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viernes, 13 de septiembre de 2019

Ulli Lust: Cómo traté de ser una buena persona


Idioma original: Alemán
Título original: Wie ich vershute, ein guter Mens zu sein
Año de publicación: 2018
Traducción: Lola Pérez Pablos
Valoración: Muy recomendable

Entre las casi quinientas páginas de su anterior cómic y las casi cuatrocientas de este, no se le podrá negar a la dibujante austriaca Ulli Lust (Viena, 1967) la capacidad de narrar con detalle, ritmo e interés episodios de su vida. Y eso que en este Cómo traté de ser una buena persona se refiere a sus 22 - 23 años de edad, mientras que en el volumen anterior, Hoy es el último día del resto de mi vida, se ceñía a los 17. En cualquier caso, si todas las cómics que nos pueda deparar van a ser tan enjundiosos y emocionantes como estos, que vengan los que haga falta porque las historietas de Ulli Lust son como un chuletón de buey -botella de Ribera incluida- para los carnívoros, un auténtico festín. A pesar incluso de los títulos que les pone.

Si en Hoy es el último día del resto de mi vida (2009) asistíamos al demencial viaje por la Italia de la primera mitad de los 80 de una adolescente punki -ingenua, determinada, errática- en Cómo traté de ser una buena persona nos la reencontramos cinco años después en Viena, con un hijo al que crían sus abuelos y la misma cantidad de dudas, incertidumbres y carencias que en su adolescencia. Aunque con un par de cosas muy claras. Sabe que quiere dedicarse a dibujar por encima de todo y está dispuesta a pelear para encontrar la manera de disfrutar de su condición de mujer, joven y libre. Cosa que en la Viena de aquel momento requería desde luego bastante determinación y mayor arrojo.

El libro se inicia con las estrecheces habituales de una nini que sobrevive a base de las parcas ayudas del sistema público de desempleo y con un novio más mayor y maduro, que le aporta estabilidad y ambición personal aunque nula pasión ni pulsión sexual. Como en la vida todo es cuestión de hablarlo, acuerdan en un plano teórico la opción de procurarse amantes, que rápidamente se hace carne con el inicio de una apasionada relación con un chico nigeriano, divertido, visceral, volcánico. George es el novio europeo y Kimata el novio africano. Los borrosos límites de la relación abierta a tres bandas se difuminan una y otra vez en la secuencia de episodios excitantes, placenteros, convulsos, viscerales, truculentos. Aunque lo que prevalece es una descripción, en dibujos y en palabras, del deseo, la excitación y el placer, deliciosamente maravillosa.

El dibujo de Ulli Lust combina parquedad y  detallismo y para mi gusto funciona mejor en los planos cortos que en los generales pero consigue ser una portentosa máquina de generar emociones, sensaciones, matices, detalles. Cómo apenas una minúscula línea de lápiz es capaz de transmitir incredulidad, complicidad, miedo, gratitud. El dibujo, en blanco y negro, apenas es acompañado a lo largo de toda la extensión de la narración por el contrapunto del fucsia, al igual que en Hoy es el primer día del resto de mi vida lo hacía el verde pistacho. Lo que se asoma en esta viñetas son retazos de vida, genuina y auténtica, cruda y dulce, dolorosa y placentera, cruel y única, con personajes de carne y hueso realmente complejos, audaces e imperfectos, como la propia protagonista o, por ejemplo, también su madre.

Una de las escenas más entrañables, en mi subjetivo parecer, es la que la protagonista le intenta explicar a su hijo su incapacidad para afrontar el conflicto, para enzarzarse en una pelea. Y su estrategia para escurrir el bulto, su habilidad para huir.

“-¿¿Y qué haces si no puedes huir??

-Er… Entonces tengo un problema.”

2 comentarios:

  1. Me agrada el estilo de dibujo. Se me figura el de algún artista que llegué a ver más de una vez, pero no me viene a la mente ahorita. También me recuerda, sin ser idéntico, un poco a cómo dibujaron el elseworld de Batman: Nosferatu. Un estilo de dibujo que refleja la atmósfera triste y oscura de la historia.

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  2. Hola Alexander, pues no te creas, aunque tiene momentos muy duros y tristes, la sensación final no es la de haber asistido a una historieta oscura, en absoluto.

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