Idioma original: alemán
Título original: Die Flughöhe der
Adler: Historische Essays zur globalen Gegenwart
Año de publicación:2017
Valoración: Muy
recomendable para interesados
Este es un volumen construido a base de
fragmentos, pero se trata de artículos muy amplios, de algunas decenas de
páginas, divididos en capítulos. El historiador alemán Jürgen Osterhammel
repasa aquí las cuestiones que han sido objeto de toda una vida de estudio:
fundamentalmente la historiografía como disciplina y el concepto de
globalización. Este último inicia abruptamente el texto con dos capítulos, algo
áridos pero también muy ilustrativos para el lector profano en la materia. Afortunadamente,
tanta erudición se compensa con su faceta de observador curioso y atento.
Estamos acostumbrados a utilizar el
concepto globalización en singular pero, según dice, no existe una sola sino muchas, y sus efectos pueden ser de signo positivo
(ej: exportación del concepto derechos
humanos) o negativo (tráficos ilegales diversos). Lo evidente es que, desde
los años 90, el mundo se ha convertido en una gran urbe donde toda comunicación
es posible. La globalización no solo
tiene efectos positivos, también altera, destruye y produce desequilibrios. Lo que entendemos por tal tiene precedentes históricos (religiones,
imperios, redes comerciales) que se han intensificado con el tiempo, por eso cabe
preguntarse si se trata de una realidad definitiva o puede experimentar
retrocesos.
En este primer apartado, el autor analiza
las transformaciones que se produjeron en el mundo a partir de la Primera
Guerra, la mayor o menor influencia mutua dependiendo del momento, el papel que jugaron
las nuevas técnicas de comunicación y transporte o las normas legales de alcance internacional en la progresiva
uniformización de las costumbres, sin olvidar otras, como el hundimiento de la
URSS, que también han transformado el panorama global aunque su origen sea de
otro tipo.
De paso, critica la idea excesivamente
optimista del progreso como fuerza irreversible cuyo poder transforma y
perfecciona las sociedades sin posibilidad de retorno. Y, entre otros aspectos,
resalta que las asimetrías, tanto nacionales como internacionales, ni se han
erradicado ni llevan camino de hacerlo.
En la actualidad, el hecho de que
determinadas conductas indeseables puedan ser divulgadas a través de las
fronteras no ha conseguido erradicarlas, ni mucho menos, aunque la
jurisdicción penal internacional las pueda frenar en cierto modo. Por otra
parte, ni siquiera Internet ha sido capaz de eliminar cien por cien las
fronteras, ya que la censura de algunos países ha logrado restringir el flujo
de datos con éxito. En cambio, existen hábitos de consumo y ocio, así como
referencias culturales que ya han sido adoptadas por la mayoría de las
culturas.
La situación actual favorece el
cosmopolitismo, aunque no de forma automática. Esto es obvio pues actitudes
cosmopolitas son las que eliminan etnocentrismos diversos o las que anteponen
el bienestar general a la acumulación de beneficios, superando afortunadamente
la mentalidad racista y salvadora de
los que, en el s. XIX y principios del XX pretendían adoctrinar y civilizar a
determinados territorios. Las primeras iniciativas para el cambio partieron de
líderes concienciados de un lado y del otro. Reflexiona también sobre el concepto de Occidente
(Europa + América) frente a Oriente (todo lo demás), la prepotencia del
primero, su ocasional fascinación por el exotismo de los otros o la autoproclamada necesidad de cerrar fronteras para
salvaguardar privilegios o como signo de inseguridad. Oriente, a su
vez, ha tenido que defenderse de su superioridad militar, intentar igualarla, o
bien, como actualmente, mimetizarse en cierto modo, al formar parte de la
omnipresente sociedad de consumo. Osterhammel no olvida analizar al detalle lo
que denomina “el ascenso de Asia” desde el inicio del siglo XX hasta hoy. Esto
incluye fases muy diversas, principalmente: colonialismo, su superación y el
actual aprovechamiento de las oportunidades que proporciona la actual situación
política y económica.
Asimismo, se definen términos cuyas
fronteras son difusas, guerra, revolución, guerra civil, ilustrando sus similitudes y diferencias con el
análisis de sucesos históricos. Pero
su objetivo no es meramente teórico, tiene también una intención ética: encontrar la mejor manera de eliminar tensiones y mejorar la convivencia entre
países. Él propone como grandes directrices la comunicación constante de unas
áreas y otras, así como la protección de los derechos humanos (exclusión social,
refugiados, trabajos insalubres o peligrosos) no solo en las zonas más pobres,
también en países prósperos, sobre todo a partir de 2007 y su crisis
hipotecaria. O bien estrategias diversas de protección nacional, entre estados
o en defensa de los recursos naturales. De paso, menciona la protección de datos y
la del individuo frente a manipulaciones virtuales de origen dudoso.
Con solo una mirada a la historia, es
fácil deducir que lo que ahora consideramos fronteras incontestables y naciones
construidas de una pieza no son más que el resultado de movilidades más o menos
masivas y alianzas diversas entre grupos. Para entender lo que hemos sido y
dónde estamos ahora, hace falta apartarse del punto de vista único y adoptar un
enfoque amplio (“La historia de todos los
pueblos y sociedades de la Tierra es igual de valiosa, y ninguna merece más
atención que otra, aunque desde el punto de vista de unos intereses
particulares, su importancia pueda no ser la misma”). Aquí llama la
atención sobre el hecho de que todo lo que ocurre tiene su efecto, no solo en
épocas futuras, sino sincrónicamente, en cualquier lugar del globo.
En esta suerte de miscelánea no faltan los
puentes y su valor simbólico como lugar de paz opuesto al concepto de frontera,
ya que trascienden “el abismo que separa
al paisaje de la técnica”, son aliados del comercio e inspiración
permanente de artistas. Tampoco olvida a su admirado Holderlin -cuya época
estudia someramente- o la fascinación hacia el tigre como especie, tan temido
como venerado, y necesitado ahora de protección política.
“Friedrich Hölderlin prefiere el vuelo intermedio de las golondrinas y cigüeñas, y el aún más elevado del águila, altura desde la cual puede reconocer tanto los espacios menores de los seres humanos como los mayores de los continentes. , como afirma en su “Elegía del caminante”: «Donde yo, libre como alado, jugaba por las altas ramas…»
Traducción: Gonzalo García
Hay una película con el mismo nombre? Con guión del libro gracias. Mayor Thompson
ResponderEliminarNo, Thompson. Este es el análisis que un historiador hace de cuestiones que le interesan especialmente. O sea, no es de ficción, es un libro teórico.
ResponderEliminarAdemás, hay una novela histórica con el mismo título, y una serie o película también histórica. Pero no tienen nada que ver entre ellas, solo tienen en común que son históricas.
Muchas gracias por sacarme del error.... Montuenga.. Mayor Thompson
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