Idioma original: alemán
Título original: Der Reisende
Año de publicación: 2018 (de un manuscrito de 1938)
Traducción: José Anibal Campos
Valoración: recomendable
Título original: Der Reisende
Año de publicación: 2018 (de un manuscrito de 1938)
Traducción: José Anibal Campos
Valoración: recomendable
Aclara nota y posfacio del libro sobre las condiciones de su publicación: autor que murió antes de la treintena, libro con protagonista que vive parecidas experiencias a las del autor, condición por tanto de testimonio, aunque convenientemente dramatizado y adaptado a las necesidades narrativas, bonita portada tricolor que representa a la perfección el contenido.
Y es bueno que, en tiempos en que la palabra nazi suele usarse tan a la ligera, recordemos en qué consistió vivir bajo el yugo de las auténticas alimañas que ostentaban tal nombre. Primero porque quien es nazi siempre ataca al débil y abusa de su poder, de su superioridad física, de sus leyes planificadas y diseñadas para preservar su perpetuación al mando. Porque el totalitarismo aplasta a quien se pone en medio y, si algo no sale bien, lo modifica todo para seguir aplastando. La diferencia y la disidencia no pueden pasar del estado embrionario. El nazi ve la paja en el ojo ajeno y pisotea el ojo. El nazi es tan consciente de lo precario e injusto de sus planteamientos que tiene que erradicar cualquier hilo de pensamiento que lo ponga en evidencia.
En fin, perdonad el pequeño desvarío. Esta novela se recupera sobre un manuscrito perdido desde los primeros 40, Boschwitz fallece en 1942, cuando el autor ni siquiera podía imaginar lo que sucedería. Las leyes de Nuremberg ya han sido aplicadas y Otto Silbermann, empresario judío dedicado al comercio y de condición social acomodada, es una más entre las víctimas de la Noche de los Cristales Rotos, tristes hechos de Noviembre de 1938 que todos deberíais conocer. Tiene la opción de escapar, cuando los criminales aporrean la puerta de su casa se encuentra en plena negociación para vender su propiedad, temeroso de lo que piensa que pueda suceder pero no piensa que vaya a suceder tan rápido. Los nazis y toda su red de colaboradores, conscientes o no, han puesto en marcha solo una de sus medidas de represión. Igual ese desconocimiento del hecho futuro emana algo de la ingenuidad presente en alguno de estos párrafos. Boschwitz escribe desde un pequeño rincón de esperanza que se desvanece a medida que avanza el libro pero que no desaparece del todo. Así, la novela parece una trama policíaca de persecución, una especie de juego del gato y el ratón donde los gatos proliferan y son cada vez más traidores y numerosos y los ratones más débiles, y a veces manifiesta ciertas situaciones algo grotescas, todo nos parecerá una parodia hasta que, segundos después, pensemos en que esas situaciones fueron reales. Los judíos despojados de derechos, de bienes, de empresas, de dinero, de matrimonios, de familias, de libertad, de vida.
Silbermann huye y ve como el mundo que le abría las puertas de par en par empieza a cerrárselas de un día para otro. Socios, familiares indirectos, relaciones del mundo de los negocios, empiezan a evitar su presencia o dejan de ofrecer su ayuda cuando huye, tomando un tren tras otro pergeñando planes para huir a Bélgica o a Francia. Desconfiando de cada encuentro casual, exponiéndose (dan ganas de gritar al protagonismo) a cada paso cuando a veces, habla con franqueza a algún desconocido sobre su situación.
Quizás más estrictamente necesaria como testimonio de unos hechos que por su valor literario, aunque la novela a veces flaquee en lo estilístico o desprenda esa aludida inocencia, pocos testimonios tan directos sobre esa olla en pre-ebullición que era la Alemania de 1938 podréis disfrutar.
En fin, perdonad el pequeño desvarío. Esta novela se recupera sobre un manuscrito perdido desde los primeros 40, Boschwitz fallece en 1942, cuando el autor ni siquiera podía imaginar lo que sucedería. Las leyes de Nuremberg ya han sido aplicadas y Otto Silbermann, empresario judío dedicado al comercio y de condición social acomodada, es una más entre las víctimas de la Noche de los Cristales Rotos, tristes hechos de Noviembre de 1938 que todos deberíais conocer. Tiene la opción de escapar, cuando los criminales aporrean la puerta de su casa se encuentra en plena negociación para vender su propiedad, temeroso de lo que piensa que pueda suceder pero no piensa que vaya a suceder tan rápido. Los nazis y toda su red de colaboradores, conscientes o no, han puesto en marcha solo una de sus medidas de represión. Igual ese desconocimiento del hecho futuro emana algo de la ingenuidad presente en alguno de estos párrafos. Boschwitz escribe desde un pequeño rincón de esperanza que se desvanece a medida que avanza el libro pero que no desaparece del todo. Así, la novela parece una trama policíaca de persecución, una especie de juego del gato y el ratón donde los gatos proliferan y son cada vez más traidores y numerosos y los ratones más débiles, y a veces manifiesta ciertas situaciones algo grotescas, todo nos parecerá una parodia hasta que, segundos después, pensemos en que esas situaciones fueron reales. Los judíos despojados de derechos, de bienes, de empresas, de dinero, de matrimonios, de familias, de libertad, de vida.
Silbermann huye y ve como el mundo que le abría las puertas de par en par empieza a cerrárselas de un día para otro. Socios, familiares indirectos, relaciones del mundo de los negocios, empiezan a evitar su presencia o dejan de ofrecer su ayuda cuando huye, tomando un tren tras otro pergeñando planes para huir a Bélgica o a Francia. Desconfiando de cada encuentro casual, exponiéndose (dan ganas de gritar al protagonismo) a cada paso cuando a veces, habla con franqueza a algún desconocido sobre su situación.
Quizás más estrictamente necesaria como testimonio de unos hechos que por su valor literario, aunque la novela a veces flaquee en lo estilístico o desprenda esa aludida inocencia, pocos testimonios tan directos sobre esa olla en pre-ebullición que era la Alemania de 1938 podréis disfrutar.
Hola, Francesc:
ResponderEliminarEl negacionismo debería considerarse crimen moral ante testimonios como este y tantos datos fehacientes. Por desgracia, el nazismo no ha muerto, sólo ha encubierto sus signos exteriores, y ahí siguen entre nosotros; no me olvido de verlos por la calle pavoneándose y gritando sus consignas odiosas.
Lo del ratón y el gato me ha recordado al magnífico “Maus”
Muchas gracias por dar a conocer esta obra
Saludos
Buenas tardes Francesc, gracias por una reseña tan tan interesante, leo el libro sin duda. Un saludo
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