Idioma original: Castellano
Año de publicación: 2017
Valoración: Muy recomendable
Me falta
originalidad, lo reconozco. Hasta para nacer. Lo hice en pleno baby boom hispano, esas familias que alcanzaron
la tierra prometida del consumo cargadas de niños que en su adolescencia se
empeñaron en ponerse hasta el culo de libertad. Nuestra banda sonora no se
entiende sin Loquillo, en cuyos Trogloditas ejerció de letrista y guitarrista
Sabino Méndez, hasta que el choque de
egos y la adicción a la heroína le descabalgó de los escenarios.
Sabino Méndez
(Barcelona, 1961) ha puesto a nuestra disposición en sus canciones (Quiero un camión/ escupir a los urbanos/ a las chicas meter mano)
y en sus libros una mitología, un camino iniciático, una
específica educación sentimental; la del chico de barrio humilde a quien la
promesa de aventura del rocanrol y la literatura provee de legitimidad y método
para el ascenso social. La idea no es mía, a mí me falta originalidad. Es de
Germán Labrador y la ha explicado en su excelente ensayo Culpables por la literatura, donde hace un revelador repaso de
aquella (desastrada) generación y sus anhelos de transgresión, originalidad y
ebriedad.
Si hasta ahora los
libros de Sabino Méndez -Corre rocker, Hotel
tierra, Limusinas y estrellas…- se nutrían de la realidad como horma de su
escritura, en Literatura universal se
cortan amarras para lanzarse a la ficción, aunque sea encajada en unos parámetros de tiempo y
espacio que son los de la propia trayectoria vital del narrador. Posiblemente haya embutidas
en sus páginas identidades veladas y anécdotas y situaciones reales, dispuestas
para jugar al escondite con el lector mitómano. Como hay también cientos y
cientos de citas literarias, de clásicos y contemporáneos, incrustadas en el
relato, formando parte de él, aderezándolo, igual que la literatura y la creatividad
son parte fundamental de la vida sus protagonistas, tal y como nos recuerda el
título estampado en la portada y la argucia de la carta al editor que precede
al relato; la ficción como copia de la vida y de los otros libros.
Literatura universal arranca en la primavera de 1977, cuando Simón
B. Sáenz Madero inicia amistad con Paco Valls y Julio Cárdenas, los más díscolos
entre el grupo de los alumnos díscolos de un colegio de curas: “estábamos aún en esa edad en que aceptamos
todavía con agradecimiento nuestro propio reflejo en los espejos, en los
escaparates…”. Y se lanza a través de medio millar de páginas y de citas a contarnos los devaneos, huidas,
saltos al vacío, triunfos y caídas, aciertos y miserias, de este círculo de
amigos de patio de colegio, de enganchados a los libros y a las sustancias
alteradoras de la percepción, que no dejan jamás de acompañar, reaparecer e influir.
Amigos y sustancias.
Que Sabino Méndez
haga concluir al protagonista -músico, dj-
de esta ficción, narrada en primera persona, que en la escritura todo era ritmo y música, una música
cerebral, inaudible en la atmósfera: la combinación del sensual y silencioso
ruido mental de la lógica y las emociones sentidas, resulta una afirmación tan convincente como
inapelable. Palabra, música, literatura, de un autor tocado por el talento y la
perspicacia. Pese a mi total falta de originalidad, eso sí sé reconocerlo.
Wow, Sabino, eso son palabras mayores. No he leído ningún libro suyo, pero es el autor de buena parte del libreto de toda una generación. Resulta refrescante saber que todavía quedan algunos de estos personajes haciendo cosas por ahí, y que aquella libertad conquistada/desatada no consiguió llevarse a todos por delante.
ResponderEliminarGracias, Carlos, excelente reseña!