Año de publicación: 1982 (como parte de Cuentos del reino secreto) y 2002 (en Días imaginarios)
Valoración: Muy recomendable
El suspense nos
atrapa.
Da igual cuándo
hayamos nacido, los relatos que se convirtieron en patrimonio de todos forman
parte de nuestras fantasías y temores, ya se trate de leyendas ancestrales, de
cuentos infantiles derivados de ellas o de cualquier otro formato moderno.
Da igual dónde
hayamos nacido. Si no hemos escuchado esas historias a la luz de la lumbre, en
invierno, entre pucheros y atizadores, nos los habrán contado de niños o los
habremos visto en televisión.
Da igual que no
creamos en nada inmaterial. Aunque nos consideremos escépticos, los espíritus
sobrevuelan nuestra existencia, nos harán temblar y disfrutar porque los acontecimientos
extraordinarios, nos guste o no, siempre van a estar en nuestra mente. Por eso,
lo mejor será encontrarles forma artística, como han hecho tantos escritores,
pintores y cineastas haciéndonos pasar tan buenos ratos.
No podemos
vivir sin el mundo de ultratumba porque la fantasía viene a sustituir algo
mágico y misterioso que cada uno alimenta dentro de sí sabiéndolo o no. Y es
que forma parte de nuestra naturaleza, por eso los géneros de misterio, terror
o suspense no van a pasar nunca de moda. Se avecinan, además, fechas propicias;
esta es la época del año que nos invita a sobrevolar la realidad, levitando de
alguna forma, para encarar el nuevo invierno y todo lo que este nos traiga.
Así que todo
encaja. Ayer, José María Merino, uno de nuestros más ilustres autores del
género fantástico, obtuvo el Premio Nacional de las Letras del año en curso.
Cuarenta de su vida, nada menos, inquietando y haciendo soñar a sus lectores
bien merecen los múltiples reconocimientos obtenidos a lo largo de una carrera que todavía continúa y muy activamente.
Merino es
miembro de la RAE desde 2008 y un destacado novelista que ha cultivado todos
los géneros, pero es en el relato corto donde se revela como maestro
indiscutible, y de entre todos los que ha escrito hasta ahora, El desertor es un ejemplo modélico. Situado
en plena guerra civil española, se pone en la piel de la esposa de un
combatiente y, con gran economía de recursos, se nos muestra su vida cotidiana,
la soledad sentida desde que él se fue así como el ambiente del pueblo a
grandes rasgos. Afortunadamente, el soldado vuelve a casa, como desertor pero
está allí por fin. Y es que, en realidad, ¿qué es desertar, una traición, una rebelión justa? Para quien él lo significa todo, esos son detalles sin
importancia.
La vida sigue, ahora de forma clandestina. No parece ocurrir nada fuera de lo común, solo de vez en cuando una palabra, un detalle que no encaja, adelanta lo que vendrá después. Los silencios, tanto el de la gente como el de la mujer y, por supuesto, el del propios autor, están llenos de sobreentendidos. Así que no seré yo quien venga a deshacer tanta discreción. Lo pueden leer en un momento pues ni siquiera ocupa diez páginas.
Otra muestra del dominio de la narrativa breve de Merino sería El niño lobo del cine Mari, una pieza que aúna elementos fantásticos, algo de misterio y una efusiva apología del entretenimiento y la evasión. Trata sobre un chico en estado catatónico al que encuentran en un cine que va a ser derruido.
Pese a no ser un cuento redondo, revela la posición del autor frente al escapismo: bienvenido sea éste, aunque nos absorba hasta el punto de convertirnos en un niño imperecedero encerrado en las vastas llanuras de nuestra propia imaginación.
En La última carta de Charlotte, Merino recrea una misiva de Charlotte Brönte a su amiga Ellen Nussey en la que le cuenta un sueño premonitoria a su propia y cercana muerte, en el que se reúne con sus hermanas y hermano para retomar la felicidad que les deparaba sus imaginación en los días de su niñez y juventud. Una carta que es una delicada aceptación de la muerte, pero también una celebración de la vida y que nos ofrece una muestra del Merino más embebido en lo literario, en su papel de "hombre de letras" y erudito al que no podemos sino felicitar y aplaudir.
Oriol, Juan y Montuenga
Otras obras de José María Merino reseñadas en ULAD: Cuentos del Barrio del Refugio, El río del Edén
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