Como sin duda saben nuestros más acérrimos seguidores (y, si no, yo os lo cuento), la última reseña firmada por este vuestro seguro servidor, la de ¡Abajo el colejio!, estaba dedicado a los desventurados alumnos que comienzan en estas fechas el curso escolar. Ahora bien, he de reconocer que, nada más escribirla, sentí un puntito de remordimiento y la sensación de haber sido injusto con esos otros héroes y heroínas del sistema educativo: los y las sufridas docentes, que cada año deben aguantar a niños y/o adolescentes en cantidades ingentes (a quienes, me atrevo a aventurar, ni siquiera soportan, de uno en uno, en sus propias casas). Con la misión casi imposible, además de evitar que se demanden en exceso, de desasnar un poco a esas pequeñas y no tan pequeñas bestias. Casi nada...
Así pues, pensé yo, como desagravio, ¿qué es lo que más desearía cualquier miembro o miembra del cuerpo docente, e incluso, me atrevo a decir, del personal subalterno de los centros educativos, sobre todo si son de Secundaria? ¿Más días de vacaciones (aún)? ¿Un aumento de sueldo? ¿Que la máquina de café de la sala de profesores sirva carajillos sin fin, y gratis? No, amigos y amigas de ULAD: el sueño húmedo y oscuro de todo profesor o profesora, podéis creerme, sería encerrar a sus alumnos en algún lugar sin posibilidad de escapatoria... una isla, por ejemplo, y obligarles a exterminarse entre sí, a matarse unos a otros hasta que no quedase ninguno en pie. Bueno, o uno solo, por mantener cierta motivación... Pues eso mismo es lo que hizo en 1999 el japonés Koushun Takami... en la ficción, claro está: secuestrar a los 42 chicos y chicas de la clase de 3º del instituto Shiroiwa -15 añitos-, proporcionarles un armamento variopinto y meterlos en una "Battle Royale", es decir, una competición de todos contra todos. El libro, huelga decirlo, fue un exitazo inmediato en Japón y dio lugar, al año siguiente, a una no menos célebre película y después, a una serie de manga, por no hablar de los remedos (cuando no plagios) que les han salido, como los no menos exitosos libros y pelis de Los juegos del hambre.
De todos modos, hay que señalar que entre la novela y la peli de Battle Royale hay algunas diferencias; en ésta última (de no poca influencia en Kill Bill de Tarantino, por cierto), el instructor que explica el juego a los chavales es un profesor suyo, interpretado por el gran Takeshi Kitano, harto de su deplorable comportamiento, que les ha llevado a ser elegidos para la "batalla". En la novela, en cambio, la clase de 3º de Shiroiwa es elegida por sorteo como parte de un programa de instrucción militar de la República del Gran Oriente Asiático, donde se desarrolla la acción, gobernada por un distópico régimen totalitario (*).Esto le da a la trama de la novela una dimensión política más acentuada que en la peli, que se centra más en la representación de la violencia. Ahora bien, la dimensión política de esta historia no de limita a la denuncia de un hipotético, aunque plausible régimen totalitario (*), también se puede leer como una parábola bastante evidente de las opciones que tienen los jóvenes (y, en realidad, todos nosotros) para enfrentarse a los problemas que les esperan en el futuro, ya sean laborales, de convivencia, defensa de sus derechos, etc.: o tratar de resolverlos cada cual por su cuenta y manera, de forma individualista, o unirse para afrontarlos en común, apoyándose unos en otros, aunque para ellos haya que renunciar a parte el libre albedrío propio...
Otra cosa que diferencia al libro es que en éste se hace más hincapié en la personalidad, circunstancias y pasado de cda estudiante. Sobre todo, del trío compuesto por Shogo, Shuya y Noriko, protagonistas , en gran medida, de la novela, aunque el autor le dedica cierta atención a todas y todo los estudiantes, incluso a aquéllos que van a morir unas páginas más adelante, conformando todo un catálogo de tipos -y tópicos- del universo teen: los admirados deportistas, los malotes -incluso algún que otro psicópata-, las chicas enamoradizas, el payaso de la clase, etc. Unos y otras van cayendo como moscas a lo largo de la novela. Y éste supone es el aspecto más perturbador del libro, pues despierta nuestro vouyerismo más sádico: por más que empaticemos con estos pobres chicos y chicas obligados a asesinarse entre sí, resulta fascinante y hasta adictivo asistir a la matanza; cuando aparece un nuevo personaje, el lector no puede dejar de pensar en cómo morirá y a manos de quién... con gran disfrute, siento decirlo.
De ahí, sin duda, el escándalo que acompañó a la publicación de esta novela, aunque también su éxito y que en poco tiempo se convirtiera en casi (o sin casi) un libro de culto. En todo caso, me juego lo que sea a que entre el profesorado de todo el mundo sí que lo es...
(*) He puesto "totalitario" porque sé que hay lectores del blog muy sensibles con otros términos, pero en el libro se dice claramente "fascista".
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