Título original: The Witch of Ravensworth
Traducción: Alfonso Boix Jovaní
Año de publicación: 1842
Valoración: Está bien
La bruja de Ravensworth es una novela de menos de doscientas páginas que, historia de terror mediante, explora el precio del poder, la ambición y la avaricia. Es una novela que reflexiona sobre los remordimientos que pueden ocasionar las villanías y lo poco que satisface la riqueza a aquellos que la consiguen mediante actos malvados. Es una novela regada de asesinatos, infidelidades y apariciones sobrenaturales. En cierto sentido, La bruja de Ravensworth es todo un culebrón.
Esta fábula fue escrita en el siglo XIX, por lo que algunos de los elementos que la componen chirriarán para el lector contemporáneo. Su mensaje moralizante puede antojarse anticuado; el giro de tuerca con que termina, inverosímil; sus personajes, planos y maniqueos; su prosa, barroca y reiterativa. Sin embargo, se lee con fluidez (con mucha más fluidez, si se me permite, que obras afines, como El castillo de Otranto) y vale la pena descubrirla en tanto que reliquia del terror gótico decimonónico. Reliquia que tuvo una muy buena acogida en su momento y fue un eslabón imprescindible en la consolidación del género.
Ah, sabed que Siruela traduce La bruja de Ravensworth por primera vez al castellano. Tapa dura, un detallado prólogo y certeras notas a pie de página son algunos de los encantos que ofrece esta edición de lujo. Quizás el único reproche que se le puede hacer al libro en tanto que objeto es su desangelada cubierta.
Gracias por tu comentario Oriol. Es verdad que la portada mete miedo, seguramente más que la novela. En la era victoriana la moralina lo invadía todo. Era una enfermedad moral y también literaria. Había que aleccionar al lector con vidas ejemplares a imitar o vidas horripilantes para rechazar. El resultado era un folletín melodramático que hoy mueve a risa. Ni los más grandes escritores como Dickens escaparon a la moda del siglo. La adúltera nunca escapa a su justo castigo, los caballeros son siempre nobles, el populacho es sano si no es descarriado por los malvados. El optimismo del siglo XIX creía que los buenos al final triunfan y los malos o se hacen buenos o van al hoyo de cabeza. Todos de una pieza. Tuvo que venir Stevenson a contarnos que el mal y el bien conviven dentro de la misma persona y que la fachada de la respetabilidad es eso, fachada.
ResponderEliminarGracias a ti, 1984, por tus siempre brillantes comentarios. Coincido al cien por cien, como de costumbre, con este que has dejado más arriba.
ResponderEliminarA "La bruja de Ravensworth" la impregna ese tufo a moralina tan habitual en la narrativa victoriana. En esta historia, los buenos son muy buenos y los malos muy malos. Hay un amago de media tinta en algún personaje secundario (los criados del barón, el leñador y su esposa...), pero la cosa no cuaja y se acaba revelando como el folletín maniqueo que en realidad es.
Una oportunidad desperdiciada, por cierto, la del mentado barón de La Braunch. La externalización de su conflicto hace que éste sea menos psicológico de lo deseable, y por esta misma razón, el arco de redención que experimenta el personaje se siente forzado y poco satisfactorio.
Y sí, una lástima lo de esta cubierta. Mira que la novela convoca imágenes llamativas que irían de fábula para ilustrarla, como las escenas pavorosas (aunque, todo sea dicho, dichas escenas pierden fuerza vistas en retrospectiva, cuando el clímax hecha por tierra el trasfondo terrorífico del asunto).
Pues me encantaría leerla. Es el tipo de libros que me atrae. Sobre todo para ver cómo ha evolucionado este género desde sus orígenes.
ResponderEliminarLucas, si al final lees "La bruja de Ravensworth" me encantaría conocer tu opinión.
ResponderEliminarEvidentemente, esta novela no carece de atractivo para los amantes del género de terror. Aunque sólo sea por su valor histórico. Y quiero repetir que es breve y de lectura fluida, factores que me parecen sumamente importantes en obras tan antiguas.