Título original: Jisatsu Sākuru 自殺サークル
Traducción: Marc Bernabé
Año de publicación: 2001
Valoración: Turbio
No sé si alguien se ha dado cuenta, pero en cuestión de libros disfruto bastante metiéndome en terrenos que no conozco. Si además tengo que escribir una reseña sobre algo que para mí es totalmente nuevo me siento flotar en una atmósfera de libertad absoluta, como un recién nacido que pudiese opinar sobre el mundo que acaba de descubrir. Pienso que los lectores serán indulgentes con mis tonterías, que mi inocencia será salvoconducto suficiente para que todos rían mis ingenuidades y toleren de buen grado cualquier cosa que diga. Luego quizá no sea así, pero esa es mi disposición inicial, y las posibles críticas las aceptaré de buen grado (como siempre) y me afectarán poquito o nada. Esta vez he descubierto algo que nunca había tenido entre manos y puede que nunca vuelva a catar: el manga.
El relato resulta desasosegante, mezclando en proporciones cambiantes elementos realistas y otros algo más fantasiosos. Desde la primera de las perspectivas, nos sumergimos en ese mundo complicado de la psicología adolescente: amistades que ocultan rencores insospechados, grupos inquietantemente uniformes, relaciones tóxicas. En fin, que tampoco nos vamos a poner demasiado graves, estamos en esa etapa complicada en la que se asienta la personalidad y donde, como ya sabemos, algunos caminos llevan a terrenos bastante peligrosos, no digamos en la era de internet.
Sin embargo, la historia gira lentamente hacia terrenos todavía más problemáticos y de mayor confusión, partiendo del control mental y el vaciamiento de la personalidad para llegar, de forma muy gradual y tampoco muy clara, a lo que más parece algún tipo de posesión paranormal (por lo que he podido ver en otros productos japoneses, esto de los intercambios y alteraciones de la personalidad parece que por allí gusta bastante). Curiosamente, este giro le resta dramatismo al relato porque lo descarga de aquellas terribles tendencias de adolescentes reales para acercarnos al campo de lo inverosímil, y está claro que resulta menos perturbador presenciar actos movidos por los hilos de fuerzas sobrenaturales que si responden a situaciones potencialmente reales.
Como decía al principio, reconozco que no me muevo con comodidad en este terreno. A veces me parece estar buscándole cualidades narrativas o fundamentos filosóficos a Zipi y Zape. Un libro como este no deja de ser una opción más, tiene su punto curioso, es cómodo y rápido de digerir, y en este caso plantea algunas cuestiones bastante delicadas. Quizá habría que conformarse con eso y disfrutarlo en lo que se pueda. Porque, oiga, de todo se puede sacar algún partido.
Una reseña tan válida, Carlos, como la que pudiera haber hecho cualquier aficionado al manga. Y muy bien argumentada.
ResponderEliminarFíjate tú, me suena haber leído esta obra cuando iba al instituto, por Internet, pero no recuerdo nada de nada. Por lo que cuentas, es mi rollo: tanto el de entonces como el de ahora. Quizá, si se cruza en mi camino, le doy otro tiento.
Sí, pienso que te puede ir el tema, aunque igual un poco suave para tus gustos, jeje
ResponderEliminarPrimero vi la película, años después me enteré que era un manga. No pude más que buscarlo y conocerlo. Es una excelente historia, pero como la mayor parte de los productos orientales son para el morbo o para el comercio, no para pensar en el trasfondo de lo que lleva a que se produzcan situaciones como las descriptas.
ResponderEliminar¿Por qué no se habla del suicidios en los medios? ¿Por qué las redes no permiten hablar del tema tampoco? ¿Por qué tanto miedo? En fin.
Saludos,
J.
Pues si, es un tema delicado, pero yo creo que la lectura si puede favorecer alguna reflexión sobre el tema. Aunque el relato incorpore otros elementos, no deja de tratarse de adolescentes en una fase problemática, muy dependiente de sus relaciones, etc.
ResponderEliminarUn saludo y gracias por participar