Título original: Star of the North
Año de publicación: 2018
Valoración: Recomendable
Hace unos
meses me propuse recomendar algo trepidante y adictivo para el verano y,
después de algún intento fallido, creo que lo tengo. Quizá el título resulte
algo pretencioso y, desde luego, mucho menos realista que los sucesos relatados
aquí. Pues lo que tenemos entre manos es un thriller político, muy bien
documentado según parece, que recomiendo a todo aficionado al género. No para
que lo llevéis en la maleta, pues es demasiado voluminoso a pesar de no llegar
a las 500 páginas, pero sí en el maletero, ya que contiene todos los
ingredientes: intriga, cambios constantes de enfoque, amores y odios, cuentas
pendientes, personajes encantadores o aborrecibles o ambas cosas dependiendo
del momento, hechos y personalidades históricas, tremendas injusticias y mucha,
mucha violencia (no demasiado explícita, afortunadamente), con algún toque de
ternura para compensar. Todo ello provocará nuestra indignación –aunque sin
implicarnos demasiado debido a la lejanía geográfica de lo narrado– y nos
mantendrá enfrascados en la lectura durante esas largas y calurosas tardes en
las que lo único que apetece es quedarse en la tumbona. Pero voy a lo concreto
para que se entienda.
D. B. John
es un galés, de profesión abogado, que apenas había escrito una novela cuando
visitó Corea del Norte y recibió una de esas impresiones indelebles con las que
no se puede vivir si no lo cuentas (o bien encontró el filón que necesitaba
para armar un argumento no demasiado explotado en el confortable mundo que
habita). Siempre a mayor gloria de USA, dueños absolutos tanto del protagonismo
como del punto de vista, y por tanto los buenos de la película –¡cómo no!– sin que eso signifique, en mi caso, disculpar
ni un ápice a los otros. Porque: ¡qué
prósperos, qué bien organizados, qué democráticos! No como esos mentecatos de
allá lejos que osan no pensar como nosotros (nótese la ironía). En Corea del
Norte, “el relato secreto nunca se
reconocía, porque no había ninguna emoción o idea, ningún aspecto de la vida,
que pasaran desapercibidos a la autoridad del Estado.” Pero recordemos que
existe Internet, y démosle tiempo a ver qué pasa. Aquí os dejo otro botón de
muestra:
“… Una vez más, las fuerzas de la intolerancia se han reunido y urden sus planes contra nosotros. Están envalentonados, creen que nuestra libertad nos deja desprotegidos, que nos vuelve decadentes y nos llena de contradicciones. Nosotros, unos pocos afortunados, somos los guardianes de la libertad. Somos los buenos. Somos nosotros los que estamos en la línea del frente. Por eso os habéis unido. Habéis elegido la luz y no la oscuridad.”
Esta arenga,
emitida por un supuesto dirigente de un campo de entrenamiento para recién
reclutados por la CIA –naturalmente, inventada por el autor de la novela pero
bastante verosímil, por desgracia–, da bastante miedo y se acerca a ese clima
de lavado de cerebro del fundamentalismo coreano que se describirá más
adelante. En ese punto, recién superadas las cien primeras páginas, el
argumento no acababa de arrancar del todo, se acumulaban los detalles
irrelevantes sirviendo de envoltorio a unas pocas pinceladas informativas: una
cáscara de sentimentalismo bastante tópico al que no encontré sentido hasta más
tarde. Pero he de reconocer que –aunque hubiese preferido un reportaje
periodístico sin concesiones al lector– la narración mejora notablemente a
medida que avanza. Poco a poco, va cobrando fuerza, comenzamos a entender hilos
narrativos cuya inclusión no acababa de convencernos, nos vamos sintiendo
cómodos con esa intriga que crece por momentos, algunos personajes se vuelven
tan humanos que empezamos a comprenderlos y hasta a quererlos. Al final, y
aunque no se nos explique punto por punto todo lo que ocurre, cada cosa encaja
en su lugar y con eso es más que suficiente.
“Solo tienes poder sobre un hombre mientras no se lo arrebates todo. Pero, si lo dejas sin nada, ya no está en tu poder. Es libre”.
En su climax
la novela se acerca a niveles epopéyicos, y hasta el recurso –ya tan manido– de
reunir a miembros de familias desmembradas –en este caso, por un destino con
fisonomía comunista– nos recuerda a la anagnórisis
de los clásicos. También es un acierto que ciertas líneas narrativas se
abandonen sin concluir o apenas esbozadas –como ese conato de adopción a Kyu
por parte de la señora Moon–, que se muestren cambios de estrategia u opinión
por parte de algún personaje, o que los acontecimientos no se produzcan según
lo previsto, ya que todo ello se acerca mucho a la vida real y resulta bastante
convincente. Y, como en la vida, no existe un solo desenlace sino muchos. Por
otra parte, y dentro de los elementos a favor, la trama está repleta de dilemas
éticos, que únicamente se plantean y es el lector quien ha de resolverlos. Solo
diré que el ambiente está tan cargado de corrupción (constantes sobornos,
tráfico de estupefacientes a cargo de diplomáticos, algo muy, muy turbio
denominado Programa Semilla etc.) y
represión que parece a punto de explotar. Pero ahí siguen, en pie, tanto el
país como su régimen, muestra palpable de que el ser humano es capaz de lo
mejor y lo peor.
Pero, claro,
a una novela con formato de best-seller hay que pedirle lo justo. Algún episodio capital resulta surrealista de puro increíble, los personajes evolucionan, sí, pero no de forma progresiva, sino de golpe. Además,
y a medida que nos vamos adentrando en los tejemanejes del gobierno liderado
por (el ya fallecido) Kim Jong-il, nos preguntamos hasta que punto esos hechos
están documentados, cuales son los fundamentos de lo que afirma el novelista.
Por eso considero imprescindible el apéndice que detalla, y explica, las
fuentes que ha utilizado. Mi convencimiento ha aumentado después de leerlo, he
de admitir. Aunque he creído encontrar también alguna fuente un poco más
novelesca: en concreto, un tenue rastro de la serie Breaking
Bad (que aparece en la pag. 383 y alguna otra, para quien quiera
consultarlo). Se ofrece, además, un glosario de términos coreanos que no viene
mal, aunque los podemos comprender por el contexto.
Traducción: Javier Guerrero
En el día de hoy (30/6/2019), un presidente de Estados Unidos pisa Corea del Norte por primera vez en la historia. No os voy a contar cómo he conseguido hacer coincidir la reseña con tal acontecimiento, solo diré que el esfuerzo ha sido ímprobo.
ResponderEliminarAquí, la noticia:
http://www.rtve.es/noticias/20190630/trump-se-reune-este-domingo-kim-jong-frontera-divide-dos-coreas/1964700.shtml
Lo vi en la repisa de entrada de la pequeña biblioteca del pueblo donde vivo, Santa Brigida,Gran Canaria, y fue un amor a primera vista.Y no me defraudó en lo mas mínimo.No se si es bueno o malo, si está bien escrito o no, solo se que es un novelon como la copa de un pino.Y que nos ayuda algo a entender que es lo que pasa en ese extraño pais.
ResponderEliminarHola Pepelleo. Desde luego, es muy interesante lo que cuenta, es una novela en la que te enfrascas, tira de ti y te da un poco igual si tiene algún defecto de construcción. Lo que me preocupa es la cuestión de la objetividad, por eso, para completar la información, conviene acudir a otro tipo de libros (de reportajes, históricos etc), de no ficción en cualquier caso, bien documentados y neutrales a ser posible.
ResponderEliminarEs lo que pienso hacer.
Antes que nada, bienvenido un best-seller a ULAD. Gènero ampliamente denostado, la mayoría de las veces con justicia, pero que engloba obras de valor y escritores de cierto talento. De niño y adolescente he leído decenas de libros de autores como Arthur Haley, León Uris, Morris West, Ken Follett o Michael Crichton. Ya de adulto solo permanecí fiel a Frederic Forsythe y el Maestro John Le Carré. Por lo que cuando una buena novela cae dentro de mi radar, afuera con los prejuicios.
ResponderEliminarGracias por tu reseña, Montuenga.
De acuerdo, pero hay bastantes best-sellers en ULAD y no todos tienen valoración negativa, esto mismo se hace de vez en cuando.
ResponderEliminarGracias a ti, como siempre.