Título original: Les millors vacances de la meva vida
Año de publicación: 2019
Traducción: sin traducción a otros idiomas
Valoración: recomendable
En un mundo literario siempre exigente y cada vez más prolífico, la otorgación de un premio debería suponer un empuje en la carrera profesional de un autor. Se auguran grandes ventas, nuevos y mejores libros, y un status que debería dar al autor cierta tranquilidad por haber llegado a un punto importante en su trayectoria. Pero también puede ser motivo de una exigencia extrema hacia uno mismo, o acentuar el miedo al fracaso. Algo parecido le sucedió a la autora tras ganar el Premio Mercè Rodoreda en 2013 por su libro de cuentos «Mai no sé què fer fora de casa». Porque hubo un antes y un después, y el después no fue nada fácil. Y lo narra en este libro.
Escrito en clave biográfica, la autora nos cuenta su experiencia vital, partiendo de un punto que supuso la inflexión, no únicamente de su carrera literaria, sino también de su vida: ganar el premio Mercè Rodoreda. Tras la otorgación del premio, la autora sufrió una crisis literaria que arrastró al aspecto personal, pues el reconocimiento o empuje que esperaba no se tradujeron en resultados. Y ello fue gran parte de la culpa de que pasara por un estado de depresión que la llevó a acabar internada en un hospital psiquiátrico en dos ocasiones tras intentar sucidarse. Este momento supone el punto de partida de esta novela, una novela donde nos habla de la familia, la responsabilidad y la crisis anímica por la que pasó.
A menudo se dice que los inicios de una novela son la parte más importante, pues son los que te empujan rápidamente a seguir o, en otras ocasiones, los que te generan cierta sensación dubitativa ya desde el principio. Este libro claramente es un ejemplo de lo primero, pues hábilmente parte de un juego de su infancia para establecer el marco estilístico de la narración y marcar el tono que seguirá a lo largo del libro. Y rápidamente, una vez establecido el estilo y atraída la atención del lector, la autora nos sitúa rápidamente en contexto, y nos ubica en un centro psiquiátrico donde la protagonista (y autora) se halla internada.
A partir de ahí, narrando en primera persona, Neus Canyelles nos explica en retrospectiva los días que pasó internada en un hospital psiquiátrico, después de un abuso de medicamentos consumidos tras una época de decaimiento y abatimiento. Y la autora sabe mezclar los diferentes tiempos narrativos en los que sitúa la historia, en un vaivén de recuerdos que pasan desde el antes del hospital hasta el después, centrándose en esa estancia en el que la única misión, el único propósito, era dejar que el tiempo pasara y, si podía evitar pensar o incluso sentir, aún mejor.
De esta manera, la autora nos narra con detalle y desde el punto de vista de quién ha pasado por esa experiencia la dificultad del mundo literario, un mundo donde sobresalir es muy difícil, donde las expectativas (propias y ajenas) someten al autor a un nivel de exigencia no siempre fácil de soportar. Y esta exigencia puede tener resultados muy negativos pues, tras ganar el premio atraviesa por un gran bloqueo creativo al que se le suma una temible sensación de falta de energía y ello desemboca en un bajo estado anímico en el que la protagonista va quedando cada vez más relegada a la apatía que rige su vida, una vida sin alicientes.
Estilísticamente, la autora contagia hábilmente la soledad en la que se encuentra la protagonista, rehuyendo de episodios dramáticos o forzados, y ese en uno de los valores del libro, que suena muy cercano, que se avista muy real, y que la tristeza profunda se encuentra en ese vacío emocional y en las nulas ansias de tener un objetivo que empuje a seguir hasta alcanzar la vida. La autora se sirve de los recuerdos para hablar de la familia, de sus padres, pero también de su hija, y de cómo aprovechamos los tiempos compartidos con ellos, siendo pequeños o mayores, y sobre cómo intentamos encajar su mundo en el nuestro o nosotros en ellos.
La parte más interesante está en las reflexiones que hace respecto a su interés, o su pasión, por la literatura, pues ese impulso que la lleva o la obliga o la fuerza a escribir es un claro ejemplo de lo que uno siente cuando sabe que lo que lleva dentro necesita ser escrito, explicado, contado, no únicamente para que otros lo lean, sino para sacarlo de dentro de uno mismo y, al hacerlo, sentir esa sensación de haber hecho algo grande. Con este propósito, la novela intercala dosis de nostalgia y reflexión, una mirada al pasado buscando aquellos momentos de felicidad que pueda recuperar en un presente triste y sin esperanza.
La novela es interesante por las reflexiones que aporta y por un poso narrativo que uno siente como muy próximo, de frases cortas y honestas a ojos del lector. No parece forzado ni pretencioso, aunque sí es cierto que la fragmentación narrativa conlleva que ciertos párrafos o situaciones sean más logradas que otras. Hay cierta irregularidad a lo largo de la novela, pero no molesta en exceso, uno entra en sintonía con la autora y le disculpa esos momentos donde la reflexión no acaba de llegar, de entrar, de percibirse en la intensidad en la que la autora lo pretende exponer. Estos casos se repiten de manera más frecuente en la segunda mitad del libro, y diluyen la potencia atractiva y su impacto. Son episodios narrados desde la incomprensión de su estancia en el hospital, hablando desde la pérdida de libertad, desde una situación en la que desearía no estar ni tampoco sabe cómo salir de ella. Planteada a modo de un juego, gana quien sale, pero a juzgar por el tamaño del libro dedica demasiadas páginas a este episodio temporal, y el propio lector se ve inmerso en la propia incomprensión de la situación vivida por la autora quién no entiende qué hace allí encerrada siendo una persona totalmente normal y por qué el resto de personas con las que convive no la ven como tal.
De todos modos, a pesar de este tramo final, algo menos impactante y profundo que el resto de la novela, sí se trata de una lectura recomendable, pues tiene momentos de extrema lucidez y transmite interesantes reflexiones, no únicamente sobre el mundo literario, sino también sobre cómo vivimos y lidiamos con nuestras propias exigencias, qué puntos de apoyo encontramos en nuestras vidas, y en cómo conseguimos equilibrar esa balanza vital donde cada uno intenta mantenerse en un equilibrio emocional suficiente para no causar inestabilidad en el resto.
Escrito en clave biográfica, la autora nos cuenta su experiencia vital, partiendo de un punto que supuso la inflexión, no únicamente de su carrera literaria, sino también de su vida: ganar el premio Mercè Rodoreda. Tras la otorgación del premio, la autora sufrió una crisis literaria que arrastró al aspecto personal, pues el reconocimiento o empuje que esperaba no se tradujeron en resultados. Y ello fue gran parte de la culpa de que pasara por un estado de depresión que la llevó a acabar internada en un hospital psiquiátrico en dos ocasiones tras intentar sucidarse. Este momento supone el punto de partida de esta novela, una novela donde nos habla de la familia, la responsabilidad y la crisis anímica por la que pasó.
A menudo se dice que los inicios de una novela son la parte más importante, pues son los que te empujan rápidamente a seguir o, en otras ocasiones, los que te generan cierta sensación dubitativa ya desde el principio. Este libro claramente es un ejemplo de lo primero, pues hábilmente parte de un juego de su infancia para establecer el marco estilístico de la narración y marcar el tono que seguirá a lo largo del libro. Y rápidamente, una vez establecido el estilo y atraída la atención del lector, la autora nos sitúa rápidamente en contexto, y nos ubica en un centro psiquiátrico donde la protagonista (y autora) se halla internada.
A partir de ahí, narrando en primera persona, Neus Canyelles nos explica en retrospectiva los días que pasó internada en un hospital psiquiátrico, después de un abuso de medicamentos consumidos tras una época de decaimiento y abatimiento. Y la autora sabe mezclar los diferentes tiempos narrativos en los que sitúa la historia, en un vaivén de recuerdos que pasan desde el antes del hospital hasta el después, centrándose en esa estancia en el que la única misión, el único propósito, era dejar que el tiempo pasara y, si podía evitar pensar o incluso sentir, aún mejor.
De esta manera, la autora nos narra con detalle y desde el punto de vista de quién ha pasado por esa experiencia la dificultad del mundo literario, un mundo donde sobresalir es muy difícil, donde las expectativas (propias y ajenas) someten al autor a un nivel de exigencia no siempre fácil de soportar. Y esta exigencia puede tener resultados muy negativos pues, tras ganar el premio atraviesa por un gran bloqueo creativo al que se le suma una temible sensación de falta de energía y ello desemboca en un bajo estado anímico en el que la protagonista va quedando cada vez más relegada a la apatía que rige su vida, una vida sin alicientes.
Estilísticamente, la autora contagia hábilmente la soledad en la que se encuentra la protagonista, rehuyendo de episodios dramáticos o forzados, y ese en uno de los valores del libro, que suena muy cercano, que se avista muy real, y que la tristeza profunda se encuentra en ese vacío emocional y en las nulas ansias de tener un objetivo que empuje a seguir hasta alcanzar la vida. La autora se sirve de los recuerdos para hablar de la familia, de sus padres, pero también de su hija, y de cómo aprovechamos los tiempos compartidos con ellos, siendo pequeños o mayores, y sobre cómo intentamos encajar su mundo en el nuestro o nosotros en ellos.
La parte más interesante está en las reflexiones que hace respecto a su interés, o su pasión, por la literatura, pues ese impulso que la lleva o la obliga o la fuerza a escribir es un claro ejemplo de lo que uno siente cuando sabe que lo que lleva dentro necesita ser escrito, explicado, contado, no únicamente para que otros lo lean, sino para sacarlo de dentro de uno mismo y, al hacerlo, sentir esa sensación de haber hecho algo grande. Con este propósito, la novela intercala dosis de nostalgia y reflexión, una mirada al pasado buscando aquellos momentos de felicidad que pueda recuperar en un presente triste y sin esperanza.
La novela es interesante por las reflexiones que aporta y por un poso narrativo que uno siente como muy próximo, de frases cortas y honestas a ojos del lector. No parece forzado ni pretencioso, aunque sí es cierto que la fragmentación narrativa conlleva que ciertos párrafos o situaciones sean más logradas que otras. Hay cierta irregularidad a lo largo de la novela, pero no molesta en exceso, uno entra en sintonía con la autora y le disculpa esos momentos donde la reflexión no acaba de llegar, de entrar, de percibirse en la intensidad en la que la autora lo pretende exponer. Estos casos se repiten de manera más frecuente en la segunda mitad del libro, y diluyen la potencia atractiva y su impacto. Son episodios narrados desde la incomprensión de su estancia en el hospital, hablando desde la pérdida de libertad, desde una situación en la que desearía no estar ni tampoco sabe cómo salir de ella. Planteada a modo de un juego, gana quien sale, pero a juzgar por el tamaño del libro dedica demasiadas páginas a este episodio temporal, y el propio lector se ve inmerso en la propia incomprensión de la situación vivida por la autora quién no entiende qué hace allí encerrada siendo una persona totalmente normal y por qué el resto de personas con las que convive no la ven como tal.
De todos modos, a pesar de este tramo final, algo menos impactante y profundo que el resto de la novela, sí se trata de una lectura recomendable, pues tiene momentos de extrema lucidez y transmite interesantes reflexiones, no únicamente sobre el mundo literario, sino también sobre cómo vivimos y lidiamos con nuestras propias exigencias, qué puntos de apoyo encontramos en nuestras vidas, y en cómo conseguimos equilibrar esa balanza vital donde cada uno intenta mantenerse en un equilibrio emocional suficiente para no causar inestabilidad en el resto.
España
ResponderEliminarNo entiendo nada. Haces una reseña de un libro publicado solo en catalán y la haces en castellano. Es un error o una broma tonta?
ResponderEliminarHola, anónimo.
ResponderEliminarNo se trata de un error ni tampoco de una broma tonta. Se trata de dar a conocer un libro para quien esté interesado.
Saludos
Marc