Título original: Посмотри на него
Traducción: Viktoria Lefterova y Enrique Maldonado
Año de publicación: 2017
Valoración: Muy recomendable y, en ciertas circunstancias, imprescindible
Como ya deben de estar hartos de saber los que me sigan en Twitter, hace exactamente dos años y dos meses fui padre de un niño precioso e inquieto, que desde entonces viene alegrando mis días y destrozando mis noches con la misma persistencia. La m/paternidad es algo maravilloso e imposible de comparar con casi ninguna otra experiencia de esta vida, pero también puede ser muy dura, física, mental y emocionalmente, con propensión a exacerbar los miedos y las inseguridades.
De hecho, en nuestro caso (mío y de mi pareja), ya desde el embarazo vivimos todo el proceso con una cierta angustia, sin que hubiera exactamente motivos objetivos para ello: los análisis decían que había algún riesgo cromosómico pero no demasiado; mi pareja desarrolló diabetes gestacional, que en la mayoría de los casos se controla fácilmente con modificaciones en la alimentación; hacia el final del embarazo había poco líquido amniótico y fue necesario provocar el parto... Pequeñas cosas que, sumadas, parecían apuntar, como en las películas de terror, hacia alguna tragedia futura que, felizmente, no se vino a confirmar. Así, después del parto (que fue caótico y con un trato bastante inhumano, aunque la parte puramente médica salió bien) nos fuimos a casa con un niño sano, pequeñito y gritón, con solo un par de sorpresas incómodas pero benignas de las que, por lo que hemos ido oyendo después, pocas familias se libran. Porque, de hecho, durante todos estos meses, quizás porque estábamos más atentos a ellas o porque las atraíamos, nos iban llegando multitud de historias de embarazos que no llegaban a término, problemas graves en el parto, deformidades "incompatibles con la vida", como si estuviéramos recopilando una antología de la m/paternidad trágica.
Este largo preámbulo, por el que pido disculpas a quien haya venido aquí a leer solo sobre literatura, intenta explicar por qué este libro me ha impactado tanto: porque viene a poner palabras, con la mezcla justa de crudeza y dolor, a lo que durante meses fue uno de nuestros mayores terrores, perder a nuestro hijo antes incluso de llegar a tenerlo. Porque este libro, como ya debe saber quien haya leído alguna información sobre él, es la narración detallada y dolorosa del proceso por el que tuvo que pasar la autora, Anna Starobinets, para interrumpir su embarazo desde el momento en que supo que su hijo tenía una deformidad congénita grave de los riñoes que hacía su supervivencia inviable. En cualquier caso, la historia es tan dura, y la forma de contarla tan descarnada, que seguro que cualquier lector o lectora siente un nudo en la garganta parecido al que he tenido yo durante casi toda la obra.
Anna Starobinets ya
había aparecido en este blog varias veces, en su faceta de escritora de ciencia ficción, fantasía o terror. Podría decirse que, como la propia autora apunta en el texto, esa experiencia como narradora, y también como periodista, la preparó para poder contar esta historia gracias a la escisión entre la mujer que vive la experiencia del aborto, y la escritora que, a una distancia prudencial, observa, toma notas, describe y analiza el proceso. Porque ese es el tono empleado, quizás el más propicio para intentar aproximarse a la pérdida de un ser querido,
como muchos otros escritores han ensayado anteriormente: una mezcla de minuciosidad en la narración y en el examen, unida a una exploración de los sentimientos sin caer en el morbo y, sobre todo, sin artificios retóricos que intenten exagerarlos.
Es
así como acompañamos a Anna Starobinets en todo el largo y escabroso
proceso, desde la ecografía en la que descubre la malformación del feto,
pasando por un calvario de consultas con ecógrafos, ginecólogos,
neonatólogos o psicólogos, entre otros ramos, marcadas en muchos casos
(sobre todo en Rusia, algo menos en Alemania) por el trato inhumano, la burocratización del
dolor y del tratamiento, o la desconsideración hacia los derechos y
sentimientos del paciente y de su familia. (De hecho, y aunque
probablemente en Rusia la situación sea aún más grave, sabemos que
desgraciadamente no es exclusiva de este país ni
mucho menos, y que la violencia obstétrica o la psiquiátrica son
habituales también en países "suficientemente desarrollados", como la
autora los denomina). Vemos así sus dudas, sus miedos, sus avances y retrocesos, las trabas que el sistema coloca en su camino, como si en vez de paliar su sufrimiento quisiese aumentarlo, como si tuviese que pagar por la culpa de haber engendrado un hijo fallido.
Varios aspectos hacen, por lo tanto, que este libro resulte impactante y, tal como se suele decir, "necesario". El primero es que da voz a todo un proceso de pérdida que por lo general nuestras sociedades esconden, por motivos ideológicos o por ser "cosas de mujeres", y ya se sabe que las cosas de mujeres son cosas menos importantes. Y también, por otra parte, porque se plantea no solo como testimonio sino como resistencia, tanto a los mensajes Mr Wonderful ("ya tendréis otro", "de todo se aprende", "Dios lo ha querido así") como a la visión de quienes lo equiparan a un procedimiento médico cualquiera (como una operación de
apendicitis) en vez de tratarlo como lo que es: la pérdida de un ser en
el que ya se habían depositado sueños, esperanzas, fantasías y (también)
miedos, una pérdida que, como cualquier otra, exige su procesamiento y
su luto.
Hay en este libro pasajes terribles y que me han dejado temblando y con
el corazón apretado, en particular el que da título al libro: el momento
en que la
escritora, antes y después del procedimiento para interrumpir el
embarazo, debe decidir si quiere ver el cuerpo de su hijo, como
le aconseja la psicóloga del hospital, o si prefiere ahorrarse esa
imagen para evitar que le persiga el resto de su vida. Uno, como lector,
se pone en su piel, en una situación tan terrible y tan inimaginable, y
es imposible que no se te encoja el alma... Por suerte, también hay
momentos de humor y de amor, de solidaridad y de compasión, sobre todo
en ese triángulo que forma la autora con el Gran Tejón (su marido,
Sasha) y la Tejoncita (su hija, también llamada Sasha). De hecho el epílogo, en el que la historia de la familia se cierra con una sensación de esperanza, ternura y unión a pesar del dolor, ha ayudado a que el regusto final sea melancólico y no rotundamente trágico. La vida, con su dolor, su pérdida y su ocasional aridez, sigue adelante gracias a los afectos que se van construyendo por el camino.
(Cuando estoy casi acabando el libro, en uno de los momentos más duros, mi hijo se despierta de su siesta, viene corriendo a buscarme al cuarto, se sube a la cama y se sienta conmigo delante del ordenador. Luego me da un cabezazo en la nariz, dice "pupa" y me mira como si fuera culpa mía y vuelve a irse corriendo a su cuarto. Y, en fin, es eso).
Impresionante tu reseña. Aparte del aspecto literario refleja sentimiento, emoción, empatía, comprensión, respeto.......paternidad. Gracias.
ResponderEliminarGracias, Carme. El libro es muy duro pero vale mucho la pena. Pocos libros recuerdo haber leído que me hayan impactado tanto...
ResponderEliminarLibro impactante y duro pero muy recomendable. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarHola Santi:
ResponderEliminarHermosa reseña, te felicito. No he leído el libro. Lo apunto.
Saludos
Hola queridxs uladianxs. Este libro pasa a una lista especial de textos referidos a "la muerte" que estamos haciendo. En julio del año pasado murió la hija menor de mi compañero. No era loca como nosotrxs, pero igual fue p$iquiatrizada desde los 15 años, muriendo a poco cumplir los 18 por un paro cardíaco, efecto "secundario" de las variadas drogas psiquiátricas que la obligaban a consumir. Seguimos caminando acá en la tierra pero ahora dentro de un túnel oscuro donde a veces vemos luces a los lejos que van cambiando de lugar. Nunca había sentido tanto dolor en mi vida, nunca me había sentido tan perdida en el tiempo y el espacio y nunca me había desconocido tanto como en estos 8 meses.
ResponderEliminarAbrazos fraternos y l🌀c🌀s💔
Antonieta
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMuy buena reseña. Me recuerda,por el tema y por el hecho de tratarse de una autora que a partir de una situación extrema produce una obra "sensible", por fuera de lo que fue su producción previa, a El nadador en el mar secreto de William Kotzwinkle.
ResponderEliminarLa reseña me parece muy buena. La habría escrito yo si lo supiese hacer tan bien. El libro me parece imprescindible y lo dice una persona que no tiene hijos, ni nunca ha estado embarazada.
ResponderEliminarMuchas gracias por los comentarios, y animo a quien no haya leído el libro a que lo haga, preparándose, eso sí, para una lectura dura, aunque también muy lúcida.
ResponderEliminarEs curioso porque leí El nadador en el mar secreto hace ya bastante tiempo, y no me gustó, me pareció demasiado afectado o artificial, pero quizás lo cogí en mal momento, es posible que deba darle otra oportunidad, porque sé que a mucha gente le maravilla...
Un abrazo, por último, muy especialmente, para Antonieta. Espero que, como en el caso de Anna Starobinets, los afectos consigan que poco a poco la vida siga adelante, lo que ni significa en absoluto que se deba olvidar a quienes se han ido, sino todo lo contrario, recordarlos desde el amor que nos provocaron...
Gracias a ti por la reseña Santi y por tus deseos. Tu corazón tan abierto tocó al mío y lo llamó a escribir lo que me pasaba.
EliminarUn abrazo🌀
El nadador...no me pareció una maravilla, pero tampoco artificial. Me pareció en su momento algo auténticamente catártico.
ResponderEliminarSí me permito compartirles una imagen que autocensuré en mi comentario anterior,pero que para interesados en este libro quizás venga al caso. Hace ya muchos años, en mi formación de postgrado como médico pediatra, me tocó pasar unos meses en una maternidad aprendiendo neonatología. En una de mis primeras guardias nocturnas recuerdo una habitación casi a oscuras donde una pareja aguardaba el momento del parto, de un bebé que había sido declarado inviable por una malformación del sistema nervioso central. Varios meses antes ya sabían que nacería y moriría, pero había razones técnicas que a la distancia me resultan cada vez más injustificables, que llevaron a que llevasen ese embarazo hasta el término.Las horas que siguieron al parto permanecieron en esa misma habitación, igual de oscura pero todavía más triste.
Santi, gracias por darnos a conocer esta obra y, sobre todo, gracias por el marco emocional que le has dado a la reseña. Estas cuestiones todavía quedan muy alejadas de la sensibilidad de muchos lectores que, como bien dices, les parecen "cosas de mujeres". Con tu aportación personal consigues que sea más fácil "entrar" en ello.
ResponderEliminarEn el Hospital Vall d'Hebron de Barcelona ya hace muchos años (tal vez quince o más) que hay un equipo de enfermería especializado en el acompañamiento en el duelo para casos como el que relata la novela. Sin embargo, hay mucha gente que aún considera estos trances como meros trámites quirúrgicos. Por no hablar de la violencia obstétrica que mencionas y que se produce a diario en cualquier revisión. En ese sentido, Icíar Bollaín hizo un corto satírico, también hace muchísimo tiempo, en el que Luis Tosar hacía de parturienta a punto de dar a luz y que tenía que aguantar una serie de situaciones y comentarios que no son de recibo.
En fin, que a pesar de que ya son muchos años de intentar dar visibilidad a estos asuntos con los resultados que ya conocemos, no hay que rendirse y que obras como esta tienen muchísimo valor, por no hablar del coraje que ha tenido la autora para llevarla a cabo.
Saludos, compa.
Pues muchas gracias otra vez, los comentarios a esta entrada están siendo emocionantes, la verdad, creo que es un libro que se presta a ello.
ResponderEliminarFabián, esa imagen es realmente triste, pobre pareja, me imagino todo lo que pasarían durante esos meses, y en ese día en esa habitación oscura... Poco después de que naciese mi hijo supimos de un caso de una amiga de mi pareja, cuyo hijo murió casi en el noveno mes de embarazo. Esa idea de tener que pasar por un parto, sabiendo que el hijo que esperas no va a venir contigo a casa tiene que ser una experiencia durísima...
Beatriz, precisamente estos días, por casualidad, se ha hablado bastante de violencia obstétrica en Twitter, y hay dos cosas que me llaman la atención: la cantidad de historias que las mujeres comparten, de tratos humillantes, infatilizadores o agresivos con su cuerpo; y la reacción de algunos profesionales de la medicina (no todos, #NotAllMédicos) que reaccionan a la defensiva, negando que exista la VO, o acusando a las mujeres de exagerar, o diciendo que el machismo no tiene nada que ver. En fin...