Título original: Uccidi il padre
Año de publicación: 2014
Valoración: Está bien
Me produce
auténtica repugnancia cualquier relato, cinematográfico o del tipo que sea, que
utilice a menores para producir morbo. A este llegué sin saber muy bien de qué
iba y, en realidad, –advierto con toda la intención– no existe, ni en primer ni
en segundo plano, ningún contenido escabroso. Pero la sospecha se mantiene
durante toda la novela y aunque finalmente nos enteramos de que no van por ahí
los tiros, el hecho de que se mantenga –creo que deliberadamente– esa idea en
la mente del lector me molesta y mucho.
Una
familia decide pasar un día en el campo. Horas después, el padre aparece en la
carretera desorientado, fuera de sí, con un desaliño propio de alguien que no
está en sus cabales, sin saber dar razón de lo ocurrido. Cuando se encuentra el
cadáver de la esposa y se confirma la desaparición del niño, es considerado presunto
autor de los hechos y se le arresta sin más. Este es el punto de partida de una
trama que, más que policíaca, debe calificarse de thriller. Aunque con todos
sus inconvenientes, muy pocas de sus ventajas y algunas pretensiones que se
quedan en eso.
En
cualquier serie televisiva, –que es a lo que se asemeja, nada que ver con los
clásicos del cine– una acción trepidante agiliza el relato, pero eso mismo
expresado en palabras convierte las escenas en tediosas descripciones de actos
irrelevantes, que al acompañarse de insustanciales diálogos convierte al
conjunto en un puñado de gestos vacíos. Porque, mientras una y otra vez –sin aportar
absolutamente nada al argumento– Dante enciende cigarrillos y Colomba sufre
crisis de ansiedad, el destino de los niños, el modus operandi del crimen, las peripecias
y el proceso psíquico que atraviesa el verdadero responsable o la relación
entre los miembros de la banda desde esa lejana fecha de su pasado militar
quedan en la zona de sombra, de forma que las cerca de 600 páginas reflejan una
acción intrascendente y lenta. Se encuentran, además, repletas de tópicos que
alguna vez acuñó la literatura, recogió luego el cine y ahora mismo son
patrimonio de los telefilms más mediocres: investigadores curtidos pero
traumatizados, escépticos, poco ortodoxos, retadores y rebosantes de conflictos
privados. Aburre tanto verlos una y otra vez que pasamos enseguida a otra cosa,
y hasta dejamos de preguntarnos qué motivo induce a los autores a seguir
poniendo semejantes artefactos en marcha.
El tempo literario, su adecuado manejo, es
uno de lo índices fundamentales para medir la calidad de una obra. En el último
cuarto de la novela, cuando tiene que preparar el desenlace, justo cuando se
arresta al famoso Alemán y para compensar el tiempo perdido en detalles
irrelevantes, el narrador comienza a dar las explicaciones pertinentes a todo
gas, con poca elaboración previa.
Hasta la elección del punto de vista me parece poco afortunada. No creo que la omnisciencia resulte apropiada para este formato en concreto, pues eso de entrar en los pensamientos y sentimientos de todo el mundo presta un aire bastante irreal a cualquier narración de intriga. Quizá en otros relatos más cinematográficos no importe, pero si aparte de la acción existe tanta introspección, tanto análisis psicológico, sería más acertado expresarlo a través de una sola mirada, o de varias, alternativamente.
Hasta la elección del punto de vista me parece poco afortunada. No creo que la omnisciencia resulte apropiada para este formato en concreto, pues eso de entrar en los pensamientos y sentimientos de todo el mundo presta un aire bastante irreal a cualquier narración de intriga. Quizá en otros relatos más cinematográficos no importe, pero si aparte de la acción existe tanta introspección, tanto análisis psicológico, sería más acertado expresarlo a través de una sola mirada, o de varias, alternativamente.
Las personalidades no son muy verosímiles. Cuatro rasgos mal escogidos componen un estereotipo, no un individuo con visos de existir. Rovere, sin ir más lejos, a quien se idealiza para convertirle en el héroe que se sacrifica altruistamente, y que no hay quien se crea como podemos ver en esta hipérbole:
“Rovere estaba dispuesto a pasar por un trepa envidioso y mezquino, con tal de implicarla en aquello. Si no hubiera muerto, Colomba habría abandonado el juego, pero ahora sabía que debía recoger su herencia, por muy pesada que esta fuera.”
Todo muy
aleccionador, sí.
La figura
de Rovere se sublima al morir se mitifica, adquiere connotaciones paternas. Un
padre contra otro, el dios malo contra el bueno, que pierde su debilidad al
morir y pasar a un plano supra-terreno. Pero este tipo de explicaciones dan
todo masticado al lector en lugar de presentarlo directamente para que este
saque sus conclusiones.
“Colomba había perdido a su padre cuando era pequeña a causa de un infarto y siempre se había sentido atraída por las figuras masculinas fuertes, que de algún modo ocuparan su lugar.”
Claro que, el apelativo Padre, así con
mayúsculas, en nuestra cultura está reservado a dios y solo a él. Se trata de
una treta ingeniosa para imprimir su omnipotencia en nuestra mente. El Padre es
el dios que todo lo puede. Primero solo lo cree Dante, pero transcurridas unas
cuantas páginas nadie lo duda, no solo los personajes, hasta el lector ha
llegado a convencerse. Por fin, un poco después del ecuador, Dazieri aborda su
figura directamente y no a través de las conjeturas del reparto.
Uno de los
aciertos más destacables es ese: el progresivo convencimiento que imprime en el
lector acerca de su existencia; pasamos de la absoluta incredulidad a la duda y
luego a una certeza sin fisuras que incluso olvida haber cuestionado alguna vez
el asunto. O que todo el proceso se
realice al compás de los personajes. O algunos giros argumentales sorprendentes.
O que esa relación tan tópica, la de Colomba y Dante, no se concrete finalmente
en nada. Pero lo que considero el plato fuerte es la temática: corrupción,
asociación ilícita, traumas infantiles, el crimen reiterado con la excusa de
hacer avanzar la ciencia, la psicopatía en su vertiente de dominio absoluto de
personas y otras muchas cuestiones igual de relevantes.
El resultado es una obra entretenida con altas
dosis de intriga y un conjunto de retratos –interesantes aunque con un punto
incoherente– que habría podido alcanzar altas cotas si Dazieri, tras construir la
complicadísima trama, se hubiese molestado en pulirla.
Genial
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