Año de publicación: 1944 (un año antes, por entregas)
Valoración: Está bien
Lo siento, pero no puedo empezar a hablar de un libro de Camilo José Cela sin dejar claro que este caballero me caía gordísimo. Era Cela uno de los representantes de esa estirpe de artistas mediáticos que se construyeron su personaje y supieron sacarle todo el partido, lo cual despierta mi antipatía y, en mi humilde opinión, les hace perder crédito. No citaré otros nombres –los hay, y varios, también en la actualidad- pero en el caso de Cela, su connivencia con el franquismo (desconozco el alcance real, y tampoco me interesa mucho) y su eclosión en la época de la televisión única pregonando bufonadas sin gracia le hicieron acreedor a mi rechazo y consiguiente exclusión de mi lista de lecturas. Pero como todo aquello queda ya afortunadamente muy lejos, pues nada, dejemos por un momento los prejuicios, al menos para dar una oportunidad a una obra de la que había oído hablar pero que no conocía.
Dentro de la prolongada, bastante abundante, muy variada y creo que enormemente irregular trayectoria del autor gallego, Pabellón de reposo aparece poco después de la célebre (con razón) La Familia de Pascual Duarte, todavía inmersa en el realismo y muy lejos de la experimentación que ensayó años más tarde. Con un innegable parentesco, al menos en el escenario, con La montaña mágica de Thomas Mann (1924), y más notorio aún con The Straw, de Eugene O´Neill (1922), la obra de Cela es un compendio de reflexiones de un grupo de enfermos terminales en un sanatorio para tuberculosos. Personas de diferente edad y condición social dejan constancia escrita de sus sentimientos en esas difíciles circunstancias, aislados del mundo exterior y carcomidos por la enfermedad.
En esa fase final los siete pacientes van dejando sus impresiones sobre el entorno, la vida que dejaron fuera, sus temores y esperanzas, los tratamientos que se les proponen, o sobre sus propios compañeros de pabellón. Reflexiones a veces amargas, otras cargadas de ingenuidad, más centradas en la vida que en la muerte, y con una característica casi permanente: por encima de la añoranza de lo perdido o de las dudosas perspectivas sobre el futuro, los enfermos hablan casi siempre en torno al presente. Con escasas excepciones, parecen individuos que hubieran asumido el aislamiento y la incertidumbre que les ha tocado vivir, sin hacerse demasiadas preguntas y sin dejarse dominar por las debilidades que se dirían naturales, el anhelo o la desesperación. Tanto han asimilado la situación que (recurso ya visto otras veces) pierden sus nombres y se llaman entre sí por el número de habitación.
Como seguramente se puede ir deduciendo, aunque los pacientes son muy diferentes en edad, situación personal o circunstancias sociales, las voces no son demasiado diferentes. Es el primer elemento que choca desde el punto de vista narrativo. Como la génesis del relato se encuentra en una experiencia personal del autor (como creo que también lo fue en caso de O´Neill), da la impresión de que Cela ha trasladado a este peculiar colectivo sus propias sensaciones, diversificando con algunos matices para individualizar a los personales, sin conseguirlo del todo. Y así apenas encontramos rastro de lo que serían reacciones dispares según la personalidad del enfermo, es decir, el predominio de la tristeza, del miedo, de la esperanza o de la ira, según los casos. Todos parecen pensar y sentir de una forma demasiado homogénea.
No es solo el contenido de esas reflexiones, también su forma es poco menos que intercambiable, y en mi opinión más bien poco adecuada a lo que se quiere transmitir. Vale que alguno de los personajes se deje llevar en su agonía por la vena poética, pero no es creíble que lo hagan todos ellos. Apenas ningún momento de desgarro, nadie recurre a la exclamación ni transcribe un diálogo, casi no encontramos una anécdota, ¿puede no haber ruptura en el estilo de siete personajes que escriben libremente durante varios días? Y no, tampoco busquemos subtexto ni vanguardismo que dispensen este extraño efecto. Estamos en la vía realista.
Lo que ocurre es que la estructura de la narración resulta determinante en el resultado. Formalmente el esquema está bien diseñado, pero me atrevería a decir que peca de inmadurez. Se diría que Cela toma la idea central, decide desarrollarla en esas dos rondas sucesivas de voces, lo que es una apuesta valiente y hasta atractiva, pero no acierta con los elementos que esa estructura exigía: profundizar mucho más en los personajes, darles tonalidad y lenguaje bien definidos, hacer funcionar el conjunto como tal y no como mera suma de testimonios. Seguramente por haber recurrido al formato de textos escritos, es ahí donde el relato pierde credibilidad, resulta forzado y muy lejos de la naturalidad que destilaba Pascual Duarte. Unos años más tarde, en La colmena sí dio con el mecanismo correcto de una novela coral.
Con todo, es cierto que hay algunos momentos de intensidad bien construida, y habrá quien disfrute de esa prosa en mi opinión excesivamente poética, pero el texto se queda a medias, tal vez por incoherencia entre el objetivo y los medios empleados, quizá por excesivamente ambicioso.
Creo que en el fondo Cela no era un novelista. No era un muñidor de historias y argumentos largos. Sólo "La familia de Pascual Duarte" y quizá "La colmena" son novelas. El resto de su producción son cuentos breves y textos de prosa poética más o menos conseguidos y artificiosamenre hilvanados. Algunos de esos textos pueden conmover o emocionar, otros no. Prueba de lo que digo es que, cuando le ofrecieron ganar el Planeta por razones comerciales, la propia editorial le proporcionó el argumento de otra obra presentada al concurso en convocatoria anterior, y de ahí aquel lío del plagio que le persiguió en el último tramo de su vida.
ResponderEliminarHola, Sandra:
EliminarEstá muy bien pensado lo que dices, aunque yo añadiría a ese tipo de "novelas a retazos" "La colmena", pues como novela coral también se puede decir que un patchwork de historias. Eso sí, cosidas con muy buen oficio y excelente resultado, en ese caso...
Yo no me atrevería a decir tanto, porque no conozco mucho más de su obra, aparte de alguna incursión en terrenos más experimentales. Pero es probable que tengáis razón. El 'Pascual Duarte' sí se puede considerar una novela como tal, 'La colmena' efectivamente es un entramado, aunque muy bien trenzado, y este 'Pabellón de reposo' es difícil calificarlo como novela.
ResponderEliminarSaludos y gracias por los comentarios.
No pasa nada porque a uno no le gusten las novelas. A mí en general me aburren, porque a menudo adolecen de estiramiento narrativo e impiden la unidad de acto en su lectura, con quiebra de su ritmo o flujo. Prefiero los relatos o cuentos que se extienden lo estrictamente necesario. Esto mismo le pasaba (!no es que quiera compararme, líbreme Dios!) a Borges, quien presumía de no escribir novelas y de haber conseguido acabar muy pocas. El problema es cuando el autor (o la editorial) hacen "contrabando" de género literario, haciendo colar o vendiendo como novela lo que obviamente no lo es. Resulta además un truco o mentira que, como todas, tiene las patas muy cortas.
ResponderEliminarEntiendo que los géneros literarios son una simple convención con finalidad didáctica o expositiva, y en realidad no existen fronteras definidas en base a la extensión, contenido o forma. Por lo que se refiere a 'Pabellón de reposo', no creo que nadie haya tenido especial interés en definirla como novela, simplemente es a lo que más se parece, y de alguna forma hay que llamarla.
ResponderEliminarGracias por el comentario, Isidoro.
Cela tenía problemas para levantar personajes, para bucear en su psicología creando historias vivas. Si no tenía personajes tampoco tenía argumentos. Tiene mucha razón Sandra en su comentario: Don Camilo era un buen escritor, pero no exactamente un novelista como lo fueron Delibes, Sender o Baroja. Don Camilo levantaba retablos de fantoches, esperpentos, o bien se concentraba en libros de viajes o experimentales, muy interesantes por lo demás. Pero novela en cuanto tal únicamente escribió el maravilloso Pascual Duarte, que es muy breve, con un crescendo dramático muy bien llevado que acaba en una catarsis sangrienta como consumación del destino trágico, lorquiano, de su protagonista. La Colmena es sin duda un gran libro en cuanto a innovaciones narrativas, pero sus 300 personajes, excepto Martín Marco, son caricaturas. Y Pabellón de Reposo es una narración poética sin tensión narrativa, sin historia, de un ambiente cargado y bien condensado literariamente, sin embargo. Para mí Cela era un gran estilista al vacío. Al final, no tenía nada que contar excepto chistes de mal gusto o simples groserías.
ResponderEliminarInteresante tu análisis sobre Cela, Alejandro. En lo que se refiere a 'Pabellón de reposo' también estoy bastante de acuerdo. A mi juicio le falta efectivamente tensión y le sobra poesía, aunque tiene algunos momentos de cierto valor narrativo. Como he pretendido expresar en la reseña, me parece una obra bien ideada pero que falla porque el contenido carece de vigor.
ResponderEliminarGracias por el comentario.