Título original: The Silence
Año de publicación: 2020
Traducción: Javier Calvo
Valoración: Está bien (lo cual para ser DeLillo, no está bien)
Pregunto: ¿constituye el título de este libro una especie de antagonismo a una de las obras maestras de DeLillo, titulada Ruido de fondo?
Puede, pero a partir de aquí mi relato se nutre básicamente de conjeturas, que este sea un primer guiño inconsciente ya que, referíos a mi valoración a tal efecto, estaba yo acostumbrado a que las obras del autor neoyorquino (uno de los grandes, aclaro) me situasen entre la espada y la pared de la fascinación y la animadversión, a veces ambas tan radicales y absolutas, y lo triste para mí es decir que El silencio me ha dejado indiferente, lo cual es imperdonable tratándose de quien se trata.
Porque el planteamiento de El silencio , novela distópica pero no tanto, por mucho que se sitúe en un futuro (2022, aquí al lao) y que conjugue elementos de una cercanía - pre-pandémica, por los pelos - espeluznante, me ha parecido de una obviedad escandalosa, rayana con la falta de profundidad que solo podría que recriminar con saña a escritores de sus cercanías intelectuales (¿se imaginan a Franzen escribiendo frases sencillas sobre, por ejemplo, el conflicto de Medio Oriente?). Porque, abro hilo para sinopsis, ¿qué tiene (bonita portada, por cierto) de útil plantear a estas alturas qué pasaría con nuestra humanidad ultra-conectada y sobre-tecnificada, o viceversa, si simplemente todos los aparatos electrónicos dejaran de funcionar?. Madre mía, Don: si esto lo comentamos en el despacho cuando, en medio de una tormenta, alguna vez una subida de tensión hace que salte el diferencial y caigan los servidores alojados en la nube. Justo después de mirar si queda tiempo suficiente para que eso se arregle o podemos arreglar los papeles de la mesa e ir desfilando para casa.
Un acontecimiento, aunque sea solo apuntado, de esta magnitud, no puede dar para una novela tan escueta, para apenas un relato situacional deudo del cine de Altman, de los relatos de Carver, de una centena de páginas que se despacha en apenas una hora y media de lectura que ni siquiera ha de ser muy atenta: la novela incluso se reitera en ciertos diálogos que no vienen al caso, diálogos establecidos en esos cinco personajes que no perduran para nada en el lector, más que por hechos anecdóticos, como la pareja que echa un polvo nada más cerciorarse de que han sobrevivido a un accidente aéreo a su regreso de París, como esa previa obsesión, escena con que se inicia la novela, con esas pantallas informativas llenas de cifras sobre velocidad y altitud y temperatura exterior. Esas relaciones forzadas, el otro trío de protagonistas reunidos para ver la Super Bowl e igualmente circunspectos ante pantallas en blanco, deberían dar para más en lo narrativo, más allá de sus condiciones de miembros privilegiados de la sociedad neoyorquina, más allá de su falta de reacción ante el hecho de que ese mundo cómodo se acaba de vacíar de contenido ante sus narices.
DeLillo regresa aquí a lugares comunes: a estadios abarrotados de espectadores, a simples individuos que, despojados de los avances de la ciencia, han de atravesar ciudades para regresar a sus hogares/refugios. Podemos hinchar sus premisas y atiborrarlas de trascendencia y decir que la novela es más un punto de partida que una conclusión. Claro, podemos decir que DeLillo ha cedido aquí a sus lectores el desarrollo de los hechos (y la especulación de sus causas), pero, con el respeto a la solidez de sus brillantes grandes novelas, si fuera otro, con todo el respeto, insisto, le preguntaría que cómo se atreve a publicar (y a facturar: más de 15 euros por ejemplar) este bosquejo pretencioso.
Coincido con la reseña aunque a mí no me dejado indiferente directamente me ha decepcionado.
ResponderEliminarDe Don DeLillo leí solo dos novelas: Jugadores, una de las primeras, y Cero K, la última hasta la aparición del objeto de la reseña, que también es distópica y me pareció muy buena. Claro, me faltan sus obras mayores, que algún día espero poder leer, ya que más allá de su fama DeLillo tiene un estilo que me atrae. Todo gran autor tiene obras menores, y probablemente El silencio sea una de ellas.
ResponderEliminarEl Puma
Hay tantos buenos autores y maravillosos libros pendientes de leer...Ay,el marketing!
ResponderEliminarGracias por los comentarios. Personalmente y dado su planteamiento no diría que es una obra menor, simplemente es un resbalón en toda regla. De Lillo juega en la liga de los que venden sin querer, pero esa misma condición creo que le obliga a ser más autoexigente.
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