Idioma original: Inglés
Título original: Apropos of nothing
Traducción: Eduardo Hojman
Año de publicación: 2020
Valoración: Chanchi
Woody Allen es, para mi, uno de los grandes cineastas del siglo XX. Películas como Annie Hall o Hannah y sus hermanas estarían en mi Top 10 sin ninguna duda, así que resulta cuanto menos curioso que haya dejado pasar un montón de meses desde que compré este libro hasta que decidí sacarlo de la pila de pendientes y leerlo. Cosas de la acumulación incontrolada de libros, supongo.
El caso es que si estáis en esa situación, con el libro cogiendo polvo en la estanterías o, incluso, con el libro apuntado en la lista de futuribles, dejad lo que estéis leyendo o corred a vuestra librería o biblioteca más cercana y poneos a devorarlo. De verdad, no os va a defraudar lo más mínimo (o eso espero). ¿Por qué?
En primer lugar porque es un texto muy muy divertido que os traerá a la memoria alguna de sus películas. Sin ir más lejos, el magnífico comienzo en el que rememora su infancia y adolescencia, con su odio a la escuela, sus primeras escapadas para ir al cine, la relación con sus padres, con la religión, sus primeros y prosaicos acercamientos a la cultura, etc, me recuerda una barbaridad a "Días de radio". Es, por ritmo, "acidez" y risas, la parte más destacada del libro.
En segundo lugar porque está lleno de chispa, de frases ingeniosas y de comentarios mordaces con los que Allen deja ver su crónica insatisfacción, su misantropía, su sentido del humor, la "Welschmerz" alleniana. Sí, los que llevamos gafas de pasta somos así, soltamos palabrejas de estas que dan enjundia a una reseña aunque no tengamos ni puñetera idea de su significado.
Algunas personas ven el vaso medio vacío, otras lo ven medio lleno. Yo siempre veía el ataúd medio lleno.
Estáis leyendo la autobiografía de un analfabeto misántropo que adoraba a los gángsters...
En tercer lugar es un texto desmitificador y, al mismo tiempo, alejado de cualquier presuntuoso ejercicio masturbatorio (otra vez "Annie Hall") y de la falsa modestia. Resulta sorprendente observar el "desapego" que Allen siente hacia el éxito o el fracaso, hacia su modo de hacer cine y hacia sus películas, hasta el punto de autodefinirse como "cineasta imperfecto", de no leer las críticas o de no volver a ver sus películas una vez finalizado todo el proceso, sin que esto sea obstáculo para declarar su amor incondicional por el séptimo arte.
La gracia de hacer una película es hacerla, el acto creativo. Los aplausos no significan nada (...) Basta de perder el tiempo con trivialidades
En cuarto lugar porque, si os interesa el cine de Allen, revela un montón de anécdotas, chascarrillos e información sobre algunas de sus películas más emblemáticas, sobre su "método" de trabajo, sobre su relación con actores, productores, montadores, representantes, etc. Además, comprobaremos cómo los gustos del público no van siempre en la línea con las preferencias del autor.
A mi me gusta rodar, irme a casa y ver un partido de baloncesto.
La correlación entre las películas malas y el éxito de taquilla es un enigma que la física aún no ha logrado dilucidar.
Podría seguir, pero creo que lo voy a resumir en que conjuga de forma magistral memoria personal con una cierta forma de memoria colectiva y con historia del cine, todo ello a un ritmo (de jazz, como no podía ser de otra manera) trepidante. Solo un pero, relacionado con la parte en la que se refiere a su relación con Mia Farrow y a las acusaciones (de las que jamás fue declarado culpable) de abusos sexuales: parece un poco "ajuste de cuentas" y, aunque no deja de ser algo importante en su biografía, creo que se equivoca al concederle tanto espacio. Pero, ¿quién soy yo para llevar al contraria a don Allen Stewart Koningsberg?
También de Woody Allen en ULAD: Cómo acabar de una vez por todas con la cultura
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