Idioma original: castellano
Fecha de publicación: 2012
Valoración: recomendable
Con un argumento tan sencillo como el de un niño con síndrome de Down y su padre que transportan en una urna las cenizas de la madre al río, José María Merino construye una potente novela en la que se imbrican tradición y originalidad. Ya desde su mismo título se introduce el símbolo del río, un símbolo tan repetido que, como decía Umberto Eco, por tener tantos significados casi los ha perdido todos.
En la novela de Merino, es el río bíblico del Edén, pero también es el río primigenio en torno al cual se funda Macondo, "de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos de dinosaurio"; es el río heraclitiano del paso del tiempo, es el río manriqueño, es el río de la vida, es el río de leyenda del romancero, es el locus amoenus de las "corrientes aguas, puras, cristalinas" de Garcilaso y es el río observador indiferente al destino de los personajes como El Jarama de Ferlosio.
Merino participa de todos esos ríos para dotar de significados simbólicos al suyo, toma esas fuentes y las reformula en una historia en la que, a pesar de su envoltorio realista, no renuncia a introducir elementos fantásticos a través de las voces del padre, Daniel, y de su hijo Silvio. Merino tiene una gran habilidad para transformar un espacio real en algo mítico y mágico. Daniel cuenta a Silvio la historia de un tesoro escondido en el fondo del río y Silvio cuenta a Daniel la historia de unos extraterrestres cinematográficos y amistosos. Para Daniel, el río del Edén es el pasado y el recuerdo de su esposa. Para su hijo Silvio, es el lugar de la magia. Y las dos miradas se aúnan en complicidad.
No renuncia tampoco Merino a tratar uno de los grandes temas de la literatura fantástica, tan presente en su obra literaria: el tema del doble, de esos dos danieles que habitan en el interior del protagonista, que lo humanizan y provocan desde la antipatía a la comprensión, del Daniel que rememora su pasión amorosa por Tere y del Daniel que se arrepiente del daño causado. El protagonista realiza al remontar el río con su hijo el viaje más hermoso, que es, en definitiva, el del perdón a sí mismo, el de la aceptación de uno mismo y de los otros, el de la constatación de que en la mochila que se lleva después de una cierta andadura vital, caben las buenas acciones pero también el daño que a veces podemos llegar a hacer a quienes más queremos.
Antes he hecho referencia a El Jarama. Lo que en la novela de Ferlosio es contar lo que pasa en un tiempo y un espacio concretos, se convierte en la novela de Merino en un pasar del pasado al presente y ese día de excursión al río de Daniel y su hijo se alarga y multiplica en la memoria del lector a través de los instantes rememorados en la mente de Daniel en un monólogo en segunda persona.
Se recuerda el flechazo inicial de Daniel con su esposa Tere, la separación, la ruptura, el reencuentro, la reconciliación, la paternidad vivida desde la decepción inicial del padre hasta el reconocimiento y el arrepentimiento con la muerte de Tere, la aceptación de sí mismo a través del hijo y de una memoria en la que no se escamotea ni lo bueno ni lo malo, ni los daños causados ni el amor dado y recibido.
Porque, en definitiva, ese es el gran tema de El río del Edén: el tema del amor en sus variantes de amor erótico, de amor materno y de amor filial. Para Daniel, durante esa excursión al río, se produce una epifanía: la revelación de que ha sido capaz de aceptar a su hijo, que es capaz de quererlo y de volver a amar a su esposa muerta a través del niño, que es capaz de aceptarse a sí mismo con todos los errores cometidos y con toda su escandalosa e imperfecta humanidad.
Finalmente, a Daniel le queda el río del Edén, donde va a depositar las cenizas de su esposa, y a los lectores nos queda el texto, ese fluir de palabras que se escurren entre los dedos, ese monólogo en segunda persona que atrapa y seduce y nos lleva entre los vericuetos de una historia de amor, celos, desengaño, traición y arrepentimiento.
Ojala este autor fuera mas conocido. Sus cuentos son sin duda lo mejor de su produccion, con un estilo tan magico y evocador que solo en visto en otros dos grandes cuentistas: Bradbury y Garcia Marquez. Y si no llega a ser porque le gustaba a mi profesor de literatura de bachillerato me hubiera quedado sin conocerlo. Tambien decir, la reseña ha sido de 10, felicidades a su autor :D
ResponderEliminarAcabo de empezarlo y me está dando muy buena impresión me encantará comentarlo cuando lo termine,pero ahora mi curiosidad es otra y me encantaría que me la pudieseis satisfacer, es la siguiente, ¿por que cada capítulo está precedido por un dibujo laberíntico?es taller un capricho del autor o por el contrario tiene aligun significado.
ResponderEliminarIgual al final del libro yo misma se lo veo,pero como soy de natural curiosa, me gustaría saberlo,espero que alguien a ser posible el propio autor pueda saciar esta pequeña curiosidad. graciassss
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ResponderEliminarsolelibro.....
ResponderEliminarLos dibujos laberintos/ mandalas que hay al inicio de cada capítulo, son un guiño a una afición que también tenía uno de los personajes de la novela: Tere (la madre/esposa) a la que le gustaba dibujarlos.