Idioma original: español
Año de publicación: 2016
Valoración: bastante recomendable
Una curiosa sensación que no experimentaba desde algunas de las novelas de Javier Cercas: cerrar el libro y preguntarme hasta qué punto Villalobos ha entremezclado detalles de su vida real, más o menos precisos e identificables, con una combinación de conocimientos sobre vidas ajenas y elementos de su imaginación. Ay, lo de la autoficción termina dando mucho juego a los escritores (a Villalobos le ha servido para ganar el Herralde) y acabará dando juego a los psicoanalistas el día que les dé por especular si todos esos escritores no aprovechan para exponernos vidas alternativas, regresos virtuales a posición de salida o a casilla intermedia incorporados.
El caso en esta novela es paradigmático. Juan Pablo Villalobos, personaje, acude a Barcelona para sus estudios de literatura, en compañía de Valentina, novia que lee a Bolaño, y allí, entre cartas de su madre, y una serie de personajes no por identificables menos variopinta, deberá colaborar con una red criminal de México, país de origen, donde otros misteriosos y siniestros personajes, casi todos con su apodo (no hay red criminal que se precie sin apodos) le presionarán para que se infiltre en una de esas familias barcelonesas de pro, casualidad, relacionada con un político corrupto, más casualidad, de modo que se instale en uno de esos pisitos chic de Sant Gervasi y vaya colaborando. Sus reuniones con los delegados de la trama criminal incorporarán lateros pakistaníes, okupas de incógnito, policías locales pelirrojas, todo con ese telón de fondo que es la Barcelona y la Catalunya actual, una tierra confusa y expectante, donde la vida ha de seguir mientras los políticos van aturdiendo y perdiendo el tiempo, pensando todos que ese paso del tiempo actuará en su favor.
Villalobos conduce la novela con cierta sensación acelerada que la beneficia, aunque he de decir que, por lo general, no suelen convencerme las mezclas de sensaciones, y esta novela parecía ir a decantarse hacia lo criminal.
No voy a pedirle a nadie que me crea reproduce cierto aire vodevilesco, el que se desprende de diferentes situaciones, gente de diversas procedencias insertada en esa ciudad de contrastes, una sensación algo atropellada (sensación ayudada por la estructura que va dando saltos, con la omnipresencia de las cartas de la madre, una especie de regencia ejecutada a distancia) que, conforme todo se enturbia y mucha gente empieza a no ser lo que parece (hilarante el pakistaní que lleva un pack de latas de cerveza para disimular), conduce la novela hacia un final abierto y ligeramente aleccionador. Siempre que puedas, aleja a los criminales de tu existencia.
Buena reseña de uno de los libros que más me ha gustado recientemente.
ResponderEliminarCreo que Juan Pablo Villalobos tiene un futuro prometedor por delante porque, si siendo tan joven ya nos sorprende así... ¿De qué no será capaz en un futuro?
:) https://goo.gl/U5XqSn
Sí tiene un buen futuro aunque este no es su primer libro. Veremos su evolución ahora que ya cuenta con un premio de prestigio.
ResponderEliminarGracias por el comentario.