Idioma original: español
Año de publicación: 2010
Valoración: está bien
José Manuel Fajardo es un escritor ya con una trayectoria notable a las espaldas, que incluye novela, relato y ensayo, incluido un experimento literario como Primeras noticias de Noela Duarte, una "novela a seis manos", escrita en colaboración con Antonio Sarabia y José Ovejero. Y en su obra, tanto en la ensayística como en la literaria, hay una serie de elementos que se repiten: el interés por la historia, y la exploración del significado y el destino de las víctimas, sean las víctimas del "Descubrimiento de América", de los judíos perseguidos por la Inquisición o de las víctimas del terrorismo contemporáneo.
Muchas de estas ideas están presentes en Mi nombre es Jamaica, una novela cuya intención parece ser, precisamente, establecer un vínculo y una continuidad entre todas las opresiones históricas y presentes: la de los judíos expulsados de la Península Ibérica, la de los palestinos actuales, la de los pueblos indígenas de América, la de los inmigrantes magrebíes en el París actual... Todos ellos se ven representados por Tiago, un historiador que pierde la razón durante un congreso celebrado en Israel, y después de la muerte de su hijo, y cree ser al mismo tiempo un judío perseguido, y también Jamaica, un personaje que luchó contra los españoles en la Conquista.
Mi nombre es Jamaica es, muy evidentemente, el resultado de un intenso trabajo: un intenso trabajo de documentación, de invención, de escritura. El autor llega hasta el punto de escribir algunos fragmentos en "ladino" o "judeoespañol", la lengua de los sefardíes expulsados de España y conservada a través de los siglos. (Aunque uno se plantea si esto era literariamente necesario, o si es un lucimiento excesivo). Los personajes también parecen esculpidos con cincel, deliberadamente, y por eso mismo puede faltarles vida y complejidad.
El principal problema que le veo a la novela es que, a partir de un prometedor principio, parece quedarse paralizada por el peso del mensaje que quiere transmitir. Los personajes hablan, una y otra vez, de los mismos asuntos, de los mismos problemas, con las mismas perspectivas. El viaje que realizan desde Israel a París y desde París a Granada no los cambia, se perpetúan en sí mismos como si estuvieran atrapados por el pasado (o por la intención de su autor). Y al lector llega a pesarle, también, la insistencia en los mismos puntos.
Creo que José Manuel Fajardo es un novelista que conoce perfectamente el oficio y todas sus posibilidades; creo, también, que esta no es su mejor obra; pero creo también, por último, que merece la pena seguir leyéndolo.
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