Título original: A manual for Cleaning Women. Selected Stories
Año de publicación: 2015
Traducción: Eugenia Vázquez
Valoración: pasen y lean.
Lo primero que uno percibe apenas empieza a leer Manual para mujeres de la limpieza es la colosal calidad de su escritura. Como si Lucia Berlin fuera incapaz de malgastar un solo espacio en meter relleno. Una densidad que parece de otro mundo. Que quizás hable de una escritora apremiada, no me preguntéis el motivo, lanzada a informar en cada frase y a desestimar aderezos para conseguir encadenar palabras memorables. Puede que tenga que ver con sus propias circunstancias personales, una vida difícil con constantes cambios de domicilio, matrimonios fracasados, adicciones, cuatro hijos a los que sacar adelante con toda clase de empleos, y una muerte en el día de su cumpleaños. Lucia Berlin no era, desde luego, la clase de escritor que se despierta tarde y se pone, a las diez y media de la mañana y bien desayunado, a crear en la comodidad de un despacho cerrado. Pero estas circunstancias no dan lugar a una prosa deprimida y sombría, sino a un caudal narrativo vital y onomatopéyico, a veces atropellado por una curiosa puntuación, motejado por palabras en español, por slogans en rótulos.
Muchos articularían una carrera literaria que haría caer la baba a algún crítico solamente con la galería de personajes que asoma en el relato que aporta título a la colección, del que extraigo este fragmento.
(Mujeres de la limpieza: aprenderéis mucho de las mujeres liberadas. La primera fase es un grupo de toma de conciencia feminista; la segunda fase es una mujer de la limpieza; la tercera, el divorcio.)
Los Blum tienen un montón de pastillas, una plétora de pastillas. Ella tiene estimulantes, él tiene tranquilizantes. El señor doctor Blum tiene pastillas de belladona. No sé qué efecto hacen, pero me encantaría llamarme así.
Una mañana los oí hablando en el office de la cocina y él dijo: "¡Hagamos algo espontáneo hoy, llevemos a los niños a volar una cometa!".Me robó el corazón. Una parte de mí quiso irrumpir en la escena como la sirvienta de la tira cómica del Saturday Evening Post. Se me da muy bien hacer cometas, conozco varios sitios con buen viento en Tilden. En Montclair no hay viento. La otra parte de mí encendió la aspiradora para no oír lo que ella le contestaba. Fuera llovía a cántaros.
El cuarto de los juguetes era una leonera. Le pregunté a Natasha si Todd y ella realmente jugaban con todos aquellos juguetes. Me dijo que los lunes al levantarse los tiraban por el suelo, porque era el día que iba yo a limpiar.
-Ve a buscar a tu hermano - le dije.
Los había puesto a recoger cuando entró la señora Blum. Me sermoneó sobre las interferencias y me dijo que se negaba a imponer culpabilidad o "deberes" a sus hijos. La escuché, malhumorada. Luego, como si se le ocurriera de pronto, me pidió que desenchufara el frigorífico y lo limpiara con amoniaco y vainilla.
La mitad de una de la docena de páginas del relato, y el libro tiene algo más de cuatrocientas. Y es así, todo el rato.
Experiencia propia o creación sobre la extensión de ella. Los personajes van y vienen y, aunque los relatos no están fechados, se adivina un progreso acorde con las circunstancias personales de la autora. Y son de un realismo sin aparatosidad impostada. Seguramente no hacía falta. Berlin era capaz de generar una historia fascinante de cualquier cosa. A esa gente podía conocerla o no y sus andanzas podían ser reales o especulaciones. Podían existir o ser como ella los imaginaba. Pero Berlin consigue que dejen huella uno tras otro. Sally, su hermana agonizante en México, con un ex-marido atufando a corrupción. La pareja de ancianos que creen ser acompañantes en vez de acompañados. La madre desdeñosa y cruelmente sincera. Los maridos con problemas, también, de adicciones. Los jóvenes de vida caótica. Los distintos escenarios, Chile, México, USA. Los Atléticos de Oakland, las petacas de Jim Beam, las licorerías de horarios intempestivos a que el vicio obliga a adaptarse. La escritura de Berlin sume en un mundo extraño, de una especie de melancolía vigorosa y pragmática, como si, tras pasar un mal rato y llorar, uno se suene los mocos y se levante a hacer la cena. Algo cotidiano, pero de un magnetismo irresistible, que inunda y sumerge a quien lo lee.
Experiencia propia o creación sobre la extensión de ella. Los personajes van y vienen y, aunque los relatos no están fechados, se adivina un progreso acorde con las circunstancias personales de la autora. Y son de un realismo sin aparatosidad impostada. Seguramente no hacía falta. Berlin era capaz de generar una historia fascinante de cualquier cosa. A esa gente podía conocerla o no y sus andanzas podían ser reales o especulaciones. Podían existir o ser como ella los imaginaba. Pero Berlin consigue que dejen huella uno tras otro. Sally, su hermana agonizante en México, con un ex-marido atufando a corrupción. La pareja de ancianos que creen ser acompañantes en vez de acompañados. La madre desdeñosa y cruelmente sincera. Los maridos con problemas, también, de adicciones. Los jóvenes de vida caótica. Los distintos escenarios, Chile, México, USA. Los Atléticos de Oakland, las petacas de Jim Beam, las licorerías de horarios intempestivos a que el vicio obliga a adaptarse. La escritura de Berlin sume en un mundo extraño, de una especie de melancolía vigorosa y pragmática, como si, tras pasar un mal rato y llorar, uno se suene los mocos y se levante a hacer la cena. Algo cotidiano, pero de un magnetismo irresistible, que inunda y sumerge a quien lo lee.
No es este un libro para leer de un tirón, para dejarse arrastrar por las prisas que (por ejemplo, cuando se escribe para un blog que ha de publicar cada día) impidan acometer el libro con el ritmo que éste merece. Berlin no andaba con florituras ni acumulaba adjetivos o verborrea para decir lo mismo de siete formas diferentes. Cualquier escritor podría intentar escribir así, pero a la mayoría - no me hagais ganarme enemigos nombrando alguno- se le acabarían las ideas (o puede que las experiencias) a media página. Berlin seguía ahí, y aunque más de 400 páginas justifiquen algún altibajo (a mí me ha parecido, los relatos más largos son los menos brillantes), el nivel es estratosférico y creo que es uno de los libros que más merecidamente he visto en las listas de los más vendidos, y espero que siga ahí, igual no está todo perdido.
Muchas veces se nos recrimina cierta laxitud o ligereza a la hora de otorgar ciertas valoraciones. Pero uno cuenta con su intuición. Y si, como es el caso, justifica el hype con creces y merece un imprescindible, se le suelta, y arreando.
Apuntado. Otra reseña que alaba la excelencia de este libro, y ya he leído no menos de cuatro. ¡Habrá que leerlo, pues!
ResponderEliminartotalmente de acuerdo con todo lo que dices. desconocía por completo a la autora y me lleve una grata sorpresa con sus historias (largas y cortas) y su forma precisa y liviana (aunque no por eso menos rotundas) de narrarlas.
ResponderEliminarQué ganas de leer algo sobre Lucia Berlin en este blog. ¡Lo estaba deseando! Me quedan 100 páginas para terminarlo y no quiero, porque Berlin engancha y mucho.
ResponderEliminarLas reseñas que había leído con anterioridad ya prometían, la vuestra ha sido la puntilla que faltaba para animarme a hacerle un hueco para este verano, dispongo de poco tiempo desgraciadamente para los relatos largos, que muchas veces se me hacen extra largos, y los cuentos, cómics y relatos se me antojan ideales. Salud. Y enhorabuena por este fantástico blog.
ResponderEliminarCompletamente sobrevalorada, más información aquí: http://www.oculusinister.com/#!libros/mhe6u
ResponderEliminarQue buena reseña. Ya tengo el libro y este es el empujón que me faltaba para leerlo. Gracias por hablar de la autora y su obra y no de tu experiencia personal o tu vida hasta el encuentro con el libro...como otras reseñas en este blog que se hacen un poco pesadas. Saludos!
ResponderEliminarLa leeré este verano. Creo que me va a encantar (además, en catalán la ha publicado una editorial con muy buen criterio, así que estoy convencida de que es un acierto). Me ha gustado tu reflexión sobre la vida de la autora y las condiciones en las que se ponía a escribir. Quizá esto explica por qué se desenvuelve especialmente bien en los textos más breves.
ResponderEliminarUn saludo.
"Drogas, alcoholismo, tristeza, reiteración y descuido ya lo leímos mucho tiempo atrás en Bukowski, un tipo cuyo mayor logro fue hacer de sí mismo un personaje mejor que todos los que se empeñaba en escribir." Felicidades, Nicolás. Que salga toda esa bilis, aunque sea a costa de la objetividad.
ResponderEliminarBuenas: gracias por los comentarios y perdón porque ciertos problemas técnicos (discos duros vitales que se niegan a funcionar) me hagan tener los comentarios un poco abandonados. Bukowski? Nada que ver con Bukowski! No sé si es que Alfaguara ha conseguido dar con la tecla adecuada, pero ver este magnífico libro entre pilas de dudosos Best Sellers veraniegos me está resultando muy chocante, pero desde luego el libro lo merece. Salvo la comprensible inclusión de algún relato de un nivel
ResponderEliminarInferior (según quién juzgará) me parece que la colección mantiene un nivel estratosférico.
Este libro es magnífico, todos los relatos son interesantes. Precisión, ironía, humor, pasión, en fin, la vida misma. La vida de esta mujer parece la de Jack London, apasionante. Lo estoy terminando y para mí ya es un clasico. Gracias por la reseña.
ResponderEliminarSaludos
David
Este libro es magnífico
ResponderEliminarHola Cipriana, me alegra que te gustara. De hecho, Alfaguara ha publicado una nueva colección de relatos y creo que no tardará demasiado en ser reseñada aquí.
ResponderEliminarImprescindible!
ResponderEliminar