Título original: Le piano oriental
Año de publicación: 2015
Traducción: María Otero Porta
Valoración: entre recomendable y está bien
Lo primero de todo: ¿qué es eso del "piano oriental"? Pues un piano que incorpora un mecanismo interno para convertir el intervalo de un semitono que hay entre tecla y techa de un piano normal en tan sólo un cuarto de tono, apropiado, por tanto, para interpretar la música árabe, como no puede hacerse con un piano "occidental" (no os puedo dar más explicaciones, porque yo en solfeo estoy pez). Tal piano, por lo visto, fue inventado en los años 50 por Abdalah Chahine, bisabuelo de la autora de este cómic, la franco-libanesa Zaina Abirached, aunque en la historia ella se lo atribuye a un pianista ficticio llamado Abdalah Kamanja, cuando éste es requerido en Viena por los fabricantes de pianos de la casa Hofman, interesados en su innovación. Y para allá que va el buen hombre, acompañado de su amigo Víctor, vendedor de lencería y bon-vivant...
Intercalada con esta curiosa historia, la autora nos va contando también su propia educación en Beirut, sobre todo en lo que respecta a la lengua francesa, y cómo en 2004 se trasladó a vivir a París, viviendo desde entonces en una dualidad cultural no siempre cómoda, pero que Abirached muestra como decididamente enriquecedora. De hecho, el propio "piano oriental", además de un artilugio que existió de verdad, es una clara metáfora de esa dualidad, del mestizaje cultural y personal entre Oriente y Occidente, lo árabe y lo europeo, que, aceptándolo sin prejuicios ni fanatismos, sólo puede traer cosas positivas para todos, por más que les disguste a los rancios que en los últimos tiempos pretenden dictar su voluntad tanto en Oriente como en Occidente... Cierto es que la autora obvia los aspectos más ásperos o incluso desagradables, de la experiencia de cualquier expatriado, más allá de la inevitable morriña, la historia tiene un aire claramente naif, incluso un poco "cuqui", que tal vez eche para atrás, en un principio a algunos lectores (a otros puede encantarles). Creo que es algo premeditado por parte la autora del cómic -¿se le puede llamar "fábula gráfica"?- para reforzar la positividad del mensaje que nos quiere transmitir, pero también para contraponer el Beirut amable y pacífico que nos retrata con el que, unos pocos años después, estalló en una larga guerra civil (y que ella misma no ha rehuido, pues lo ha reflejado en otras obras, como El juego de las golondrinas).
También contribuye, y no poco, a ese aire naif, incluso onírico, el grafismo sencillo en apariencia, tal vez un poco infantil, de las ilustraciones de Zeina Abirached, encantadoras y, si se me permite el oxímoron, luminosas y hasta "multicolores", a pesar de estar trazadas en el más estricto blanco y negro. Lo que, por cierto, recuerda al de otra estupenda novela gráfica de una autora, en este caso franco-iraní: Persépolis. pero el estilo de Abirached es mucho más cuidado, tanto en la composición de cada viñeta como en el de la página entera, así como en la transición de unas escenas a otros; tiene una vocación más decorativista, además...De hecho, se percibe cierta influencia, sin duda, del art-déco junto con la estética pop sesentera.
Para acabar: ésta es una novela gráfica -o fábula, o cómic, o lo que se quiera- encantadora, entrañable y, en gran medida, optimista, pese a que no oculta aspectos espinosos de la existencia humana como el desarraigo, la guerra o, directamente, la muerte. pero lo que queda, al final de su lectura, es la sensación de que todas las cosas pueden tener un lado positivo (ya sabéis: Always look at the bright side of life) y que merece la pena buscarlo... Encontrarlo, o al menos intentar hacerlo, es la forma de ser feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja a continuación tu comentario. Los comentarios serán moderados y solo serán visibles si los aprueba un miembro del equipo.