Título original: Maxence au désert
Año publicación: 1995
Valoración: Decepcionante
Diario breve, brevísimo, del primer viaje por el desierto,
entre las ciudades de Port Ettiene, actual Nouadhibou, (Mauritania) y
Sant-Louis (Senegal) en los meses Octubre y Noviembre de 1923, del naturalista
y viajero francés Théodore Monod, cuando éste contaba apenas con 21 años.
Según nos cuenta el propio Théodore Monod en la introducción
al libro, se trata de textos descubiertos muchos años después por su propio
hijo entre los archivos personales del autor. Y, obviamente, publicados muchos
años después de su escritura, cuando ya Théodore Monod se trataba de una persona
muy reconocida en su campo de actuación.
También en la introducción el autor reconoce que el citado
viaje supuso para él un importante enriquecimiento en varios aspectos de su
“paisaje interior”, pero nada de esto he conseguido yo, humilde lector, llegar a
sentirlo durante la lectura del diario. Y creo que por un doble motivo.
Por un lado, el libro, pese a ser un diario, está narrado en
tercera persona. Y es esta tercera
persona quien da cuenta del viaje de Maxence (trasunto de Théodore Monod). Y uno no termina de
entender el porqué de esta doble “sustitución”. Imagino que el autor querría
generar una cierta distancia entre él y lo relatado, pero yo no la consigo sentir.
Por otro lado, el diario no deja de ser una sucesión de
anotaciones. Mayoritariamente, de la flora, fauna, geología y etnografía de la región
(deformación profesional, supongo). También hay hermosas descripciones, sí. Pero
todas esas anotaciones y descripciones no transmiten en ningún momento el
enriquecimiento personal del que el autor habla en la introducción. Para poder transmitir eso hace falta algo más
que meras anotaciones.
En resumen, una oportunidad fallida, bien por tratarse de
una obra de juventud que no estaba hecha para su publicación, bien por
incapacidad del autor para transmitir al lector su experiencia o bien por
incapacidad del propio lector para comprenderla (que todo puede ser, oigan).
Una vez leído el libro uno acaba preguntándose si realmente
es necesaria la publicación de todo tipo de obras de autores o intelectuales de
cierto prestigio, sobre todo cuando estas permanecían guardadas en un cajón por
propio deseo de su autor.
Muy buena reseña, K. y muy pertinente la reflexión final...
ResponderEliminarEsa proliferación de obras de todo tipo, tamaño y calidad, de autores significativos, suele tener como intención contentar a los completistas y, de paso, por qué no, dar algún dinerillo. Más que al propio autor, a algunos de sus deudos. Y claro, se termina por publicar hasta la lista de la compra.
ResponderEliminarSaludos.