Año de publicación: 2002
Valoración: Muy recomendable
Hay quien supone que el ámbito de los cuentos o relatos cortos es terreno fértil para que se explayen aficionados, escritores en ciernes o diletantes literarios diversos; en definitiva, que es el vehículo perfecto para expresar el genio que uno lleva dentro, o dicho de otro modo, para convertirse en escritor sin currarse un material (argumento, estructura, personajes) para unos cientos de páginas.
Pero si uno se lee un buen libro de relatos, como el que ahora comentamos, se da cuenta de que no es tan fácil. De que para escribir un buen cuento no basta con tener una idea que parezca brillante, de que no es una novela cortita, comprimida o sintetizada, sino que exige otra técnica, un ritmo narrativo diferente, y la aportación de elementos que requieren un tratamiento adecuado al género.
Pues todo esto y bastante más lo domina Luisgé Martín como pocos. Por cierto, que cuando se publicó este volumen firmaba como Luis G., pero bueno, le respetamos el cambio de nomenclatura, que está en su derecho.
Nos sumerge el narrador en sucesivos mundos, dispares en tiempo y entorno, nos presenta historias subyugantes, intensas, casi siempre traspasadas por el desgarro, de una crudeza a veces desasosegante… Entre la confortable rutina de la vida burguesa y la tragedia, su propio derrumbamiento, sólo hay un paso, una frágil frontera que corrientes insospechadas de los sentimientos o del destino nos empujan a atravesar de improviso, cuando todo parecía en calma.
He visto por ahí calificar de morbosa la prosa de Luisgé. No creo en absoluto que pueda afirmarse tal cosa. El relato mantiene como he dicho un alto nivel de energía negativa, de mal rollo podríamos decir, pero tampoco creo que se carguen las tintas más allá de lo necesario, ni se retuerzan situaciones de forma gratuita.
Los distintos pasajes adquieren por momentos un espléndido aire clásico que les proporciona peso y les hace importantes. Y no falta el gesto, el rasgo diferenciador que dota a cada historia de personalidad, de individualidad: la crueldad en el terrible ‘Bertrand Romail’, el humor moralizante en ‘El perdón de las ofensas’, la melancolía en ‘Toda una vida’… Sólo en alguna ocasión me ha parecido que al final de alguna de las historias le faltaba quizá un hervor, el último golpe del martillo. O tal vez juegue el autor con esas acciones que quedan en suspenso para potenciar el punto de desazón del lector. Tal vez.
Sin lugar a dudas, El alma del erizo es uno de los mejores libros de relatos que han caído en mis manos, y el amigo Martín, un tipo al que no deberíamos perder la pista.
Otras obras de Luisgé Martín en ULAD: El amor del revés, La mujer de sombra
Firmado: Carlos Andia
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