Título original: The
Folly of Fools. The Logic of Deceit and Self-Deception in Human Life
Año de publicación: 2011
Valoración: Imprescindible
A pesar del título –que tanto recuerda a cierta novela de culto–, La insensatez de los necios es un ensayo que pretende desentrañar y analizar los subterfugios que utiliza la mente para convencernos de lo que nos conviene o nos resulta más cómodo. El autoengaño se construye mediante inexactitudes de diverso calado que vamos inventando, más o menos conscientemente, en detrimento de la realidad, para obtener con ello algún provecho, aunque esto represente un perjuicio para otros. También debido al exceso de confianza que provoca la constante repetición de conductas.
Robert Trivers cuenta, entre otros, con el título de doctor en biología. Este hecho condiciona, quizá demasiado, el enfoque de las cuestiones que aborda. En los dos primeros capítulos, se esfuerza en demostrar que los rasgos evolutivos –no solo en la naturaleza humana, también animal y hasta vegetal– determinan un aspecto físico que disfraza su auténtica naturaleza. Así es como las especies consiguen protegerse, atacar sin impedimentos, sobrevivir en un medio hostil y, en definitiva, aumentar sensiblemente sus posibilidades reproductivas. Aunque también cuando habla del hombre mantiene una orientación biológica, excesiva a veces y, desde luego, novedosa para mí. Afirma, por ejemplo, que los genes maternos y paternos condicionan nuestras decisiones hasta tal punto que se produce un conflicto interno entre ambos.
Según él, la mejor forma de defensa consiste en distorsionar la realidad. En primer lugar, ante nosotros mismos, pues solo así resultaremos creíbles. Mucho más a menudo de lo que nos gustaría reconocer, proyectamos nuestros propios defectos en los otros y acabamos reprochándoselos, embellecemos los recuerdos, racionalizamos nuestras conductas más absurdas, nos construimos una imagen claramente favorecida, inventamos mecanismos de autodefensa… Engaño y autoengaño son, pues, “dos caras de la misma moneda” y la intención –tras su apariencia defensiva, y salvo excepciones como el efecto placebo– es ante todo de ataque.
Pero no todo es negativo en esta alternancia entre apariencia y realidad. Según la doctrina evolutiva, cualquier conducta poco (o nada) beneficiosa para una especie termina abandonándose. No ha ocurrido así en la nuestra, ya que la necesidad de detectar el engaño constituye un factor esencial en el desarrollo de la inteligencia. No obstante, existen mecanismos, en forma de “sistema inmunitario psicológico”, encargados de impedir que desbarremos, cayendo en el ridículo o ilusionándonos más de la cuenta.
A continuación, se analiza el papel del autoengaño en ámbitos tan determinantes para la convivencia como los accidentes de aviación y los ocurridos en el espacio, provocados todos ellos por un exceso de confianza y, sobre todo, por el afán de ahorrar recursos que empuja a las compañías a subestimar los peligros. Tampoco la historia es inmune a estas revisiones falsas. Los genocidios o el comportamiento excesivamente belicoso de algunos gobiernos –con el consiguiente despilfarro humano, económico y hasta ético– oculta a la opinión pública sus aspectos más crueles e injustos. Se analizan con bastante detalle episodios muy recientes, incluso actuales, poniendo de manifiesto la arbitrariedad de muchas decisiones y su repercusión en las sociedades más débiles. Sin contar que, en la mayoría de los casos, cualquier distorsión de la realidad intenta justificarse con otra, luego con otra más, provocando finalmente una infinita cadena de engaños.
Las religiones no podían quedar fuera de este recuento. Tras afirmar que “toda religión es un autoengaño”, el autor destaca el carácter exclusivo y de privilegio –manifestado por la deidad verdadera– del que cada monoteísmo presume ante sus acólitos, así como el desprestigio sistemático de las otras confesiones y su consabida alianza con el poder. A pesar de ello, si no hubiesen ofrecido ventajas –en forma de reglas éticas que facilitan la convivencia, de normas de higiene que favorecen la salud, de catarsis, de apoyo mutuo o fomento de actitudes relacionales–se habrían extinguido hace siglos. Ni siquiera las ciencias sociales se sustraen a esta manía humana de contar lo que conviene. Es más, Trivers afirma que cuanto más social es una ciencia (caso de la economía, psicología o antropología cultural) más expuesta se encuentra al autoengaño. Pero no tenemos que ir tan lejos: la vida cotidiana está salpicada de enredos, y la capacidad de detectarlos, no solo mejorará nuestra capacidad defensiva, también nos volverá más perspicaces y críticos.
Con un lenguaje claro y directo, combinando erudición, sentido común, opiniones personales expuestas sin tapujos y hasta sabrosas anécdotas privadas, Trivers ha compuesto un estudio tan riguroso, y profundo como ameno. El carácter tan particular de sus conclusiones, su actualidad indiscutible y el arraigo en la vida cotidiana le convierten en un texto vivo, casi urgente que nos obliga a poner en cuestión asuntos de vital importancia.
Se escucha bastante interesante, gracias, me lo apunto!!! :-)
ResponderEliminarPues que lo disfrutes. Ya nos contarás :)
ResponderEliminarExcelente libro, un aplauso a Robert Trivera
ResponderEliminarPor supuesto, todo aplauso es poco.
ResponderEliminarPor supuesto, todo aplauso es poco.
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