Título original: En attendant Bojangles
Año de publicación: 2016
Valoración: Está bien
Estamos más que acostumbrados a las constantes estratagemas publicitarias que convierten cada nueva publicación en el acontecimiento del año y a cada autor novel en el gran descubrimiento mundial. Desconfiamos, claro está, pero si queremos saber lo que se cuece en el panorama editorial no hay más remedio que dejarse seducir de vez en cuando por alguno de estos cantos de sirena.
La aparición de Olivier Bourdeaut se ha acogido calurosamente en Francia, o eso parece, si tenemos en cuenta que por esta, su primera novela, ya ha recibido cuatro premios. Tal como yo lo veo, la suerte todavía no está echada: el futuro literario que le espera puede ser tan brillante como opaco, depende de cómo evolucione a partir de un debut como este.
Esperando a mister Bojangles es una novela corta –que adopta las pautas del género, tanto en extensión como en un menor desarrollo de argumento y personajes– narrada con naturalidad, sin complejidades estilísticas tal como corresponde al niño que tiene a su cargo la mayor parte de la acción (tan solo unas pocas notas dispersas se atribuyen a un narrador adulto) que progresa ágilmente sin que decaiga el interés, provocando una sonrisa constante que se va apagando a medida que nos vamos haciendo cargo de la verdadera situación familiar. Dicho esto, casi puedo asegurarles que no van a aburrirse pero tampoco esperen encontrar grandes sorpresas.
Aunque se puede disfrutar a cualquier edad, la considero apropiada para un público muy joven, no solo por el mensaje que contiene, también porque a la economía narrativa que mencionaba se añade una ingenuidad y un optimismo que para nada son connaturales a esta clase de novela. Recordemos La metamorfosis o El baile entre una montaña de títulos. Lo que Bourdeaut nos presenta es un mundo sin doblez, del que se elimina cualquier elemento escabroso, poco fotogénico, crítico, excesivamente complejo etc. En él la evasión de impuestos, la locura, la vida en una institución hospitalaria, el secuestro simulado o la persecución policial, por citar alguna de las cuestiones que plantea, se tratan casi como una broma. La vida es aquí un juego de rol, una sucesión de diabluras sin apenas consecuencias o casi inapreciables.
No obstante, si el texto completo hubiese mantenido ese tono me parece una opción perfectamente legítima, quizá, eso sí, con más vuelo, más fantasía, una imaginación todavía más desbordada. Si vamos a hacer locuras hagámoslas con todas las consecuencias. Pero el autor intenta contrapesar esta faceta añadiéndole un reverso en forma de aportaciones paternas. Asistimos, pues, -con muy poco convencimiento en mi caso– a la visión sensata de las cosas. Es verdad que esas notas escritas en cursiva añaden algo de verosimilitud –nada más que la justa, pues tampoco se apartan tanto de la óptica del niño– a todo ese maremágnum, pero creo que no hacía ninguna falta. Tal como ha quedado, la historia es demasiado fantástica, además de carecer de referentes temporales y ambientales, para aceptarla como realista; y demasiado razonable, a la vez que poco simbólica, para que entre en los cánones de la fábula moderna. Esa visión de la vida tan idealista y utópica como desquiciada no hubiese necesitado contención. O bien se podría haber optado por inclinar la balanza hacia el lado convencional esbozado en esos párrafos intrusos. Intrusos y bastante inverosímiles, pues de un personaje que interpela a su esposa cada vez con un nombre distinto, aparte de un sinfín de comportamientos que ya descubrirán ustedes, se espera todo menos cordura.
Ese intento por abarcarlo todo -causado probablemente por la inexperiencia– lastra el resultado de forma que, desde un punto de vista estrictamente literario, la valoración no puede ser alta. Pero, como en el mundo de la ficción hay lugar para casi todo, la recomendaría a todo aquel que busque un relato cuyo asunto le suscite interés, bien narrado, emotivo, entretenido –y hasta simpático durante un buen trecho– que se pueda finiquitar en un par de días y deje un buen recuerdo aunque un poco agridulce.
A mi me gustó, pero no me entusiasmó. Tras leer que había tenido tanto éxito y premios en Francia esperaba que me sorprendiera más.
ResponderEliminarUn saludo ;)
Me pregunto si la traducción no quitará algo de fuerza.
ResponderEliminarPersonalmente me pareció mágica y contrario a lo aquí dicho creo que los problemas (legales, monetarios, de locura) se muestran mucho. Con la sutileza de la infancia.
Yo lloré a lagrima tendida y después de casi un año de haberla leído, me sigue provocando recuerdos.
Mademoiselle superfétatoire, el embajador y ese castillo en España, están hechos para quedarse.
Pili
Hola Natalia. A mí me pasó más o menos lo mismo.
ResponderEliminarAnónimo: estoy de acuerdo contigo en que la novela tiene su encanto, además, es conmovedora y muy didáctica. No está mal para un adulto que busque emocionarse, sin más, pero es ideal para iniciar a chavales jóvenes en lecturas que merezcan la pena porque desde este libro sí pueden dar el salto a lo literario. Algo que no pasa con todos.
Pues a mí me ha encantado, me parece muy recomendable sin pretender otra cosa más que entretener y emocionar..... Se puede pedir más para una novela de verano?
ResponderEliminarEfectivamente, Anónimo. Se la recomiendo mucho a cualquiera que busque emocionarse y entretenerse, en todas las épocas y especialmente en verano.
ResponderEliminarLa leí primero en Castellano, me gusto, después en Frances, me gusto más la versión original, pero esto siempre es así.Lo que destacaría de este libro es el guiño constante, nos coje de la mano, participamos de la fiesta: una autentica astracanada llena de sensibilidad, con la inquietante lucidez de la locura. Un coctel interesante, que se lee rápido y facilmente, dejando un regusto de amor loco que tantas veces nos libera.
ResponderEliminarTienes razón, esos son sus factores positivos.
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