Idioma original: inglés
Título original: The Trouble with Billionaires
Año de publicación: 2013
Traducción: Emilio Ayllón
Valoración: recomendable
La buena gente de Capitán Swing va haciéndose un hueco, poco a poco, en un sitio que, en los tiempos que corren, sería demasiado peligroso dejar de lado. Una de sus líneas editoriales es lo que podríamos definir como obras de denuncia que, y espero que lo estén consiguiendo, intentan concienciar a la gente sobre diversos aspectos sin dejarse llevar por el populismo barato (tan en boga), el dogmatismo que busca equilibrar la balanza para el otro lado o la cuestión directamente panfletaria.
El problema de los super-millonarios es, por ejemplo, un ensayo que contiene un capítulo que se llama Por qué Bill Gates no merece su fortuna y otro que se llama La reforma de la lotería ovárica. Quién puede resistirse ante semejantes anzuelos. Aunque, debo ir advirtiendo, este es un ensayo que será mucho más disfrutado desde cierta posición social e ideológica, creo que las reflexiones a que nos conduce no son nada despreciables. La cuestión central es reflejar como las políticas neo o ultraliberales vigentes en el mundo anglosajón (eras Reagan y Thatcher hasta hoy) sólo han hecho que acentuar las desigualdades entre las partes más ricas y las más pobres de las sociedades. Y que esta desigualdad es el germen de la actual crisis galopante, y que para nada se está tomando, vía austeridad a rajatabla, el camino adecuado para que las cosas mejoren. Esto es muy resumido, porque (y creo que aquí la extensión del libro es algo excesiva) las 300 páginas son, desarrollando diversas líneas de investigación e, inevitable en este tipo de lecturas, aportando profusión de datos, estadísticas y gráficos, un camino hacia una conclusión bien presente desde el principio: las sociedades son más justas cuanto más impuestos se pagan y cuanto estos actúan con más progresividad gravando las rentas más elevadas. Punto. Defendiendo las tesis keynesianas, el sector público ha de tirar cuando el sector privado no se acaba de decidir. Claro: de no ser el lector uno de esos supermillonarios, los planteamientos del libro no pueden ser menos que aplaudidos. Noruega, Dinamarca, Suecia. Siempre los mismos ejemplos para hablar de sociedades con enormes cargas tributarias, pero cuyos ciudadanos obtienen un bienestar del estado que les hace conformarse.
Pero siempre hay un pero.
Leer este libro en este estado llamado España, donde cada semana nos enteramos de un nuevo caso de señor gobernante que, encantado y feliz de la vida con esos impuestos que se pagan, se ha dedicado a hacerse con ellos y metérselos en sus bolsillos, en los de sus amantes, en los de sus esposas, amigos, amiguetes, primos, primos segundos y cuñaos, en los de testaferros, en los de sociedades domiciliadas en islotes pintorescos o en estados montañosos, no resulta el más halagüeño de los escenarios. Y, aunque la amena lectura de El problema de los super-millonarios resulta didáctica y hasta entusiasta, no sé si este es el momento oportuno para convencer a la gente que renuncie al 30, al 35 por ciento de sus ingresos a favor de un estado que cada vez da menos servicios y más disgustos.
Así que esta reflexión puede llevarnos tanto al refuerzo de las convicciones, como a pillar un cabreo de un par.
Me parece más adecuado el título en inglés: "The trouble WITH billionaries" que la traducción que le han hecho: "El problema DE los super-millonarios", que, con la que está cayendo, suena un poco a equívoco cachondeo. Ya se sabe: los ricos también lloran...
ResponderEliminarBueno. La preposición puede interpretarse igual, pero es algo claro que ELLOS no tienen muchos problemas pero que nosotros si los tenemos con ellos.
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