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lunes, 9 de mayo de 2016

Julián Ayesta: Helena o el mar del verano

Idioma original: Español
Año de publicación: 1952
Valoración: Decepcionante

Me gusta, en general, la editorial Acantilado, su esfuerzo por recuperar obras y autores prácticamente desconocidos, su catálogo, su diseño de colección, sus portadas. Por eso, cuando no sé muy bien qué leer, suelo recurrir a algún libro de Acantilado.

Esta vez, después del esfuerzo por leer al amigo Marcel Proust, pude conseguir este “Helena o el mar del verano”, librito de apenas 90 páginas, de Acantilado y, según la contraportada, pequeña joya casi olvidada de la literatura española de posguerra. Pintaba muy bien la cosa.

El libro trata, fundamentalmente, sobre el primer amor y el paso de la infancia a la adolescencia de un niño de “familia bien” asturiana allá por los años 30 (probablemente basándose en recuerdos del autor).  Nada nuevo. Tema trillado pero que puede seguir dando lugar a obras maestras.

En cuanto a estructura, consta de 7 capítulos (3 + 1 + 3): tres en un primer verano, el cuarto en invierno y los tres últimos en el verano posterior.  

Los tres primeros narrados en primera persona por el propio niño, de ahí que muchas frases sean repetitivas, reiterativas. Son días festivos, de inocentes baños y meriendas con la familia en la playa,  de observar el mundo de los adultos y de descubrir a Helena.

El cuarto capítulo (invierno) está escrito, mayoritariamente, en forma de monólogo interior. En este invierno el niño deja de ser niño y pasa a filosofar sobre el pecado y a expresar sus dudas acerca de la religión, de la ciencia, del papel del hombre en el mundo… hasta casi alcanzar un éxtasis místico. El definitivo paso de la infancia a la adolescencia lo marcan las primeras conversaciones de igual a igual con los adultos, durante las cuales llegan a ofrecerle incluso alcohol al chiquillo.

Los tres últimos capítulos, narrados de nuevo por el niño, ya preadolescente, y ambientados en el verano posterior, suponen el regreso de Helena a Asturias para las vacaciones veraniegas. En ese momento, el protagonista se enamorará de Helena con todo el ímpetu de la juventud. Llegan los primeros encuentros, los primeros besos…

Los capítulos veraniegos son casi postales o cuadros impresionistas, llenos de luz, color, olores y sabores. Un derroche de sensaciones. Todo muy bucólico, muy bonito. Pero no. No funciona. No es que sea un mal libro, no. Pero no me llega. Me parece, hasta cierto punto, falso, artificioso, ñoño, demasiado edulcorado. En mi opinión, varios aspectos lastran el libro. Allá voy.

Por un lado, el paso de la infancia a la adolescencia es una época, normalmente, convulsa. Es una época de dudas, de mayores o menores rebeldías, época de conflictos, los cuales solo se manifiestan en el protagonista, como hemos dicho, en la segunda parte y que, bajo mi punto de vista, son más propios de adultos que de niños o preadolescentes.
Por otra parte, como ya he comentando, el tono de la obra es demasiado ñoño. Es un mundo ideal, hasta cierto punto irreal. El mundo de los que fueron vencedores.
Y, finalmente, hay momentos en los que el niño parece cualquier cosa menos un niño, destacando, sobre todo, las ¡citas de Aristóteles en latín! y unos sueños dignos de diván y psicoanalista. Sinceramente, no me lo creo. Me parece impostado.

No sé si será porque me da la impresión de que el libro ha envejecido mal, porque no he sabido disfrutarlo en su plenitud o por una combinación de las dos cosas, pero me he llevado una pequeña decepción con esta obra que tiene, para mi, más de curiosidad que de joya de la literatura española de posguerra.

7 comentarios:

  1. Estoy totalmente en desacuerdo contigo. Lo leí hace años y me pareció una pequeña joya, probablemente porque no tiene pretensiones y porque se desliza por los recuerdos otorgando protagonismo, precisamente, al lenguaje infantil, al lenguaje cotidiano o de celebración (de una familia bien, como tú dices, lo cual no creo que sea argumento para su crítica, francamente), repetitivo, sí, arriesgado por su simpleza pero mágico para captar los diminutos destellos de la vida y la dimensión menos comunicativa y más afectiva de las palabras. A mí lo que menos me gustó fue la última parte, me parecía que, precisamente, esa celebración del lenguaje en sí mismo, perdía fuerza.
    Quizá yo no lo leí esperando una obra maestra, y me impresionó. Quizá te ha sucedido lo contrario.
    Un saludo

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  2. Hola Anónimo:

    Antes de nada, gracias por el comentario.
    En cuanto al libro, coincido contigo en que la primera parte (la de la voz "más infantil) es bastante buena. La sensibilidad, el lenguaje, esa visión del mundo desde los ojos del niño...
    La decepción viene de esas segunda y tercera parte y de las expectativas que me había creado, que quizá fueran demasiado altas.
    Un saludo

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  3. Este delicioso libro es una joya de la literatura española. Que sea calificado de decepcionante dice más del comentarista que de la obra.

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  4. Cierto, uno debería conocer sus limitaciones antes de enfrentarse a un libro como este. Decepcionante es la reseña, no el libro.

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  5. Lo de "enfrentarse" a un libro es una pedantería de cojones. Lo siento.

    Joder amigo, que ni Ayesa es Robert Musil, ni la novela es Finnegan's Wake. A Dios gracias, por otra parte. ;-)

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  6. A lo mejor no es el libro el que ha envejecido mal, sino el lector.

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    Respuestas
    1. Pues es una opción, desde luego (aunque yo me veo aún como un jovenzuelo).

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