Título original: Surtensions
Año de publicación: 2016
Valoración: Prescindible
Los premios literarios funcionan como una maquinaria incapaz de detenerse una vez puesta en marcha, cuente o no con materia prima que la active, igual que una olla exprés sin garbanzos o un corta-césped sin hierba. Olivier Norek, teniente en excedencia de la Policía Judicial de un distrito parisino, ha obtenido con esta, su tercera novela, el Premio de Novela Negra Europea 2016. Si no me equivoco, hasta ahora todas las novelas de Norek tienen al capitán Coste como protagonista, por tanto esta es la tercera de la serie. Afortunadamente, el personaje no está construido con los rasgos tópicos del detective de novela negra (personaje torturado, contradictorio, escéptico, con tendencias autodestructivas y alguna otra peculiaridad que pretende convertirle en único). Lo que encontramos aquí es un policía bastante corriente, con escrúpulos de conciencia y un cansancio comprensible si consideramos su recorrido profesional de los últimos años, al que se atribuye un carisma más impostado que real.
Como el título indica, el argumento no se limita a una sola investigación: el hallazgo de un motivo, o pretexto, para enlazar varios casos es lo que pone todo el mecanismo en marcha. Claro que, si finalmente estaban relacionados entre sí tendrán que averiguarlo ustedes mismos.
Lo más logrado es, como cabría esperar, el ambiente de competencia y camaradería que se establece en cualquier equipo profesional. También se agradece la escalada de venganzas que observamos, su interés por la maldad como concepto, que los agentes no sean infalibles, que introduzcan cuestionamientos éticos o que tanto recursos como forma de actuar se basen experiencias de primera mano. Aunque el entramado carcelario, que es lo que despertó mi interés –quizá por lo que tiene de negativo fotográfico de una sociedad concreta– se desinfla muy pronto y proviene exclusivamente de testimonios ajenos, según parece indicar el propio Norek.
Se trata pues, y a pesar del premio, de una trama de suspense como otras muchas, sin grandes virtudes literarias, apta para entretenerse las próximas vacaciones ocupando la mente lo menos posible, con lastres añadidos, como ambientaciones banales que no añaden gran cosa a la acción, las manidas escenas de competencia entre los cuerpos local y nacional que, no me negarán, aburren ya a las ovejas o, casi peor, la necesidad exagerada de explicarlo todo, de no permitir al lector que deduzca por su cuenta, lo que provoca un tono redundante bastante molesto. Una trama, poco o nada trepidante, que no ofrece personajes con entidad propia más allá de cuatro rasgos superpuestos, y en la que el supuesto efecto dominó resulta forzado y no se resuelve con la sorpresa espectacular que prometía.
Resumiendo: diversión sin complicaciones. Algunos pedirán más, otros no querrán más que eso. Efecto dominó está escrita para estos últimos.
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