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domingo, 21 de noviembre de 2021

Jesús Ferrero: Las veinte fugas de Básil

Idioma original: castellano

Año de publicación: 1995

Valoración: Entre recomendable y Está bien


Hace tiempo que le tenía perdida la pista a Jesús Ferrero. Allá por los años 80 del siglo pasado obtuvo una cierta notoriedad, con obras como Bélver Yin y Opium, y poco más tarde o bien pasó a segundo plano, o simplemente es que uno no acostumbra a estar muy al día de las novedades y los éxitos del momento. El caso es que mi memoria de aquellas lecturas es casi nula, aunque guardo una cierta sensación positiva, ese poso que queda de algo leído y totalmente olvidado pero que todavía guarda el resto de un aroma. Así que me encuentro de nuevo por casualidad con él, y voy a ver qué se cuece en este Las veinte fugas de Básil.

El libro tiene algo de novela de formación (me ahorraré el término germánico que, reconozcámoslo, resulta un pelín pedante) porque abarca la historia de este Básil desde su nacimiento en un tren hasta sus veintibastantes años. Sin embargo, carece del desarrollo personal que suele presentarse en este tipo de textos. Más bien al contrario, se diría que el peculiar lugar en que fue a ver el mundo marca por completo su vida, que desde entonces se ve determinada por el ansia de huir y sobre todo, por la prisa. Unas veces obligado por las circunstancias y otras por voluntad propia Básil acaba siempre abandonando el lugar donde se encuentra, ya sea el hogar familiar, el de tíos o abuelos a quienes es confiado, el hotel donde pasa las vacaciones o el París donde creía haber encontrado acomodo. El libro adquiere así un cierto aire trepidante que no sabemos a dónde puede llevar, hasta el punto de volverse algo decepcionante en los momentos en que el ritmo aminora.

Aunque he dicho que le falta el elemento de evolución personal, quizá no es del todo así. El protagonista siente efectivamente el impulso constante de escapar, pero si miramos bien, poco a poco ese impulso se hace algo más débil, y da la sensación de que en el fondo hay algo parecido a una maduración, especialmente cuando encuentra una u otra pareja. Entonces Básil recobra la estabilidad, y pasa a ser el destino, o la voluntad de otros, lo que le obliga a moverse de nuevo. Lo que sí es indudable es que hay una cierta insatisfacción de fondo y una permanente voluntad de búsqueda sin un objetivo claro: la fascinación por Grecia, estudios abandonados y recuperados, extraños trabajos de temporero en Canadá o de portero de noche en París, la poesía casualmente descubierta en un viaje…

Este continuo movimiento, que sabemos provocado por una íntima incomodidad, tiene inevitablemente algo de tópico, de muchacho buscándose a sí mismo a través de vivencias heterogéneas, y cuando tenemos la certeza de que no nos va a llevar mucho más lejos, deja una cierta sensación de efervescencia, de que Ferrero no tiene ya demasiado que contar y el libro se consume en esa continua fuga/expulsión que es el periplo de Básil por islas y ciudades, familiares, amantes y conocidos circunstanciales. 

Lo que ocurre es que el autor tiene muy buena mano, especialmente buena para un relato de tanta viveza, y eso es algo que da valor al libro. Ferrero es de palabra precisa y frase corta, se ciñe a lo fundamental y no hace concesiones con explicaciones o descripciones innecesarias. Podríamos decir que su prosa es, en este sentido, muy moderna, y casa a la perfección con el planteamiento de la historia. Como además se le adivina un sesgo autobiográfico que no sé hasta dónde alcanza pero que estoy convencido de que es relevante, da al relato el aspecto de autenticidad de quien ha querido contar ciertas cosas y lo ha hecho con plena eficacia, casi diría con brillantez, sin importarle si todo esto daba o no para componer un texto con empaque. Tengo mis dudas de si al final es suficiente. La última palabra la tendrá, cómo no, cada uno de los lectores.


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