Idioma original: Inglés
Título original: Worms of the Earth
Traductor: Santiago García
Año de publicación: 2001
Valoración: Está bien
Estuve un par de meses devorando ávidamente la obra de H. P. Lovecraft. Me la zampé con tal intensidad que no sé cómo escapé a una sobredosis de horror cósmico. Una vez agotado todo el material de este autor me percaté de algo terrible: el regocijo de leer a Lovecraft por primera vez me quedaba a partir de ahora vedado. Recuerdo que en ese momento me sentí traicionado, aunque no puedo precisar quién o qué era el responsable de esa impresión. Pensé que no era justo, que alguien tendría que haberme avisado. Me asaltó la ira y culpé al escritor de Providence por haber quemado algunos de sus primeros relatos. De no ser por su caprichoso criterio, aquellas narraciones habrían dilatado mi placer unas horas más.
Pero tranquilos todos los que estén en esta situación. Aquí os traigo una solución. Ya podéis dejar de acariciar ideas de suicidio. Afortunadamente, Lovecraft, como todos los grandes, hizo escuela. De eso me di cuenta peregrinando en busca de consuelo tras leer todo su trabajo. Y si bien yo había agotado toda la obra de su autoría, no la de aquellos que, seducidos por el maestro del horror cósmico, decidieron seguir su estela, continuar explorando los senderos que él había abierto y escudriñar los abismos que su febril imaginación llegó a atisbar. El Círculo de Lovecraft fue un movimiento literario compuesto por fanáticos de Lovecraft que complementaron su universo, su mitología, con relatos propios. Uno de los integrantes del Círculo fue Robert E. Howard, conocido por definir el género de brujería y espada en la literatura y por dar a luz a Conan el Cimerio. Este hombre también se dedicó a narrar otro tipo de historias, amén de las relacionadas con la fantasía. A él debemos algunos de los mejores relatos de terror del siglo XX.
La antología Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural reúne diecinueve historias. Todas ellas atravesadas por la prosa enérgica de Howard, y construidas a partir de un argumento la mar de simple. El autor llega, en ocasiones, a plagiarse a sí mismo ideas, metáforas o incluso premisas, pero esta reiteración no hace que la lectura del volumen se haga pesada. Además, en algunas de estas narraciones se entremezclan elementos propios del subgénero de brujería y espada con el de horror cósmico. El resultado de semejante híbrido es completamente magistral.
Así que en estos relatos puedes detectar la impronta de Lovecraft, pero no son producto de un torpe imitador ni la tímida pretensión de emular a otro escritor. Howard no llega a renunciar nunca a su estilo, aunque con él puede complacernos a nosotros, aquellos que ingenuamente pensamos que el fantasma del escritor de Providence nos había abandonado.
También de Robert E. Howard en ULAD: Las extrañas aventuras de Solomon Kane
Firmado: Oriol Vigil
Ay, ay, ay! Lovecraft!
ResponderEliminarGracias a la buena reseña que hiciera Francesc sobre el ensayo de Lovecraft escrito por Houllebecq, lo leí. Y como imaginaba, me arrepentí de hacerlo.
Lovecraft me llenó de horror cósmico hace casi 30 años. Hoy me aburre. Ni siquiera me genera nostalgia.
También sufrí como Oriol el síndrome de abstinencia cuando finiquité su obra completa. Y también busqué refugio entonces en el círculo lovecraftiano: Derleth, Bloch, Howard, entre otros. Para mí, una mala copia del original, sin valor literario alguno.
Pero bueno, cada maestro con su librito.
Gracias por la reseña!
Hola:
ResponderEliminarAunque la reseña no es mía, me permito un comentario sobre la relación entre Lovecraft y Howard: al parecer, eran amiguetes epistolares, hasta el punto de que Lovecraft le llamaba a Howard "Dos pistolas Bob" (mejor no preguntar por qué).
No sé qué relación estableceré con Lovecraft en un futuro. Sólo sé que ahora, con mis tiernos veinte años, le adoro (a veces, en una especie de fe ciega rayando la obsesión). Y sinceramente, espero que si él llega a alejarse de mí en algún momento de mi vida, cosa que por el momento parece improbable, no me quede sin un nuevo autor que ocupe su privilegiado puesto.
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