Título original: The Death and Life of Great American Cities
Año de publicación: 1961
Traducción: Ángel Abad / Ana Useros
Valoración: interesante en cualquier caso, pero imprescindible para interesados
Puede que alguno de nuestros seguidores se haya preguntado a qué viene ese añadido "y el urbanismo" a una semana dedicada a la arquitectura. Pues aquí está la respuesta: a este libro de Jane Jacobs, que pese a contar con la friolera de casi 60 años ya, se sigue considerando (si hay algún experto en la sala que me pueda corregir, que lo haga) como uno de los más influyentes, sino el que más, de la disciplina urbanística actual, esto es, del estudio y la ordenación de las ciudades y su funcionamiento. Lo cual es aún más significativo pues su autora no era urbanista, al menos de formación. Y más aún cuanto que se atrevía a cuestionar las corrientes dominantes en el urbanismo de ese momento, derivadas de las ideas de "Ciudad Jardín" y de "Ciudad Radiante" o una combinación de ambas -y a los popes del urbanismo americano del momento, como el todopoderoso Robert Moses o el muy respetado Lewis Mumford (que, por cierto, sacó su libro La ciudad en la historia este mismo año de 1961).
No voy a resumir aquí las casi 500 y muy prolijas páginas de este libro, llenas de ejemplos y consideraciones que, en gran medida, posiblemente se nos escapen hoy en día, al referirse a situaciones de hace 60 años en Norteamérica -y en la ciudad de Nueva York, sobre todo-, pero en conclusión podemos decir que la postura de Jacobs se asienta no en la creación de un ciudad ideal, utópica, que funciones perfectamente sobre el papel, con sus áreas bien diferenciadas y en la que sus habitantes utilizaran cada uno de sus elementos tal y como urbanistas y arquitectos han establecido... sin fijarse antes en cómo son realmente las relaciones de los ciudadanos con su entorno y entre sí, cual es el funcionamiento real de una ciudad. Para esta autora, una ciudad que vital, vibrante, atrayente, cómoda, segura, entretenida y acogedora es aquella en la que sus usos, tipología de edificios, de población rentas, etc... se hallan mezclados en gran medida, con pocas zonas de uso "especializado", no necesariamente con muchas zonas verdes -o no cualquier zona verde- y espacios amplios, y donde la vida de los barrios -entiéndase "barrio" como , a veces, una sola calle o , en todo caso, una calle y sus adyacentes- se lle ve a cabo sobre todo en las aceras, las tiendas y los portales, donde sus habitantes , ya sean vecinos o visitantes de otras zonas, puedan mezclarse y relacionarse unos con otros fácilmente, y también llevar a cabo una vigilancia del espacio público común, para convertirlo en seguro para todo el que pase, y sobre todo para los niños.
En resumen, lo que pretendía Jane Jacobs es que los barrios de las grandes urbes norteamericanas se convirtieran en pequeños pueblos de los países mediterráneos, con sus tenderos cotillas, sus desocupados sentados delante del bar y sus "viejas del visillo" detrás de cada ventana. Ese era el ideal de ciudad moderna para esta urbanista -o socióloga/periodista/ activista metida a urbanista-; parece que sólo ve ventajas en el tipo de comunidad que a algunos nos pone los pelos como escarpias (recordemos lo de "pueblo pequeño, infierno grande")... Aunque estoy exagerando un poco: ella misma se da cuenta de que uno de los mayores atractivos (y activos) de las grandes ciudades es la posibilidad de mantener un alto grado de intimidad, pero asimismo confía la preservación de esta intimidad en este tipo de vecindario al que defiende, basado en su propia calle de Greenwich Village o en el North End de Bostosn, (aunque a veces, siento decirlo, parece que esté hablando del país de la piruleta, no menos utópica que la aséptica Ciudad Radiante de Le Corbusier-; de hecho, su idea de actuación urbana consiste en preservar e incentivar aún más los elementos que contribuyen a crear estos pequeños ecosistemas de buena vecindad, proponiendo incluso una serie de "generadores de diversidad", la palabra clave en todo su discurso urbanístico: combinación de diferentes usos primarios, concentración de la población, manzanas pequeñas con variedad de tipos de edificios con presencia ineludible de edificaciones antiguas, y destierro de todos los prejuicios contra la diversidad urbana -no sólo de funcionalidad o usos sino también de etnias, clases sociales, etc...-, que, ya digo, para ella es la fuente de toda vitalidad de una ciudad.
En mi opinión, lo más interesante de este libro no es tanto los diagnósticos y propuestas que hace Jacobs sobre las ciudades norteamericanas de su tiempo (y que, por cierto, llevó en la medida que pudo a la práctica de forma bastante peleona, consultad si queréis su biografía, pues merece la pena como personaje histórico): ya digo que muchas de sus consideraciones posiblemente se nos escapen hoy en día y más aún a quienes no conocemos de primera mano esas ciudades. Lo importante, creo yo, es que rompió los esquemas teóricos de lo que hasta ese momento se consideraba adecuado, de las idées reçues sobre como debería ser la ciudad y qué era más conveniente para sus habitantes. Ella lo que hizo fue fijarse en la realidad y proponer salvar los elementos de la misma que mejor funcionasen, así como incentivar o tratar de implantarlos donde no los hubiera o estuviesen en trance de desaparecer-y no necesariamente con las intervenciones espectaculares que tanto gustan a los políticos-... Caramba, si ni siquiera se declara totalmente en contra de la presencia del automóvil en los cascos urbanos -¡oh, sorpresa!-, sino de su uso en la medida adecuada, a partir del estudio de los flujos de transporte para no empeorar más aún el tráfico y la emisión de gases con medidas que pretenden lo contrario.
Lo importante de Jane Jacobs, es que, una vez más, se trata de Aristóteles frente a Platón, es Andreas Vesalius escribiendo De humani corporis fabrica, Billy Beane revolucionando el baseball con los A's de Oakland en 2002... Es una mujer que se atrevió a cuestionar los dogmas inamovibles de los expertos en una materia y comenzó a observar la realidad tal como era, a las ciudades como organismos vivos y a sus habitantes como personas que interactúan, no como si fueran los muñequitos de una maqueta, y su entorno, pulcras líneas en un plano, y no su paisaje diario, su hogar.
"Vecindades urbanizadas delimitadas de manera significativa por su tejido, su vida y las actividades mixtas que son capaces de generar, y no por unas fronteras puramente formales están por supuesto en contradicción con la ortodoxia urbanística. La diferencia es la que estriba en tratar con organismos vivos y complejos, capaces de conformar sus propios destinos, y tratar con asentamientos fijos e inertes, capaces simplemente de custodiar (y no siempre) lo que se ha derramado sobre ellos ".
No voy a resumir aquí las casi 500 y muy prolijas páginas de este libro, llenas de ejemplos y consideraciones que, en gran medida, posiblemente se nos escapen hoy en día, al referirse a situaciones de hace 60 años en Norteamérica -y en la ciudad de Nueva York, sobre todo-, pero en conclusión podemos decir que la postura de Jacobs se asienta no en la creación de un ciudad ideal, utópica, que funciones perfectamente sobre el papel, con sus áreas bien diferenciadas y en la que sus habitantes utilizaran cada uno de sus elementos tal y como urbanistas y arquitectos han establecido... sin fijarse antes en cómo son realmente las relaciones de los ciudadanos con su entorno y entre sí, cual es el funcionamiento real de una ciudad. Para esta autora, una ciudad que vital, vibrante, atrayente, cómoda, segura, entretenida y acogedora es aquella en la que sus usos, tipología de edificios, de población rentas, etc... se hallan mezclados en gran medida, con pocas zonas de uso "especializado", no necesariamente con muchas zonas verdes -o no cualquier zona verde- y espacios amplios, y donde la vida de los barrios -entiéndase "barrio" como , a veces, una sola calle o , en todo caso, una calle y sus adyacentes- se lle ve a cabo sobre todo en las aceras, las tiendas y los portales, donde sus habitantes , ya sean vecinos o visitantes de otras zonas, puedan mezclarse y relacionarse unos con otros fácilmente, y también llevar a cabo una vigilancia del espacio público común, para convertirlo en seguro para todo el que pase, y sobre todo para los niños.
En resumen, lo que pretendía Jane Jacobs es que los barrios de las grandes urbes norteamericanas se convirtieran en pequeños pueblos de los países mediterráneos, con sus tenderos cotillas, sus desocupados sentados delante del bar y sus "viejas del visillo" detrás de cada ventana. Ese era el ideal de ciudad moderna para esta urbanista -o socióloga/periodista/ activista metida a urbanista-; parece que sólo ve ventajas en el tipo de comunidad que a algunos nos pone los pelos como escarpias (recordemos lo de "pueblo pequeño, infierno grande")... Aunque estoy exagerando un poco: ella misma se da cuenta de que uno de los mayores atractivos (y activos) de las grandes ciudades es la posibilidad de mantener un alto grado de intimidad, pero asimismo confía la preservación de esta intimidad en este tipo de vecindario al que defiende, basado en su propia calle de Greenwich Village o en el North End de Bostosn, (aunque a veces, siento decirlo, parece que esté hablando del país de la piruleta, no menos utópica que la aséptica Ciudad Radiante de Le Corbusier-; de hecho, su idea de actuación urbana consiste en preservar e incentivar aún más los elementos que contribuyen a crear estos pequeños ecosistemas de buena vecindad, proponiendo incluso una serie de "generadores de diversidad", la palabra clave en todo su discurso urbanístico: combinación de diferentes usos primarios, concentración de la población, manzanas pequeñas con variedad de tipos de edificios con presencia ineludible de edificaciones antiguas, y destierro de todos los prejuicios contra la diversidad urbana -no sólo de funcionalidad o usos sino también de etnias, clases sociales, etc...-, que, ya digo, para ella es la fuente de toda vitalidad de una ciudad.
En mi opinión, lo más interesante de este libro no es tanto los diagnósticos y propuestas que hace Jacobs sobre las ciudades norteamericanas de su tiempo (y que, por cierto, llevó en la medida que pudo a la práctica de forma bastante peleona, consultad si queréis su biografía, pues merece la pena como personaje histórico): ya digo que muchas de sus consideraciones posiblemente se nos escapen hoy en día y más aún a quienes no conocemos de primera mano esas ciudades. Lo importante, creo yo, es que rompió los esquemas teóricos de lo que hasta ese momento se consideraba adecuado, de las idées reçues sobre como debería ser la ciudad y qué era más conveniente para sus habitantes. Ella lo que hizo fue fijarse en la realidad y proponer salvar los elementos de la misma que mejor funcionasen, así como incentivar o tratar de implantarlos donde no los hubiera o estuviesen en trance de desaparecer-y no necesariamente con las intervenciones espectaculares que tanto gustan a los políticos-... Caramba, si ni siquiera se declara totalmente en contra de la presencia del automóvil en los cascos urbanos -¡oh, sorpresa!-, sino de su uso en la medida adecuada, a partir del estudio de los flujos de transporte para no empeorar más aún el tráfico y la emisión de gases con medidas que pretenden lo contrario.
Lo importante de Jane Jacobs, es que, una vez más, se trata de Aristóteles frente a Platón, es Andreas Vesalius escribiendo De humani corporis fabrica, Billy Beane revolucionando el baseball con los A's de Oakland en 2002... Es una mujer que se atrevió a cuestionar los dogmas inamovibles de los expertos en una materia y comenzó a observar la realidad tal como era, a las ciudades como organismos vivos y a sus habitantes como personas que interactúan, no como si fueran los muñequitos de una maqueta, y su entorno, pulcras líneas en un plano, y no su paisaje diario, su hogar.
"Vecindades urbanizadas delimitadas de manera significativa por su tejido, su vida y las actividades mixtas que son capaces de generar, y no por unas fronteras puramente formales están por supuesto en contradicción con la ortodoxia urbanística. La diferencia es la que estriba en tratar con organismos vivos y complejos, capaces de conformar sus propios destinos, y tratar con asentamientos fijos e inertes, capaces simplemente de custodiar (y no siempre) lo que se ha derramado sobre ellos ".
Además de interesante el hecho de que fue a contracorriente, supongo, se hace muy interesante preguntarse cuánta razón tenía hace 60 años, por más que entonces no tuviera en cuenta algunos factores que hoy están a la orden del día.
ResponderEliminarCito una frase que hoy "va a misa" como para que el lector juzgue si la autora que propones tenía razón o no: "La adaptación al espacio local es una de las bases de la sostenibilidad. Las formas de vida y consumo que no tienen en cuenta el clima, el suelo, la relación con los ecosistemas cercanos, no pueden ser por definición sostenibles"
Incluso dices al final: " y comenzó a observar la realidad tal como era, a las ciudades como organismos vivos y a sus habitantes como personas que interactúan, no como si fueran los muñequitos de una maqueta, y su entorno, pulcras líneas en un plano, y no su paisaje diario, su hogar."
Esto se parece al primer paso de lo que hoy los expertos llaman: diseño integral de sistemas.
En fin. Que no tengo idea de arquitectura y urbanismo pero por lo que concluyo leyéndote y valorando lo poco que sé sobre otras materias, sus conocimientos en sociología, (concretamente las diferencias entre comunidad y sociedad tan estudiadas por estos), pudieron ser los que motivaron unas razones que al día de hoy tienen mucho valor ecológico.
Hace dos días Beatriz me comentaba, con muchísima razón, que el urbanismo respondía en cierta medida a nuestra forma de vivir. Sin duda. Pero hoy también hablamos de lo que llaman: atrapamiento coevolutivo. Y el caso más notorio es el que tiene la sociedad norteamericana con su urbanismo. "El sueño americano": Casas grandes en avenidas grandes lejanas a las ciudades y a los trabajos son adictas en mayor proporción a los combustibles baratos. Esta es la razón por la que Norteamerica se desentiende del acuerdo contra el calentamiento global. No un negacionismo que ya no se creen ni ellos. No es que Trump sea malo o estúpido. Simplemente es que están atrapados en un urbanismo que, por lo visto, venció a las propuestas de la autora que traes hoy.
Muy interesante la reseña.
Tengo una sensación extraña al leer la reseña sobre esta obra porque, por mi formación, no comprendo como nunca se interpuso en mi camino y, sin embargo, todas esas tesis de las que habla Jane Jacobs están de algún modo en mi cabeza. Habla de sostenibilidad y de lo importante que es el modelo de ocupación urbana para lograr dicha sostenibilidad. Desde luego que esta mujer no fue ni mucho menos profeta en su tierra ya que, además, sus referentes estaban en la vieja Europa con un pasado medieval y, especialmente, en la ciudad Mediterránea, compacta, mixta...
ResponderEliminarMucho se ha utilizado de mala manera la palabra sostenibilidad mientras seguíamos concibiendo las ciudades como maquinaria simple y no como sistemas complejos, casi orgánicos. Me parto de la risa con las ciudades radiantes y las ciudades jardines y toda su parentela. Ya me perdonareis la expresión pero, en lo que a ciudades se refiere, es mejor que las pajas mentales se queden en el papel.
Gracias por tu reseña, Juan.
No sé si conoces al arquitecto Edward Mazrias, Beatriz, pero yo lo recuerdo de ambientales y su explicación sobre las decisiones acumulativas, lo difícil que es cambiar el rumbo de lo edificado y sus consecuencias siempre a largo plazo.
ResponderEliminarDesde nuestra ventana solemos tener la idea de que la arquitectura moderna poco aprovechó la enorme sabiduría de la arquitectura vernácula. (Aunque está claro que nada es tan simple). Pero si uno piensa en la ciudad radiante o, simplemente, compara una casona de California y sus techos oscuros con una de esas encaladas en los pueblos blancos de Andalucía, ve lo que puede ser el delirio o la paja mental que dijeras tú. No se trata únicamente de preservar la tradición y la identidad. Es también cuestión de datos: un 60% más de gasto energético solo por no tener en cuenta el medio natural donde construyes. Yo creo que nisiquiera hace falta ser un plasta del ecologismo (como somos algunos), con aceptar las bases mínimas sobre materia y energía ya deberíamos reconocer el delirio y separarlo de nuestra idea de progreso.
Hola a los tres:
ResponderEliminarVaya tema y en qué semana,con problemas de narcopisos, okupas, y con los san Fermines a dos días vista. Pamplona es una ciudad amable, con gente que se moviliza en iniciativas muy interesantes, pero la sensación de “amenaza” que nos traen las nuevas formas de capitalismo depredador (todo, ya, barato y sin saber cómo)siempre está encima. Refiriéndome solo a la forma de vida entre los vecinos, la cercanía, la confianza y la ayuda mutua que se han perdido en gran parte, prefería mi barrio de la infancia: todo cerca, con menos necesidades creadas y con la sensación de vivir en un pueblo pequeño. Intento vivir como me gusta, incluso no tengo coche, pero no es fácil.
Madre mía, soy una abuela. Saludos a todos
Hola a todos:
ResponderEliminarhe de decir que en el libro de Jane Jacobs no recuerdo que se hable de "sostenibilidad", al menos en el sentido ecológico que le damos hoy en día, pero hay que tener en cuenta que el libro es de 1961, donde la percepción de estos temas era muy distinta o incluso no la había.. Aún así, desde luego que esta autora está en contra de las urbanizaciones de la periferia de lasa ciudades unidas entre sí y con la ciudad por autopistas (no deja de ser una perversión pija de la "ciudad jardín") y, de hecho, el ejemplo a evitar para ella es de la ciudad de Los Ángeles, basado en este modelo. Pero también abomina de los espacios vacíos que son las zonas verdes entre edificios de la "Ciudad radiante" e incluso cuestiona la idea preconcebida de los grandes parque s como "pulmón verde" de las ciudades y los considera espacios que deben estar supeditados a su uso por los vecinos: si estos , por la razón que sea, no los adoptan, se convierten más en un problema que en una activo de las ciudades y los barrios.
De todas formas, también es una cuestión de escala. Lo digo porque, al menos un caso que yo conozco, el de Vitoria-Gasteiz(creo que en Pamplona ha pasado un poco lo mismo, hasta donde yo conozco, aun con matices), es una ciudad que ha recibido elogios por su urbanismo ejemplar, le han dado el título de "Green Capital" europea, etc..., cuando a mí me parece que lo que se ha hecho en los últimos 20 años, si no antes, es aplicar justamente algunas de estas directrices del urbanismo ortodoxo que critica Jacobs en el libro. la cuestión es saber si lo que no funciona para las grandes ciudades norteamericanas sí lo puede hacer para una ciudad europea medianita, o lo que ocurre es que el tamaño de Vitoria o de ciudades similares hace que los problemas no se perciban como tales o no de forma tan grave (yo me inclino por esto último).
Por acabar y no hacer un comentario más largo que la reseña: insisto en que para mí lo más interesante de las ideas de Jacobs no es si son acertadas o no, o si se pueden aplicar de manera universal, sino que representan una forma diferente de pensar, un cambio de paradigma, basado en la observación directa del asunto y no en las teorías establecidas y aceptadas por todo el mundo. Por eso he mencionado el caso de Billy Beane, por ejemplo (bueno, es que además el otro día volví a ver la peli de "Moneyball"), un mánager de un equipo de béisbol que se dio cuenta de que aceptar las ideas establecidas de cómo funcionaba ese deporte siempre iban a salir favorecidos los equipos más ricos y por ello implementó en el suyo un sistema basado en una forma diferente de pensar y ver el juego.
No me enrollo más: gracias a todos por los comentarios y os aconsejo echarle aunque sea un vistazo a este interesante libro.
Hola, Juan:
ResponderEliminarConozco ambas ciudades, y la verdad es que hay claros y oscuros en ese concepto de “ciudad verde”A favor, que hace que la temperatura en algunas zonas de la ciudad sea más templada, acerca la naturaleza, etc..y en contra que la temperatura estival está subiendo, lo que hace que aumenten las necesidades de riego para el mantenimiento, y no parece muy eficiente.Además, esas zonas verdes han de ser accesibles siempre sin tener que recurrir a un vehículo privado.
En Pamplona el concepto que reina es el de “amabilizacion”, que se basa en más zonas peatonales y la conciliación entre todos: peatones, ciclistas, patinadores, abuelos con andador,etc. Esto supone varios problemas: el concepto en sí está bien, pero todos quieren ir en coche a todas partes y el comercio local se resiente, es difícil que una avenida tenga carril-bici, carril bus, para coches y aparcamiento, por mencionar varios temas.
Lo malo es que los nuevos barrios se hacen a tomar x.. lejos de todo y sin transporte público. Como el centro se va poniendo imposible por la especulación enfocada al turismo, pues los jóvenes se acaban yendo allí, como pasa en todas partes. Los colectivos vecinales se movilizan para que el casco viejo y aledaños no se conviertan en un reducto de abuelos rodeados de pisos explotados por ya sabemos quienes. Este es uno de los grandes problemas actuales de las ciudades, vender el centro a los turistas para irse los ciudadanos al extrarradio. El concepto de zona residencial tipo L.A. siempre me ha horrorizado. Quiero vivir en una casita azul.
Tengo que echar un vistazo a ese libro
Saludos
Saludos
Hola otra vez:
ResponderEliminarPor lo que cuentas lo que ocurre es parecido a lo de Vitoria, con la diferencia, quizás, de que alrededor de Pamplona hay o ha habido pueblos grandes que son los que han crecido, absorbiendo buena parte de la expansión urbana (Barañain, Berriozar, Villava, Burlada, etc...), pero que a la vez han mantenido cierta estructura central de pueblo o al menos de barrio, cosa que en Vitoria no ha sido así, pues alrededor de la ciudad sólo hay aldeas pequeñas, con lo que los barrios nuevos se han construido en relación al centro de la ciudad o a los servicios situados en la periferia urbana, pero sin tener a su vez una estructura propia de barrio, como ocurría antes. De todos modos, puede que me equivoque, ya digo...
En cuanto al turismo, creo que es un problema diferente o , mejor, dicho, dos problemas: por una parte, la afluencia masiva de turistas a una ciudad, pero también pueblo o incluso espacio natural (ahí está el sorprendente caso de la playa de las catedrales). es algo difícil de controlar porque al final en eso participamos todos, viejos y jóvenes, padres o hijos, en mayor o menor medida. Por otra parte, está el hecho que determinadas ciudades o zonas de esas ciudades como Barcelona, Madrid, Valencia, Palma...y puede que también Pamplona, debido a la fama de los Sanfermines, se hayan convertido en objetivo de jóvenes juerguistas o despedidas de soltero que van a pisos de alquiler turístico a desfasar y hacer lo que no se atreven a hacer en sus propias localidades de residencia, aunque para ello den por saco a los vecinos habituales. Este otro problema yo creo que sí podría ser atajado con mano dura por parte de los poderes públicos. Eso, sí se quiere hacer, claro...
Comentario un poco en general a partir de lo que he ido leyendo:
ResponderEliminarA mí si me parece que esta mujer fue pionera y visionaria porque realmente habla del urbanismo que todavía está por consolidarse pero que ya se está urdiendo desde hace años, al menos en nuestro país. Habla de un urbanismo responsable y, sobretodo, habla de sostenibilidad aunque no la mencione como tal. Y es que es un término bastante más moderno que esta obra.
En mi opinión, la sostenibilidad no es un tema exclusivo de la ecología, así como el feminismo no es un tema exclusivo de las mujeres. Es cierto que jamás se habría puesto la sostenibilidad sobre la mesa de no ser porque tenemos un grave problema ecológico en ciernes, pero si nos paramos a pensar, todo se deriva de la manera que hemos escogido para HABITAR este planeta que no es otra que CONSUMIR el planeta. Y el modo de habitar el planeta tiene mucho que ver con el urbanismo que (ojo) no solo proyecta las ciudades si no la totalidad del suelo para garantizar un equilibrio. Sin ir más lejos, existen muchísimos planes urbanísticos dedicados exclusivamente a preservar grandes áreas de interés natural o a limitar los usos del suelo no urbanizable. El urbanismo sostenible busca el equilibrio, la compacidad y la mixtura urbana (como ya comentaba anteriormente), la preservación de los espacios abiertos, las sinergias entre actividad privada y pública, la cohesión social, etc... por eso el urbanismo es pluridisciplinar, porque no solo incide en los espacios si no en la actividad, la sociedad, la ecología, etc... El problema es que a día de hoy lo de ser "sostenible" vende mucho y el término está totalmente viciado porque se utiliza sin criterio. Sin ir más lejos, un día salía un arquitecto por televisión argumentando que el modelo urbano de Benidorm era el más sostenible porque era el que menos suelo consumía por edificio. Hace falta ser muy cínico o muy gilipollas. Pero ese tipo de mensajes facilones acaban calando.
Sobre Vitoria y su Green-Ring. Si el Ayuntamiento de Vitoria cobrara un euro por cada vez que se menciona el Green-Ring en un aula o una sala de conferencias, podría perdonarle el IBI a todos sus habitantes. Pero me parece muy bien. Porque también es una operación que apuesta por la sostenibilidad y la calidad urbana. El urbanismo sostenible no va en contra de los espacios abiertos (como ya he mencionado) lo que intenta es minimizar (que no anular porque hay casos para todo) las ocupaciones de baja densidad (urbanizaciones unifamiliares lejos de los servicios y dependientes de infraestructuras de comunicación). Pero la operación de rodear con un espacio libre público de escala casi metropolitana una ciudad compacta es mucho más sostenible que toda una urbanización de casitas con jardín privado, cercas, piscinas y muchísimo gasto energético.
¿Gentrificación, turismo predatorio, apartamentos turísticos ilegales...? es lo que pasa cuando un bien limitado como el suelo y una necesidad básica como la vivienda están sujetos al libre mercado. La política es básica para combatirlo.
Saludos.
Beatriz, los tres últimos conceptos que mencionas me interesan mucho desde hace algún tiempo. A ver si encuentro algo sobre el tema y lo reseño, por mi cuenta o quizá formando parte de alguna serie futura.
ResponderEliminarMuy interesantes todos los comentarios.
ResponderEliminarYo desconozco cuáles son los criterios a la hora de dar créditos para la etiqueta de green capital. Pero sí sé que todas estas credenciales verdes tienen su lado oscuro además de lo notoriamente positivo. Una de las acreditaciones más famosas en cuanto a edificaciones es la LEED, creo que en España la tiene una instalación de Iberdrola en ¿Bilbao?
Como todas estas acreditaciones, sirven para promover pero propician trampas en este bonito nuevo negocio del capitalismo verde. Para que tu nueva construcción tenga el prestigioso certificado LEED tú debes conseguir puntos. Muy bien. Lupita va a construir su edificio y puede conseguir un punto LEED por invertir un millón y medio de euros en un sistema de recuperación del calor que disminuya las facturas de sus usuarios y el gasto energético en grandes cantidades. O puede conseguir otro punto LEED por gastar 400 euros en poner un sitio para dejar las bicicletas.
Tú qué crees que hará Lupita?
Yo no sé cuántos aparcamientos de bicicletas hay en la torre de Iberdrola pero está claro que sostenibilidad tiene un uso bastante amplio cuando se anuncia por televisión con sus praderas y sus molinos de viento y al mismo tiempo más del 80% de la energía que produce es fósil.
Yo comparto con Beatriz que la teoría de Jacobs tiene mucho de sostenible aunque no sea de la época del término. Aunque tampoco entiendo su rechazo a los espacios verdes. ¿La tragedia de los comunes?
En fin. Que Juan tiene muchísima razón cuando dice que cada ciudad puede necesitar cosas distintas. De hecho cada edificio lo hace. Y que Vitoria cumpla con determinados requisitos como cantidad de metros cuadrados verdes por habitante es una buena noticia, sí, pero no quiere decir que tenga las mejores soluciones para todos sus problemas.
Hola otra vez y perdón por ser tan pesado, pero la parte patatera que hay en mí se siente aludida:
ResponderEliminarBeatriz, a mí me da mucha risa cuando oigo lo del "Anillo Verde" de Vitoria, porque, joder, VITORIA YA ESTABA DENTRO DE UN ANILLO VERDE. Para quien no la conozca, es una ciudad enclavada en medio (más o menos) de una llanura de unos 50x30 kms., llena de pueblecitos, campos de cultivo, bosquecillos, un par de pantanos...algo así como La Comarca, pero con vascos y más frío. Lo que llaman Anillo Verde, no es más que unos parques alrededor de la ciudad, que ya existían, la ribera del río Zadorra y el humedal de Salburua, que es cierto que se ha recuperado y acondicionado, cosa que yo aplaudo porque es muy chulo ir a ver a los patos y, si hay suerte, cómo cazan jabalíes con arcos y flechas... pero vamos, que tampoco es como si hubiesen rodeado de parques las afueras de Detroit o un sitio de esos...También es verdad que durante los últimos 30 ó 40 años se han ido marchando las industrias que antes estaban dentro de ese anillo verde...salvo, las más grandes, que, curiosamente, se dedican ala automoción (las demás están ahora en polígonos más o menos alejados de la ciudad, por lo que los trabajadores tienen quehacer unos muy ecológicos trayectos en coche para acudir al curro). Lo que pasa es que si algo se le da bien a los poderes públicos que gobiernan la ciudad (Ayuntamiento, Diputación y Gobierno vasco) es justamente el autobombo y tirarse el moco con las supuestas maravillas que consiguen.
Con esto no pretendo desdeñar lo que se haya hecho en Vitoria, pero , enlazando con el que creo que es el espíritu del libro de Jane Jacobs, sí considero que hay que tener cuidado con distinguir entre lapalabrería vendemotos de políticos, urbanistas y publicistas y cómo funcionan de verdad las cosas, en este caso las ciudades.
En cuanto a la torre de Iberdrola, Diego, ya que no nos lee ningún bilbaíno, te diré que yo no sé si tiene LEED o no, pero para mí es lo más parecido que hay a la torre de Sauron... (ahora, adivinad a qué compañía le pago la factura de la luz...).
Saludos a todos.
Juas!La analogía con Sauron es muy buena.
EliminarPues nos ha venido guerrero nuestro babazorro particular. Pues que sepas, compañero, que hace muchos años Siberia-Gasteiz (Vitoria para la gente normal) provocaba envidia en los bilbainitos que íbamos desde nuestra ciudad mugrienta, caótica y humeada: barrios nuevos, amplios y limpios, avenidas luminosas, zonas verdes, aceras impolutas (bueno, y pubs modernitos, pero eso ya es otro tema). Yo no sé si todo eso es técnicamente correcto o sostenible desde el punto de vista urbanístico, pero la sensación que daba era la de una ciudad moderna y bien planificada.
ResponderEliminarAhora las cosas han cambiado, y creo que para bien, al menos en estas cuestiones. Vitoria-Gasteiz sigue transmitiendo las mismas sensaciones, y afortunadamente Bilbao ha dejado de ser una cloaca de aspecto siderúrgico para ser también una ciudad agradable para vivir, aunque todo sea opinable, claro.
Ah, y la torre de tu querida compañía eléctrica me parece un edificio de proporciones muy razonables (a diferencia de proyectos megalómanos que se manejaron en su día) y bien integrado en el entorno de una zona moderna, posiblemente algo artificiosa, pero que a mi me parece coherente y no fea. A lo mejor, hermano, si hubieras conocido ese mismo lugar ocupado por un astillero naval, una estación de contenedores y una vía férrea opinarías de otras forma.
Ale, ya tenemos aquí las mezquinas rencillas vecinales.
Bueno, bueno... por alusiones, me siento obligado a responder (y pido perdón a nuestros lectores de otros , que estarán ya hasta el gorro de mí):
ResponderEliminarSi he puesto el ejemplo de Vitoria es porque es una ciudad que conozco, como es obvio y porque pensando en ello, me parece que se han aplicado medidas o soluciones urbanísticas que son precisamente algunas de las que reniega Jacobs en el libro, lo cual me lleva a preguntarme, repito, si no será una cuestión de escala y lo que funciona en una ciudad de 200000 habitantes no lo hace en otra de 2 millones. También he de decir que, aunque yo no vivo ahora allí y quizás me equivoque, mi sensación es que Vitoria llegó a un punto óptimo de equilibrio urbanístico hace 10, 15 ó 20 años, no sé, pero que en los últimos tiempos ha perdido ese equilibrio y comodidad. Lo que no quiere decir que no haya aspectos positivos e incluso mucho mejores que en otras ciudades de su tamaño.
En cuanto a Bilbao, te aseguro que sí he conocido la zona de Abandoibarra cuando había un depósito de contenedores, etc.... que yo no soy un millenial como Oriol (ejem...). Es más, a mí Bilbao me gustaba entonces y me gusta ahora, que está todo mucho más niqueladito. Una de las cosas, por cierto que más envidia me ha dado siempre de Bilbao y que yo enlazo con este libro de Jane Jacobs, es que los parques, zonas recreativas, plazas, etc... siempre suelen estar llenas de gente y en uso intensivo, cosa que en Vitoria, por ejemplo, no ocurre siempre, y hay mucha zona verde, pero que no tiene casi uso por parte de los ciudadanos o mucho menos... Y hablando de la torre de Mordor, mis reparos no son estéticos, pues no me parece fea (en Londres sí que hay una peazo torre que es exactamente como la de Sauron, por cierto), sino por sus inquilinos, sobre todo sabiendo quienes hemos pagado esa torre, siquiera en parte. Pero me pasaría lo mismo si fuera de EDP, por ejemplo...
Lo dejo ya. Agur bat eta gora Bilbo, beti!
Jo, lo dice todo tan bien que ya no puedo seguir discutiendo. Me voy al otro post.
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