Título original: The Bricks that Built the Houses
Año de publicación: 2016
Valoración: Está bastante bien
El mundo cada vez es más pequeño, dicen, y parece que no se equivocan. El Londres de Kate Tempest –ese que habita la gente corriente, hijos de la clase media que forzosamente han de rebajar las expectativas que tuvieron sus padres– se parece mucho al de otras ciudades, europeas o no, de esta segunda década de siglo. Una ciudad retratada tras un concienzudo trabajo de demolición que apenas ha respetado el esqueleto de un decorado anterior y muestra con toda su crudeza una población sin futuro. A través de las dos protagonistas y su entorno se muestra la apatía casi estructural de una generación carcomida por el paro, los empleos miserables, la droga y, en general, la falta de expectativas. En este ambiente de derrota hay personajes que luchan y otros que se rinden sin intentarlo apenas, pero hasta el esfuerzo es, de alguna forma, impostado, pues no es un secreto para nadie que, en esas condiciones, cualquier triunfo es relativo, que los logros son en realidad de segunda categoría, ilegales e incluso inventados, que casi cualquier esfuerzo está condenado al fracaso y que la única opción posible es salirse por la tangente de las normas. Una actitud que contrasta con el compromiso y la lucha que caracterizaron otras épocas. Aquí, en cambio, el desánimo cunde, las relaciones se deterioran y, aún así, ilusiones y sentimientos acaban por abrirse paso porque, al fin y al cabo, la vida sigue su curso.
Esta primera incursión en la narrativa (aunque sí se ha ejercitado en otros géneros) de la cantante de
rap Kate Tempest podría haber sido la excelente crónica novelada de una época y
ha estado muy cerca de conseguirlo, sin experiencia previa, en un tiempo record
y, probablemente, sin habérselo propuesto. Pero tanto la inexperiencia como la
premura han acabado lastrándola, sobre todo en algunos momentos. Y es que el
comienzo prometía, a pesar de cierta ingenuidad en la presentación de los
personajes y de una prosa algo insegura a veces, pero luego el ritmo se va ralentizando
debido a la innecesaria acumulación de antecedentes sin ninguna relevancia, que crean confusión y acaban aburriendo. Molesta también
bastante ese despliegue de casualidades que no hay quien se crea. Hasta que
llegamos a la recta final y la cosa empieza a animarse, la tensión crece, los
personajes pierden decididamente ese halo de héroes juveniles, los
acontecimientos adquieren realismo y el peligro se adivina. Aquí es donde la
novela alcanza un clímax que se desinfla inexplicablemente por culpa de un
fundido en negro muy cómodo, hechos inverosímiles y un desenlace que raya en lo
anodino.
A favor de la autora diré que derrocha
sinceridad, sabe observar y reproducir lo que ha visto, las metáforas
surrealistas son originales y expresivas, algunas descripciones están muy
logradas, los personajes –aunque algo estereotipados– consiguen implicarnos en
su peripecia y el ritmo es bastante dinámico excepto cuando narra historias de
antepasados que no vienen a cuento. En resumen, Tempest tiene talento, eso es
innegable, veremos si consigue demostrarlo.
Leída la reseña...habrá que esperar a la siguiente novela de Kate Tempest.
ResponderEliminarhola! una autora para conocer, gracias! saludosbuhos
ResponderEliminarBueno, Ardilla, tampoco está tan mal. Alguien ha dicho, y es verdad, que suelo puntuar más bien bajo. La novela se lee bien, por eso he añadido un "bastante" al "está bien" tradicional. Si te atrae el tema, piensa que no tiene por qué haber una segunda.
ResponderEliminarHola Búho. Me alegro que hayas encontrado en la reseña motivos para conocer a esta nueva escritora. Que, por cierto, ya ha escrito poesía y teatro.
Saludos a los dos.