Título original: Via dei Serpenti
Año de publicación: 2012
Valoración: Está bien
Tropecé con este libro hace
unas semanas: alguien me lo prestó. Y me alegro, porque de no ser así nunca
hubiese conocido a esta autora, al menos en un tiempo. No puedo decir que tenga
una opinión formada sobre ella, un solo título es muy poco para calibrar la
estatura literaria de alguien; que se trate de literatura actual tampoco ayuda.
Salvo excepciones, prefiero dejar que pase el tiempo, que reposen las opiniones
personales y las críticas ajenas, que el autor o la obra en cuestión encuentre
su sitio en el panorama literario. Con esto quiero advertir de que tengo
impresiones contrapuestas y, por tanto no podré opinar con la contundencia de
otras veces. Aún así, intentaré aproximar la novela a sus futuros lectores y
contrastar con quienes ya la conocen nuestros juicios respectivos.
Nuestras calles (título anodino, muy por debajo del original en italiano) no es otra cosa que el largo monólogo
interior de su protagonista, Marzia, una niña/adolescente/joven, cuya peripecia
tiene lugar en la convulsa Italia de la primera mitad del siglo XX, en Roma, concretamente.
Vista de lejos, y a pesar de lo revuelto del panorama político, podríamos
suponer que el personaje ha nacido con ciertos privilegios: hija única de una
abogada de éxito y, por tanto, niña mimada en hogar monoparental y
relativamente acomodado, aún en esos tiempos difíciles. Pero una cosa es lo que
se vive y otra cómo se interpretan esas
vivencias. En este caso, la seguridad con que su experimentada madre se mueve
en los amplios terrenos que transita –y que otros admiran sinceramente– abren
una amplia fosa entre las dos e infunden en la más joven un trauma que persiste
a través de los años y que le impide relacionarse normalmente.
Son esas vivencias,
transmitidas en primera persona, las que Lavagnino vuelca en la novela, sin
demasiado detalle pero de forma algo repetitiva, al menos durante la primera
mitad. Y ese afán por sintetizar junto al innecesario abultamiento de la trama
no nos arrebata de emoción precisamente,
más bien lo contrario. Pero hay un punto de inflexión –no diré cual– en el que el
argumento da un pequeño vuelco y empezamos a ver por sus ojos, a sentir como
ella ayudados por las metáforas, a experimentar vivencias concretas, a respirar
el mismo ambiente opresivo que madre e hija fueron construyendo durante años y
que, por momentos, se suaviza un poco sin que nunca llegue a diluirse. Los
escasos actores secundarios (interna, abuela, amiga, pretendiente) se mueven en
torno a ellas sin alterar ese estado de cosas, y casi nunca llegamos a saber lo
que piensan al respecto. Sí queda claro que a la protagonista –que, por cierto,
no carece de cualidades– le intimidan las personas con carácter y solo se
siente a gusto con aquellos que considera más sencillos.
También a Roma se le adjudica
un papel relevante. Nuestro personaje se comunica más con ella que con las
personas, a través de sus largos paseos trata de analizar sus sentimientos y
empieza a conocerse a sí misma. Pero esa ciudad solo la ve ella, el lector no
puede seguirla, a no ser que la conozca previamente y esta es una circunstancia
absolutamente ajena al relato. Lavagnino ni describe ni recrea, solo enumera
hitos por su nombre genérico (puente, esquina, edificio) o, todo lo más, traza
un plano aproximado a partir de nombres propios (via Borbognona, Porta
Pinciana, el Boschetto, la via dei Serpenti del título original etc.).
En fin, nada que se aproxime
a Natalia Ginzburg como se menciona en la contraportada, aunque tampoco se
puede negar que se trata de una narración correcta y con cierto interés, sobre
todo por lo bien que describe la incomunicación inmotivada e involuntaria entre
dos personas –aunque mucho menos de lo que la confrontación Anna/Marzia podría
dar de sí en otras manos– y al que le sobra casi toda la primera mitad.
El desenlace es sugestivo
gracias a un simbolismo que, personalmente, se me escapa. A no ser que se trate
de una estratagema para cerrar la historia sin comprometerse demasiado. En
cuanto al auténtico cierre de la acción, a eso que ocurre y que informa al
lector sobre el devenir de los personajes, lo considero gratuito y
absolutamente tópico.
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