Idioma original: español
Año de publicación: 2015
Valoración: prescindible
Una cuestión que me tiene mosqueadillo. Dicen, los contendientes a ciertos premios literarios son textos que se presentan bajo pseudónimo. Por lo del presunto amiguismo literario en los jurados, ya sabéis. Por lo de los amaños, ya sabéis. Yo me pregunto, entonces, cómo se ha hecho para que esta novela evite ser identificada, cuando es autobiográfica a más no poder, su autora se refiere a sí misma de forma constante y da constantes pistas ineludibles sobre su persona. Y no me lo explico, o, peor, me lo explicaría si dijera sí, estoy de acuerdo, todo está amañado y conchabado y el finalista del Planeta es solo un elemento más en la planificación orientada a la venta a porrillo.
Sirva esto, por cierto, como primera maniobra de distracción hacia lo que, seguro, será tildado por muchos lectores como lectura indigna, pérdida de tiempo, desperdicio de papel y otros argumentos que comprendo, comparto, pero que rebato con una contundente y patética explicación.
Es que de vez en cuando me apetece la carne cruda. Metafóricamente hablando. Y he de reconocer que, por ejemplo, en el autobombo de Mejide esperaba encontrar oculto algún talento para un cierto nivel de ironía imaginativa (no lo había: cero). He albergado esperanzas de que libros con una pinta horrorosa me depararan alguna sorpresa, algún pretexto, algún matiz, algún resquicio en el que en alguna circunstancia pudiera recomendar su lectura a algún lector. Pues bien: Mi color favorito es verte no va a ser, tampoco, el caso.
Para los marcianos: Pilar Eyre sale en Telecinco y ha escrito alguna cosa de novela histórica, o sobre monarcas españoles o sus familias o sus líos. Enough said.
Parece, confiesa en las páginas de este folletín, que este tipo de lecturas ya no venden un mango. Y que Ricardo, su editor, preocupado porque el mundo pueda perderse el talento de esta señora de pose elegante y cara, erm, recauchutada, la contacta para que escriba algo diferente. Este es el punto de partida del libro, y Eyre es aquí el reverso del héroe de Blitz. Ergo, la señora madura aburrida que seduce al corresponsal de guerra francés, más joven y vive un romance de alto octanaje. O se supone.
Problemón: 70 páginas son suficientes para que uno se canse de tanta tontería. Sobre todo de las que la autora intercala con la única finalidad de epatar. Peligroso pensar que el relleno puede justificar o compensar una trama que no es ni eso. Esta es una historia que se resume en cuatro frases. Eyre, famosilla, conoce a Sébastien, francés misterioso, retozan, él desaparece, ella se obsesiona, indaga sobre él. Amoríos de verano, versión senior.
Para esto, desde luego, no se necesitan más de 300 páginas. La autora mete relleno a puntapala. Relleno del que irrita un poco: que si soy millonaria, que si tengo dos carreras, que si conozco gente muy importante, que si Llafranc, que si la Vía Augusta, que si un perro con nombre de guitarra, que si un hijo triunfador en el e-business, que si relojes de 90.000 euros. Todo ese aderezo, que lo único que viene a aportar es que ella es exactamente el tipo de público al que dirige sus libros (señoronas de mediana edad y alto poder adquisitivo aburridas entre inyecciones de colágeno o ácido nosequélónico y clubes de bridge en localidades de veraneo), y que constituye. muy a su pesar, el involuntario centro del libro, y, en última instancia, el lastre que lo hunde por completo. Sin menospreciar ciertos episodios y escenas, o el final, en el que dan ganas de preguntarle a la autora si toma a sus lectores por imbéciles.
No voy a atribuirle a Eyre la virtud de lo metaliterario. Lo de jugar con lo que es o no es real con el lector no incluye el mentir sobre las cosas, alterarlas con engaños para maquillar la historia, o hacerse la sofisticada. Por ahí no pasamos. Pilar Eyre no es Cercas. Sopas se ha de tomar, en su mejor momento, para tener capacidad narrativa y complicidad con el lector como el de Ibarhernando. No jodamos, Pili. Mi color favorito es verte es pura basura (tarde, pero me he soltado), porque la escritora considera que, imposibilitada por los motivos expuestos de generar el morbo sobre los actos de otros (famosos) se llega a pensar que a alguien puedan interesarle los suyos. Trampa, enorme, trampa que puedo perdonarle a Milena Busquets (y no demasiado, a mi reseña me remito) por su bagaje personal, pero que a la Eyre, perdonen, pues no. Dudo que la Busquets baje a esas catacumbas a las que la Eyre, por estrictas exigencias de facturación, desciende de mil amores.
Todo ello con una escritura forzada y dispersa, empeñada en reivindicarse, pero con una absoluta torpeza donde, en el afán de pinturrajear tanta insustancialidad de una patena literaria, disponemos de un ramillete de recursos siempre mal ubicados: construcciones cursis, metáforas tópicas, carnalidad mal entendida, sin darle a las cosas el nombre que tienen (no sea que alguien se escandalice), referencias culturales (poquitas, lo primero en que uno repara es que Pilar Eyre no lee demasiado) de una obviedad escandalosa.
Pilar Eyre se atribuye en varios momentos una condición de escritora de segunda fila. De hecho, lo repite constantemente a lo largo del libro: soy escritora, soy escritora. Lo dice ella, no yo. Su fila, por eso, no es la segunda: está un poco más atrás. En función de lo leído aquí, más cerca de la última
eres tan ácido que pareces inhumano.
ResponderEliminarHello! Gracias por el comentario. El captcha confirma que soy humano. Qué alivio.
ResponderEliminarÁcido? Ha sido un blandengue. Lo de este libro es de traca. Yo creo que la autora se ha tomado dos gintonics, se ha metido (ups) entre pecho y espalda las 55 sombras de Grease y ha decidido echarse al monte, qué diablos. Francesc, reconoce que te has dado un capricho con esta reseña. La próxima la quiero en serio eh? :-)
ResponderEliminarUn saludo
No soy marciano, soy argentino. Y no tengo la más puñetera idea de quién es esta mujer. Y por lo que dices, seguiré sumido en la ignorancia respecto a ella.
ResponderEliminarIgualmente debo decir que también en América Latina abundan las pseudo obras literarias de estas celebridades de cartón pintado. Y son todas la misma porquería.
El autor de la reseña pasa por alto comentar el título del libro el cual, de por sí, da ya auténtico repelús. Me duelen los ojos cada vez que mi vista se topa con él en alguna librería.
ResponderEliminar¡¡Francesc, sal de ahí!! ¡¡Te han abducido!! ¡¡Devolvedme a Francesc!!
ResponderEliminarDios, lo que me he reído.
¿Y lo a gusto que te quedas después de ponerlo a caer de un burro, qué? Espero que ahora entiendas cómo pude terminarme algunos de los bodrios similares que he comentado yo.
A éste ni me acerco, gracias, premio Planeta, dicho todo.
También estaba empezando a pensar que en ULAD sólo había reseñas sospechosamente positivas... lo que cuesta encontrar una como esta... ¡¡Gracias por el esfuerzo, txapeldun!!
¡Abrazo!
Buenas a todos y gracias por los comentarios. Puede que haya quien diga que estas lecturas son mejor siendo ignoradas. Pero una faja que dice finalista de Premio Planeta puede inducir a algún incauto a pensar que "sí" cuando es un sonoro "no".
ResponderEliminarLo que me sorprende es que hayas podido acabarlo... Lo que hacéis por los seguidores del blog.
ResponderEliminarGracias Irati: nos hacen unos jugosos descuentos en productos farmacéuticos variados. Contra las naúseas, contra el insomnio, contra la acidez de estómago, contra la subida de bilis o de azúcar. Esto lo hace más sencillo.
ResponderEliminarNo he leído una crítica más estúpida y sin sentido en toda mi vida. No tienes ni idea. Pena.
ResponderEliminar¿Pero por qué los ataques siempre se amparan en el anonimato? ¿Para condicionar opiniones por temor? Bah. Esta porquería no puede defenderse literariamente. Sólo descalificando. Y encima, tiene segunda parte.
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