Título original: Maggie, A girl of the streets</i>
Año de publicación: 1898
Traducción: Carme Font
Valoración: recomendable
Reconozco desconocerlo todo sobre la figura de Stephen Crane hasta saber que Paul Auster le ha dedicado las mil páginas de su última obra. Que podrían parecer excesivas aunque por el momento no me planteo leer el libro de Auster, dado que Stephen Crane falleció a los 28 años, justo seis después de publicar esta que reseñamos, su primera novela.
Queda por ver si el autor hubiera seguido con su estilo naturalista a lo Emile Zola o se hubiera acabado alineando en el gótico sureño, que por edad le podría haber cuadrado perfectamente, aunque la ubicación de esta novela (el Bowery, barrio extremo del Nueva York de la época) resultara algo ajena a las llanuras y los humedales de Steinbeck, Faulkner o Caldwell.
Maggie: una chica de la calle cuenta con un título que casi podría decirse que es lo más descriptivo y directo de la novela. Me explico: es una novela publicada en Estados Unidos en el siglo XIX y ahí la moralidad y la obscenidad eran poderosos condicionantes. No vamos a discutir si incide en ello más el puritanismo imperante o la hipocresía de una gran nación emergente en la que las diferencias de clase empezaban a surgir de forma cruel y descarnada. Pero Crane, por convicción o por contención, no es demasiado dado a la descripción de los detalles en lo concerniente a las personas. Pudiera interpretarse si no es una cuestión de establecer una moral implícita. Sí que lo es en lo que al entorno se refiere. Las calles y los rincones, la miseria imperante, la precariedad y desestructura de los núcleos familiares. Maggie es la hermana de Johnnie, un niño que se pasa el día en la calle incordiando a otros niños o siendo incordiado. La violencia pende en el aire, como el alcoholismo, como la falta de recursos. La madre ha sido abandonada con sus hijos y usa el alcohol como vía de escape, pero bajo sus efectos su crueldad se eleva y todo su rencor se vierte en sus hijos. Maggie es un estorbo para ella, pero a la vez es una adolescente que ha empezado a desarrollarse y es pasto de las miradas de los hombres. Es solo cuestión de tiempo que en ese entorno de precariedad y desarraigo su único destino posible sean las adicciones, la indigencia o la prostitución. Y Crane es hábil en conducir el relato hacia esa convicción, pero también esquivo en concretar los detalles. Insisto que es posible que sea un resorte de prudencia ante una sociedad como la de la época. Pero esas elipsis pudieron no ser siempre fácilmente descifrables. Quizás, pero habría que profundizar más en su obra posterior, en eso se basa su valor literario. En mostrar bien claramente qué ocultan sus silencios y sus omisiones. Unas décadas más tarde, escritores como Joseph Mitchell, en la gloriosa El secreto de Joe Gould, en situaciones de otro aspecto de aridez, o incluso Truman Capote, situaron sus obras en ese entorno de miseria. Crane seguramente fue un pionero, y habrá que ver si su escasa obra muestra indicios de superar esas precauciones. Esta breve novela, en cualquier caso y con las pequeñas condiciones anotadas, merece una lectura.
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