Título original: All passion spent
Traducción: Beatriz García Ríos
Año de publicación: 1931
Valoración: Recomendable
Es inevitable hablar de la aristócrata Vita Sackville-West sin mencionar a Virginia Woolf: porque ambas coincidieron y participaron activamente en el grupo cultural-progresista Bloomsbury, porque compartían una ideología feminista y también porque fueron amantes. Sin embargo tenían personalidades bien distintas; frente a la delicadeza y feminidad de Virginia, la arrolladora vitalidad de Vita con su fijación por ponerse ropa de hombre (su amiga la tomó como modelo para escribir Orlando y vete a saber cuántas más sinergias se produjeron entre estas dos creadoras). Vita también escribía, pintaba… después de todo tenía dinero, influencias y mucha mucha personalidad, así que podía hacer lo que le diera la gana. Y aunque no sé qué tal se le daba pintar, desde luego que talento literario no le faltaba.
Vita Sackville-West escribió multitud de poemas, algunas biografías y varias novelas, de entre las cuales suele destacarse Los Eduardianos (1930) y Toda pasión apagada (1931). Tan solo he leído esta última y me ha parecido una joyita.
Resumen resumido: Lord Slane, quien fuera virrey de la India y un respetable ministro en sus años de senectud, muere de viejo en su mansión de Londres dejando seis hijos, nietos, bisnietos y una viuda, la atenta y entregada Lady Slane. Los hijos y sus respectivas parejas ya han empezado a planificar el futuro de la anciana matriarca cuando, inesperadamente, Lady Slane anuncia sus propios planes sobre lo que va ser su vida en adelante, dónde va a vivir e incluso, el exiguo régimen de visitas que está en disposición de aceptar; todo ello sin perder la serenidad y la dulzura que siempre la caracterizaron. A partir de ahí, compartiremos la nueva vida de Lady Slane, conoceremos a sus nuevos amigos, revisaremos su juventud y su pasado en general y descubriremos con ella cómo y por qué se apaga de un plumazo la pasión de una joven dama que sueña con ser pintora.
Se trata de una novela de autoconocimiento (o redescubrimiento en este caso), impregnada de una percepción muy lúcida sobre el papel al que se reduce a la mujer y cómo su identidad, (su YO) se diluye en el basto mar de la familia y la sociedad. Dado que estamos hablando de principios de los años treinta me ha resultado hasta revolucionario (ojalá tanto mujeres como hombres del siglo XXI fueran plenamente conscientes de los conceptos que esta obra plantea y cuestiona con tanta naturalidad).
Se emplea un narrador en tercera persona omnisciente que focaliza en la protagonista pero que también se acerca puntualmente a otros personajes para enriquecer y ampliar la percepción del lector en relación a Lady Slane y sus circunstancias. En este sentido se produce un error al principio de la novela cuando el narrador se pone en el lugar de Edith, la hija menor de la protagonista; ese acercamiento tan próximo y puntual en un personaje secundario hace pensar que vaya a jugar un papel decisivo en la trama, cosa que no sucede. Se trata de un lapsus narrativo bastante común que debería haber sido subsanado con la debida revisión del texto. No deja de ser una cuestión anecdótica que no empaña el resto de valores de la obra.
La novela tiene una estructura muy sencilla dividida en tres partes:
- La primera parte, la más mordaz, recoge los acontecimientos familiares desde la muerte del patriarca hasta que Lady Slane se instala en su nuevo hogar y conoce a los que van a ser los amigos que la acompañarán hasta el final de sus días.
- La segunda parte nos introduce en los recuerdos de la vieja dama, desde que se vio comprometida con su futuro marido (y sus planes de dedicarse a la pintura se le escurrieron entre los dedos); también compartimos con ella su proceso de reflexión en relación a lo que ha sido su vida y lo que ella hubiera deseado que fuera. Es la parte más íntima de la obra y, en mi opinión, la más bella.
- La tercera parte es la más emocionante y emotiva puesto que en ella se producen dos encuentros de la protagonista con dos personajes inesperados de su entorno próximo. Dichos encuentros contribuirán en gran medida a que Lady Slane deje este mundo habiendo vibrado por última ver y en paz consigo misma.
Lo más interesante de Toda pasión apagada es sin duda su estilo fluido e irónico que nace de un profundo conocimiento de la clase alta y sus miserias. El retrato resulta esclarecedor a la par que muy satisfactorio en la lectura puesto que Vita es una autora que apela a la inteligencia del lector sin torturarlo con frases enrevesadas o palabras extrañas y esgrime la sencillez para hacer llegar con delicadeza sus mordaces mensajes. Por otra parte, es capaz de alternar esos episodios con los bellísimos pasajes evocados por la memoria o las reflexiones de la sabia anciana que, no olvidemos, es una pintora frustrada y tal vez por ello muchas de las imágenes que traslada al lector están impregnadas de una poderosa plasticidad y resultan de una sensibilidad abrumadora:
«La vida era ese lago, pensó Lady Slane, sentada bajo la cálida pared sur entre el aroma de los melocotones; un lago que ofrece su superficie uniforme a gran cantidad de reflejos, dorado por el sol, plateado por la luna, oscurecido por una nube, encrespado por una onda; pero siempre llano, un plano, manteniendo sus límites, sin dejarse enrollar en una bola apretada y dura, tan pequeña como para sujetarla en la mano, que era lo que la gente intentaba hacer cuando preguntaba si la vida de uno había sido feliz o infeliz».
Por todo lo expuesto: recomendable. Un qué revolucionario para su época (y por desgracia, para la nuestra también) y un cómo pausado y bien medido, cuyo tono y estilo engancha a la lectura.
En relación al título, Toda pasión apagada tiene un regusto pesimista pero debo advertir que la obra no lo es, en mi opinión la mirada hacia el pasado de Lady Slane es una mirada madura con el objetivo no sólo de reconocerse en los errores cometidos sino también para valorar más la oportunidad que se le brinda de «retirarse» a su manera. Esa imagen me emociona, me hace pensar en el camino que emprenden los elefantes hacia donde yacen sus antepasados, justo antes de morir; un viaje colmado de dignidad y sabiduría. Y en ese viaje, Lady Slane se reconoce en la joven que no supo reaccionar para defender su YO y en ese redescubrimiento recupera su amor por sí misma.
(Atención a la portada requetechula que Sara Morante realizó para la edición de Alfaguara. Pido disculpas de antemano por la mala calidad de la imagen que no hace justicia al original).
Una reseña de lo más interesante, Beatriz. Y muy completa, como ya viene siendo tu estilo. Felicidades.
ResponderEliminarMe han entrado ganas de leer esta obra y conocer más de la autora. Pero antes buscaré sus pinturas, que ahora me ha picado la curiosidad. Espero encontrar algo, ya que según tengo entendido, Patricia Highsmith también dibujaba y pintaba algo, y he sido incapaz de encontrar nada de ello en la red.
Beatriz, buen día. Me parece que en la frase de inicio donde dice inevitable debería decir imposible....se entiende lo que has querido decir pero queda algo confuso.
ResponderEliminarGracias por la reseña
Pues lo de inevitable a mi me parece perfecto...
EliminarIncluso sin la tilde en mí...
EliminarOriol, muchas gracias. Ya me dirás si Vita te gusta tanto como a mí.
ResponderEliminarY ya me darás tu opinión sobre esos cuadros. Algo me dice que no estarán mal. Es normal poder hacer muchas cosas bien. Si eres mujer. Son siglos de entrenamiento :D
Estimado Gabriel,
ResponderEliminarno me vengas con esas que soy una perfeccionista patológica y soy capaz de cambiar toda la frase, luego el párrafo y luego la reseña entera.
Gracias igualmente por tu atenta lectura. Espero que hayas disfrutado la reseña.
Manuel, ya ves que este es un blog con solera y tenemos el nivel de exigencia por las nubes.
ResponderEliminarUn saludo.
C
ResponderEliminar