuestión de que el urbanismo crea ideología no es original. Todos los libros sobre utopías buscan crear una nueva sociedad a través de la construcción de una nueva ciudad.
ULAD: Si pensamos en el fenómeno de la gentrificación y en los precios escandalosos en las zonas privilegiadas de las ciudades ¿cuál es el futuro que espera a los centros históricos? ¿Parques temáticos para turistas con zonas exclusivas de negocios, y sectores para ricos? Es decir, ¿una dualidad cada vez más brutal entre clases sociales, una vez que la clase media ha huido al extrarradio?
JDL: Me cuesta hacer predicciones porque las cosas cambian. Existe una disneyficación de los centros históricos, explicada en libros como Si Venecia muere o First we take Manhattan. Hay una combinación de subida de precios, financiarización, turismo o, en algunas ciudades medianas, la influencia de los centros comerciales. Es algo puede revertirse, ya que la economía tiene movimientos pendulares. Sin embargo, veo más complicado que se revierta la desigualdad, ya que se basa en otras cuestiones, como los servicios privados y los impuestos reducidos, que tienen una aceptación más amplia.
ULAD: Y dejo para el final la pregunta clave. Ya sé que no nos cabe razonablemente en esta pequeña entrevista, pero ¿cuál debería en tu opinión ser el modelo hacia el que deberíamos avanzar?
JDL: Ni idea 😊. No soy urbanista, así que no puedo hablar. Sólo tengo claras dos cosas. La primera es la importancia de la escala humana y la segunda es la necesidad de que las administraciones intervengan, aunque sea un poco, para conseguir que la vivienda sea un derecho.
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