Título original: Kodoku no gurume
Año de publicación: 1997
Traducción: Alberto Sakai
Valoración: recomendable
Fallecido recientemente, Jiro Taniguchi fue uno de los más destacados autores de manga -entendiendo el término en su sentido más amplio: cómic o incluso, como en este caso, lo que llamamos novela gráfica-; dotado de un estilo de dibujo elegante y detallado en grado sumo, muchas son sus obras destacadas, pero quizás llame la atención, por su originalidad y su argumento en principio sencillo, hasta el punto de poder parecer extravagante, El gourmet solitario, realizado junto con el guionista Masayuki Kusumi.
El argumento, ya digo, resulta en apariencia de lo más simple, y además redundante: este manga consta de 18 capítulos que tienen como único protagonista al señor Inokashira, un comerciante autónomo de piezas decorativas de importación que trabaja solo y por ello visita también solo a sus clientes o hace otro tipo de gestiones, por diferentes lugares de Tokio y de Japón. Cuando le aprieta la gusa, come allá donde esté y en los establecimientos que tiene a su disposición. en algunos casos son restaurantes, en otros, puestos callejeros, snack-bars o incluso, una noche que está trabajando a su oficina, baja a un súper 24 horas a comprar víveres... el resultado es que se pone tibio, el amigo Inokashira. Porque el hombre es un verdadero gourmet: se pega sus buenas panzadas y es de lo más tiquismiquis a la hora de combinar esto con lo otro, según los parámetros de la gastronomía japonesa (más allá del sushi y los fideos yakisoba, que también, encontramos mamekan dulce de judías, yuba fresco al estilo de Kioto, donburi de anguila, shumai chinas, takoyaki de pulpo, gyoza o empanadillas... y muchas delicias más que hacen la boca agua a cualquier incauto lector de este manga *). Por lo general, hay que decir que queda bastante satisfecho de cada comida.
Claro, que nuestro protagonista no sólo come: también observa y mucho: los ambientes, las personas que se encuentra, los cambios que ha experimentado el lugar en el que se encuentra, recuerda momentos de su vida -de la que apenas se nos dan datos, en un principio-; además, se mete en situaciones comprometidas o simplemente embarazosas (también es cierto que para un japonés este adjetivo abarca un abanico muy amplio), disfruta en determinados ambientes y se tensa en otros... en definitiva, nos ofrece un panorama bastante completo de los pensamientos y sensaciones que puede llegar a experimentar un individuo viviendo momentos tan normales como pasear por un barrio o ciudad desconocida y comer fuera de su casa. Situaciones nada extraordinarias pero que, al encontrarnos solos, en cierta forma nos obligan a recolocarnos en el mundo, a tomar partido por una opción vital u otra, aunque sea tan sólo las de entrar a comer en este o el otro local, atrevernos con un menú al que no estamos acostumbrados o entablar conversación con las personas con las que compartimos la barra del bar. Puede parecer una sarta de banalidades y quizás lo sean, pero el caso es que la maestría de Taniguchi y Kusumi logran que al finalizar el libro, tengamos la sensación de haber leído una obra llena de sentido y profundidad, una auténtica novela, que, como todas las buenas obras literarias, nos enriquece y hacer reflexionar sobre nosotros mismos, sobre el mundo, sobre la vida.
Hay una segunda parte, de los mismos autores: Paseos de un gourmet solitario. Ambas tiene también una evidente relación con otra obra de Taniguchi: El caminante.
* Para quien esté más interesado en el aspecto gastronómico del libro, dejo este enlace (aquí) de un revista que publicó una cena gastro-cómic-emotiva realizada en un restaurante japonés y basada en esta obra, claro.
Hay una segunda parte, de los mismos autores: Paseos de un gourmet solitario. Ambas tiene también una evidente relación con otra obra de Taniguchi: El caminante.
* Para quien esté más interesado en el aspecto gastronómico del libro, dejo este enlace (aquí) de un revista que publicó una cena gastro-cómic-emotiva realizada en un restaurante japonés y basada en esta obra, claro.
Me gustó esta novela gráfica, es cierto que el argumento es casi inexistente (poco más que sirve de excusa para asistir a los festines del protagonista) y que el hombre se pone tibio, pero tibio tibio a comer, pero a la vez muestra muchos detalles culturales de Japón que me parecieron muy interesantes. Recomendaría la lectura, desde luego. Mejor no leer con hambre.
ResponderEliminarHola, Alimaña:
ResponderEliminarSí, es verdad que, aunque sea una gastronomía que a la mayoría de los occidentales (supongo yo) nos pille con el pie cambiado, esta novela gráfica abre bastante el apetito! A este respecto, me llama también la atención el hecho de que, en la cocina europea u occidental, los platos ya salen terminados, por decirlo así: unas lentejas o un arroz a banda o un boeuf bourguignon o lo que sea nos los comemos tal y como quien los ha preparado ha decidido hacerlo, mientras que en la cocina nipona y supongo que asiática en general, las combinaciones entre los alimentos dependen en buena medida de lo que decide en comensal, de ahí que el protagonista se pase gran parte del tiempo cavilando al respecto.
Y, bien mirado, también esta me parece una buena metáfora de lo que es el trascurrir de la vida, en la que debemos elegir y tomar decisiones constantemente (aunque sea sobre asuntos banales). de ahí tal vez la fascinación que conlleva este manga.
Un saludo y gracias por el comentario.
Buena reseña, y me congratulo que las novelas gráficas, comics o tebeos tengan cabida en vuestro blog. En este caso coincido con Alimaña en su análisis. Salud.
ResponderEliminarPD Soy Sir Robin pero este c#£$%nno me deja meter ID Google.
Hola, Sir Robin: pues muchas gracias y sí, de vez en cuando seguirá habiendo reseña de cómics o novelas gráficas, aunque quizás menos de lo que a mí me gustaría. Pero en ello estamos...
ResponderEliminarUn saludo y gracias por comentar.