Año
de publicación: 2014
Valoración:
Está
bien
Desde que salió de
Cuba, allá por 1995, Ronaldo Menéndez ha viajado bastante. En sus temporadas
sedentarias ejerció el periodismo en Perú antes de instalarse en España hace
casi diez años. Proteico hasta la médula, ha logrado que las puertas de su país
se mantengan abiertas para él.
Su colaboración en el
suplemento El viajero de El País había acabado de curtirle en
esos menesteres cuando decidió convertirse en mochilero y recorrer junto a su
pareja durante 13 meses los regímenes comunistas de América Latina y el Sudeste
asiático. Empezaron pisando territorio cubano y fue como salir de casa otra
vez, pero antes tuvo lugar el encuentro con los seres queridos y el
encontronazo con una forma de vida, la impuesta por el régimen, que con sus
particulares incoherencias lucha por mantenerse lo más dignamente posible. Las
anécdotas se suceden y el gracejo con que se narran nos arranca una sonrisa.
Venezuela la conocemos a través de las angustiosas vicisitudes de un tal Charly,
enviado por su gobierno a realizar una delirante misión cultural, en
condiciones tan demenciales que sobrepasan los límites conocidos de la
ineficacia burocrática. Uno tras otro, de Bolivia a Tailandia, pasando por Chile,
Brasil, Vietnam, Laos y Camboya, cada país da lugar a un relato cerrado y convincente.
Se percibe la eficacia narrativa del escritor, su habilidad para dosificar la información
sin que decaiga el interés de su público. En Bolivia tememos por las vidas de
Ronaldo personaje y de su acompañante Natalia, esta se volatiliza
una noche en una fonda de mala muerte infundiendo en la inquieta mente de Menéndez
toda clase de especulaciones siniestras que, por suerte, quedaron en una falsa alarma, otras
veces se nos muestran personalidades atractivas, curiosos modos de vida,
anécdotas espeluznantes, o exóticas costumbres.
Percibimos, por
ejemplo, que el comunismo puro, sin contaminaciones capitalistas, no existe en
la práctica, y que incluso el capitalismo presenta en ciertos momentos rasgos
más solidarios de lo que cabría esperar. Menéndez concluye que, por encima de credos
y gobernantes, le interesan las personas que pueblan los países, ellas son las
que facilitan o dificultan la vida del viajero. Pero, aún así, sorprende un
poco que ese rastreo de la ideología y las costumbres de unos cuantos países
comunistas se reduzca a mera excusa para realizar un viaje tan largo. Sin
embargo, como el propio autor reconoce, lo que en realidad deseaba era convertirse
durante unos meses en “dueño de su tiempo”
y nosotros lo vamos comprobando a lo largo de unas páginas repletas de
vivencias personales que son, a fin de cuentas, lo que él recuerda y le importa
una vez finalizado su periplo. Son sus experiencias, pues, las que quedan
registradas en estos seis capítulos repletos de humor, ironía, escepticismo y
esa chispa tan particular que añade amenidad a los escritos de Menéndez
imprimiéndoles su propio sello. Tampoco está ausente la crítica –que no llega a
ser corrosiva ni tiene oportunidad de ser constructiva– de ese comunismo que, a
base de despojamiento, aviva en la gente las ansias de posesión; ni la autocrítica,
que dirige a ese espíritu mochilero, algo esnob en ocasiones, ingenuo muchas
veces, y, en demasiados casos, con más expectativas turístico-burguesas de las
que la mayor parte de los aventureros que aparecen fugazmente en estas páginas
se atrevería a confesar.
Aunque parezca escrita
sobre la marcha, esta crónica comenzó a elaborarse tras su regreso a España, al
calor de los recuerdos y, naturalmente, gracias a las impagables anotaciones
que Menéndez realizó a lo largo de su recorrido. Por cierto, en sus crónicas no
se menciona la totalidad de los países que atraviesa para no restar coherencia
al conjunto. Es justo añadir que escribió mucho en el transcurso de ese viaje:
además de las notas que constituyen el germen de Rojo aceituna, puso los cimientos a una novela sobre la
posrevolución cubana, cuyo título provisional era entonces La casa y la isla y que fue elaborando día a día pacientemente a
base de madrugones y de una buena ración de constancia.
Actualmente, el autor
se encuentra volcado en su actividad de escritor, que los viajes estimulan en
lugar de interrumpir, y en su trabajo de profesor en talleres literarios. Desde
1990, ha publicado, además de esta crónica viajera y un manual didáctico, unas
cuantas novelas y colecciones de relatos por los que ha recibido varios
premios.
También de Rolando Menéndez en ULAD: La casa y la isla
También de Rolando Menéndez en ULAD: La casa y la isla
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