Año de publicación: 2016
Valoración: muy recomendable
Siempre que abordo las primeras páginas de un autor que no conozco necesito descubrir cuál es su «rollito». Y Berta Vias, en «La Mirada de los Mahuad», despliega un «rollito» muy suyo que resulta difícil de explicar sin hacer uso de la metáfora.
A menudo se compara una obra literaria con una prenda de confección, (se mide su complejidad como si fuera el patrón de un vestido, en función del número de costuras y su grado de enrevesamiento). Pero Berta Vias no juega en esa liga; no ha confeccionado una prenda de patrón complejo; su apuesta es más sofisticada: «La mirada de los Mahuad» es una pieza de tela circular, un tubo, como esos pañuelos que se meten por la cabeza, donde lo particular no es la forma que adquiere si no el tejido que la compone: miles de finísimos hilos de diferente tono y textura que conforman un velo envolvente que filtra la luz (y la realidad) matizándola en cada tramo para hacer referencia a la misma idea subyacente. Y esa complejidad, esa manera de transmitir, se traslada a la estrategia narrativa de la obra: seis relatos que podrían funcionar de manera independiente pero que leídos como un todo alcanzan un nivel superior de subtexto. VER ACTUALIZACIÓN
Resumen resumido: seis momentos en la infancia y juventud de Elba, como seis fotogramas imprescindibles para captar la maraña de su personalidad, sus circunstancias, sus miedos, sus anhelos y el gran amor de su niñez (Jan) que perdura en ella con el paso de los años. Una protagonista que rebosa idiosincrasia, recovecos y contradicciones.
En esta obra no es tanto el qué como el cómo. Aunque sí hay un qué común apuntado en los seis textos, la idea subyacente que mencionaba: la (maravillosa) complejidad y contradicción del ser humano en su relación con los demás y consigo mismo y la fragilidad de la línea que separa la realidad pura y dura (¿existe realmente?) del producto de nuestros devaneos, de nuestras ensoñaciones y de la subjetividad de nuestros recuerdos. Es una obra de factura delicada, de estrategia medida al milímetro con el objetivo de sumergirnos en una atmósfera híper-sensitiva, casi de ensoñación. Si fuera una película, en la mayoría de los relatos apenas habría diálogo, tan solo sonidos; los colores tendrían un sutil punto de sobresaturación y la cámara alternaría continuamente los planos generales a los primerísimos planos de detalle. Ese es el «rollito» de Berta Vias, al menos en esta obra en la que arriesga sabiendo muy bien a lo que juega.
La voz del narrador en tercera persona omnisciente no muestra fisuras y transmite convicción a pesar de que a menudo conduce al lector sobre las arenas movedizas de la mente y los recuerdos. Sin embargo, cuando el narrador focaliza en Elba se impregna de los vaivenes de sus pensamientos.
La estructura temporal es clara, los seis relatos siguen un orden cronológico y siempre sale al paso algún dato que ayuda al lector a situarse.
En cuanto a los personajes, la obra gira alrededor de Elba por lo que recibimos mucha más información de ella que del resto. No obstante, la autora no analiza psicológicamente a los personajes, si no que se limita a mostrar sus acciones para que sea el lector el que construya su propia percepción, como si se tratara de un cuadro impresionista. El amor de infancia de Elba (Jan) está más definido que el resto y cuenta, incluso, con un relato propio. La relación entre ambos es un elemento transversal en los seis textos; la figura de Jan, de carácter también particular, se integra muy bien en el mundo de Elba, su aparición en los recuerdos de ella obra como un acicate para su mente. Los demás personajes, apenas esbozados, albergan mucho más de lo que la autora se limita a mostrar y podemos, en algunos casos, ir más allá en su percepción.
Se trata de una novela de digestión lenta que alcanza su mayor intensidad una vez finalizada (y tal vez pasadas unas horas o unos días) para poder observar el poso de sensaciones. Independientemente de eso, su lectura ofrece grandes momentos evocadores, sobre todo cuando habla de la infancia y, como mencionaba antes, todo ese mundo sensorial en el que vive envuelta la protagonista y sus recuerdos.
Por otra parte, se recurre a la omisión de la puntuación del estilo directo para conseguir una mayor sensación de indefinición. Ni guiones, ni comillas, ni cursivas: lo que dice uno se mezcla con la descripción del cielo y los pensamientos del que está más allá. Es cierto que así se integra mucho más el mundo interior con el mundo exterior y que no es un recurso nuevo y que no es una decisión tomada a la ligera. Pero resulta muy poco amable, sobre todo en las primeras páginas en las que el lector se sumerge con confiada ignorancia. Luego uno se acostumbra, acepta la convención y se deja llevar. Sin embargo, suele decirse que las primeras páginas de una novela tienen que transmitir su esencia (y en este caso se cumple), pero también se dice que es en las primeras páginas en las que el autor se juega que el lector persista o abandone. Y en el caso de «La mirada de los Mahuad» parece que la reafirmación de la esencia de la obra está muy por encima de querer seducir al lector. Yo persistí pero me amargó un poco el arranque. (Es mi caso y no deja de ser una subjetividad).
Por tanto. Muy recomendable porque apuesta fuerte, porque es original en su estrategia, porque tiene excelente factura y una gran capacidad para apelar a la mente y los sentidos. Eso sí, no apta para los que gusten de lecturas ligeras.
Firmado: Beatriz Garza
También de Berta Vias Mahou en ULAD: Yo soy el otro
ACTUALIZACIÓN: La mirada de los Mahuad, que como he dicho se encuentra a caballo entre la novela y el conjunto de relatos pertenece al todavía poco reconocido género del ciclo cuentístico.
También de Berta Vias Mahou en ULAD: Yo soy el otro
ACTUALIZACIÓN: La mirada de los Mahuad, que como he dicho se encuentra a caballo entre la novela y el conjunto de relatos pertenece al todavía poco reconocido género del ciclo cuentístico.
Estupenda reseña, Beatriz! Un saludo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Carlos! Solo trato de estar a la altura del blog.
ResponderEliminarLo que comentas de la puntuación me ha recordado mis experiencias con con Saramago. Te enfadas con él, sigues leyendo, se te va pasando, te acaba dando igual y finalmente dices, haz lo que te dé la gana. Escribiendo así, te lo puedes permitir. También supongo que porque sabe hacerlo bien.
ResponderEliminarAnónimo, me refería justamente a esa sensación que comentas.
ResponderEliminarHay autores que renuncian a facilitar la lectura a cambio de ganar intensidad o expresividad en sus textos. Como lectores podemos elegir si entramos en el juego o abandonamos. Pero es cierto que en muchos casos vale la pena persistir.
C
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