Idioma original: Alemán
Título original: Wie
ich vershute, ein guter Mens zu sein
Año de
publicación: 2018
Traducción: Lola
Pérez Pablos
Valoración: Muy
recomendable
Entre las casi
quinientas páginas de su anterior cómic y las casi cuatrocientas de este, no se
le podrá negar a la dibujante austriaca Ulli Lust (Viena, 1967) la capacidad de
narrar con detalle, ritmo e interés episodios de su vida. Y eso que en este Cómo
traté de ser una buena persona se refiere a sus 22 - 23 años de edad, mientras
que en el volumen anterior, Hoy es el último día del resto de mi vida, se ceñía
a los 17. En cualquier caso, si todas las cómics que nos pueda deparar van a
ser tan enjundiosos y emocionantes como estos, que vengan los que haga falta
porque las historietas de Ulli Lust son como un chuletón de buey -botella de
Ribera incluida- para los carnívoros, un auténtico festín. A pesar incluso de
los títulos que les pone.
Si en Hoy es el
último día del resto de mi vida (2009) asistíamos al demencial viaje por la
Italia de la primera mitad de los 80 de una adolescente punki -ingenua,
determinada, errática- en Cómo traté de ser una buena persona nos la reencontramos
cinco años después en Viena, con un hijo al que crían sus abuelos y la misma
cantidad de dudas, incertidumbres y carencias que en su adolescencia. Aunque
con un par de cosas muy claras. Sabe que quiere dedicarse a dibujar por encima
de todo y está dispuesta a pelear para encontrar la manera de disfrutar de su
condición de mujer, joven y libre. Cosa que en la Viena de aquel momento requería
desde luego bastante determinación y mayor arrojo.
El libro se inicia
con las estrecheces habituales de una nini que sobrevive a base de las parcas
ayudas del sistema público de desempleo y con un novio más mayor y maduro, que
le aporta estabilidad y ambición personal aunque nula pasión ni pulsión sexual.
Como en la vida todo es cuestión de hablarlo, acuerdan en un plano teórico la
opción de procurarse amantes, que rápidamente se hace carne con el inicio de
una apasionada relación con un chico nigeriano, divertido, visceral, volcánico.
George es el novio europeo y Kimata el novio africano. Los borrosos límites de
la relación abierta a tres bandas se difuminan una y otra vez en la secuencia
de episodios excitantes, placenteros, convulsos, viscerales, truculentos. Aunque
lo que prevalece es una descripción, en dibujos y en palabras, del deseo, la
excitación y el placer, deliciosamente maravillosa.
El dibujo de Ulli
Lust combina parquedad y detallismo y para mi gusto funciona mejor en
los planos cortos que en los generales pero consigue ser una portentosa máquina
de generar emociones, sensaciones, matices, detalles. Cómo apenas una minúscula
línea de lápiz es capaz de transmitir incredulidad, complicidad, miedo,
gratitud. El dibujo, en blanco y negro, apenas es acompañado a lo largo de toda
la extensión de la narración por el contrapunto del fucsia, al igual que en Hoy
es el primer día del resto de mi vida lo hacía el verde pistacho. Lo que se
asoma en esta viñetas son retazos de vida, genuina y auténtica, cruda y dulce, dolorosa
y placentera, cruel y única, con personajes de carne y hueso realmente
complejos, audaces e imperfectos, como la propia protagonista o, por ejemplo,
también su madre.
Una de las escenas
más entrañables, en mi subjetivo parecer, es la que la protagonista le intenta
explicar a su hijo su incapacidad para afrontar el conflicto, para enzarzarse
en una pelea. Y su estrategia para escurrir el bulto, su habilidad para huir.
“-¿¿Y qué haces si
no puedes huir??
-Er… Entonces
tengo un problema.”
Me agrada el estilo de dibujo. Se me figura el de algún artista que llegué a ver más de una vez, pero no me viene a la mente ahorita. También me recuerda, sin ser idéntico, un poco a cómo dibujaron el elseworld de Batman: Nosferatu. Un estilo de dibujo que refleja la atmósfera triste y oscura de la historia.
ResponderEliminarHola Alexander, pues no te creas, aunque tiene momentos muy duros y tristes, la sensación final no es la de haber asistido a una historieta oscura, en absoluto.
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