Año de publicación: 2017
Valoración: muy recomendable
Mencionada con entusiasmo en Una dacha en el Golfo, esta recopilación de artículos a cargo de dos periodistas españoles (justo en la semana que hemos de lamentar el asesinato en Burkina Fasso de dos reporteros) es uno de esos libros que confirma lo que mucho, y muchos, nos tememos: que ciertos conflictos bélicos ineludibles para ciertos políticos (ejem, la famosa foto de los Azores con Ansar despeinado) son solo el resultado de una búsqueda desesperada de pretextos para intervenir en algún punto del globo donde hacer prevalecer sus intereses que, lejos de la preservación de las libertades de los oprimidos o el restablecimiento de la justicia social, suelen ser económicos o geoestratégicos.
Y, tal como su subtítulo indica (De la invasión de Irak al surgimiento del ISIS) ese proceso se corta en un punto que dista mucho de ser el final. O vamos a ser tan ingenuos, desde nuestros cómodos sofás occidentales, y pensaremos que todo ha acabado porque lo de Siria parece más o menos encarrilado y la pandemia ha distraído al planeta de sus quehaceres bélicos. Nada de eso, me temo. El germen, la semilla de ese radicalismo, su crecimiento, queda descrita aquí en decenas de episodios relatados por estos dos periodistas, muchos, demasiados pero así es la realidad, truculentos, detallados, crueles, pero necesarios para integrar el nudo argumental de la tragedia humanitaria resultado, directo o indirecto tras decisiones torpes que se suceden, de la gran tomadura de pelo de las armas de destrucción masiva y la intervención en Irak, un país al que USA le debía unas cuantas tras lo de Kuwait y la operación Tormenta del Desierto, un gran país y cuna de civilizaciones que tiene la desgracia de estar asentado sobre un territorio rico en petróleo. Así que el ejército USA invade el país y protege desvergonzadamente lo que le interesa, el Ministerio del Petróleo, y siembra el caos, divide a la población, entrega mazos de cartas con los líderes a los que quiere detener, da una demostración de no comprender nada de lo que ahí ocurre (las facciones religiosas, las etnias, el conflicto kurdo, la influencia de Irán) y abraza de forma atolondrada ahora un aliado ahora otro, intenta situar un gobierno títere, actúa de forma histérica y precipitada creando mitos de represión (después de Guantánamo, Abu Ghraib) detiene y masacra a cualquiera que le parece un enemigo y lo único que consigue es crear cárceles que son universidades de radicalismo, cambiar la mentalidad de quienes esperaban que se les liberara del yugo de Saddam Husein y acaban, prácticamente, echándole de menos.
La semilla del odio es, diría, un reverso de una serie como Generation Kill con sus soldados aburridos por la burocracia entusiasmados por entrar en combate. Aquí se habla de una población hastiada y manipulada por sus líderes antiguos y nuevos, de una desesperación en que cualquier ilusión de futuro arraiga, de la fácil penetración del sentimiento religioso (el opio del pueblo de Marx) como contrapartida para un presente funesto y un futuro de muy mal presagio. Una magnífica obra en la que sus autores no usan guisa alguna de héroes sino puro uniforme de reportero entregado a su profesión, sin ínfulas ni compromiso con otra cosa que contar lo que ve. Una lectura que dista mucho de ser gratificante, ligera o incluso agradable, pero es que así son las cosas.
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