Idioma original: valenciano
Año de publicación: 2021
Valoración: muy recomendable alto
No voy a entrar en ningún tipo de polémicas. Rafa Lahuerta recalca en una entrevista (y menciona en muchas ocasiones en el libro) que decidió que este libro había de escribirlo en valenciano. Y yo, catalanoparlante, he entendido (y cuando alguna palabra no me ha sonado el contexto me la ha aclarado sin acudir a consulta alguna) cada una de las frases de esta novela. Así que las etiquetas reflejan mi intención y hasta aquí mi pronunciamiento.
Eso sí: Lahuerta ejerce una cierta opción al emplearlo. Al margen de cómo quiera denominarse, el idioma cooficial en la Comunitat Valenciana, el que no es el castellano, sufre una obvia situación de debilidad allí. Dos personas (del mismo partido, sorpresa) que presidieron el Govern ni siquiera hicieron el esfuerzo de hablarlo. Reivindicarlo me parece una acción magnífica y osada y es un enorme hito que Noruega sea un (odio la palabra, aviso) fenómeno editorial de tal envergadura. La traducción al castellano, por eso, está al caer, y espero y deseo que Lahuerta participe activamente en ella y sepa encontrar el justo equivalente y nada se pierda.
Porque esta es una gran novela, y habrá que considerarla así por encima del idioma en que se escriba y de la situación de sus escenarios. Mucho se perderá el lector que opine que no merece la pena porque no conoce esos barrios y esas calles. Yo estuve en algunos de ellos hace muchos años y me han dado ganas de volver, más por curiosidad o por evocación que por nostalgia. Lahuerta ha escrito una bildungsroman cuya aparente modestia es una poderosa baza. La historia de Albert Sanchis, hijo de comerciantes que han tirado adelante, una salazonería ubicada en el barrio de Velluters, no es una mera historia de localismo y costumbrismo de barrio. Es prácticamente un golpe de puño generacional en esa mesa de Monopoly de las grandes urbes. Valencia es una ciudad no muy grande. Otra ciudad que ha experimentado un crecimiento, una reconversión en dos fases. La reubicación del cauce del río Turia tras las inundaciones de 1957, en pleno franquismo, fue una. La otra, más sutil, con severo endeudamiento por medio, cuando en la última década del siglo XX entró en una espiral de proyectos inmobiliarios y promociones con objeto de hacer de la ciudad un atractivo turístico más para la pléyade de viajeros que antes optaban por Barcelona, Mallorca o Benidorm. Ya sabemos lo que sucede en las ciudades cuando los gobiernos prefieren congraciarse con el visitante ocasional (el de calidad, que gasta a espuertas y se aloja en hoteles caros) que con su habitante.
Pero Lahuerta no incide directamente en ello. Noruega es un testimonio de esa generación que se ha beneficiado de la digna lucha de la generación de la postguerra española. Los hijos de los nacidos en los años 20 y 30, los llamados boomers. Una generación a la que pertenece Sanchis, que es escritor (sus proyectos de novela cierran cada una de las partes del libro, en un sutil juego metaliterario) y puede permitirse una vida de pocos aprietos ya que sus padres, que han muerto apenas él ha cumplido la veintena, le han dejado una herencia con la que ir tirando. Su juventud se ha vivido en esas calles, en ese Barrio Chino que tantas ciudades comparten, con maleantes, prostitutas, gente que pasa su día en la barra de los bares, alcohol, drogas, etc. Es la España de los 80, la de la transición o el espejismo de la libertad sobrevenida y mal administrada. En Noruega Sanchis nos cuenta su vida, sus relaciones con las mujeres, su tendencia a estropearlo todo y a desaprovechar las ocasiones que se le brindan.
Y Lahuerta ha rehuido la nostalgia y el lagrimeo y la condescendencia. Es una novela brillante y vitalista, con un uso magistral del lenguaje y con pasajes literarios, uno tras otro, de una calidad sublime y juguetona. No es solo su prodigioso uso de un idioma cercano y puntilloso. Es cómo consigue aportar una visión nueva a muchos lugares comunes. Por favor, no comparemos eso con otros fenómenos. Ésta es una obra ejemplar que toma referencias universales en su temática, pero que no tiene miedo ni pudor en asimilar lo más cercano como primer punto de apoyo. Se nota que Lahuerta ha leído más a muchos que a sí mismo. Pla, Cercas (el mejor, no el que descubrió la novela negra), y Marsé, cuántas y cuán acertadas las referencias a Juan Marsé. Pero ahí se queda. Rinde pleitesía y ejecuta una novela dura, hay muchas muertes aquí y la gran mayoría son muertes crueles e injustas, una novela carnal, Sanchis parece responder al estereotipo del canalla con labia que embauca a las mujeres, y una novela social tras muchos biombos, llena de calles que se han transformado o desaparecido, de locales derribados y de comercios cerrados, de clases sociales que han surgido y se han hundido, de nuevos barrios diseñados a los que los gobernantes han olvidado insuflar vida. Qué gran novela, en el idioma que sea, qué gran hallazgo.
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