Idioma original: italiano
Traductora: Marina Pino
Año de publicación: 1994
Valoración: Recomendable
Ermanno Cavazzoni es un escritor, guionista (junto a Fellini, nada menos), director de cine y profesor italiano. Publicó en 1994 este Breviario de idiotas, de subtítulo harto elocuente: "Cuando la idiocia es tan perfecta que debería servir de ejemplo a los niños". Y eso es exactamente lo que nos encontramos en el libro: toda una serie de biografías de personajes, a modo de "vidas de santos", cuya aventura vital está siempre condicionada por una estupidez, o mejor dicho, idiocia (recordemos la distinción al respecto que hacía el personaje de Belbo en El péndulo de Foucault, de Umberto Eco), a veces congénita y otras sobrevenida, pero que siempre determina un final más o menos trágico, como colofón de una existencia más o menos cómica.
Ciertamente, estás biografías (¿inventadas?) reflejan una idiotez llevada a su extremo. No obstante, y aquí está lo inquietante del libro, no resulta difícil reconocer, en uno u otro caso, y exagerados, a algún personaje de los que podemos tratar a diario o hemos conocido a lo largo de nuestra existencia; incluso a algún amigo o familiar... O, más inquietante aún, a ese ser que nos mira cada mañana desde el espejo: Cavazzonni opta por el humor para presentarnos esta colección de tipos disfuncionales, casi fenómenos de feria en algún caso, pero cuyas manías y obsesiones podrían muy bien ser sustituidas por las que, quien más o quien menos, tenemos todos. El catálogo es suficientemente colorido como para que cualquiera encuentre su "idiota favorito", así que me limitaré a enumerar una pequeña muestra, para que ustedes se hagan una idea de por dónde van los tiros:
- El marxista Raffaello Pelagatos, que creía que los Reyes Magos eran unos extraterrestres (y su antagonista, el padre Pelaperros).
- Bruno Primavera, pirómano fraudulento.
- Un superviviente de Mauthausen que no se dio cuenta de que era un campo de concentración, porque en su pueblo se pasaba aún más hambre.
- Rosa María Blanconegro, puta fracasada.
- El doctor Diálisis, mártir de los pies.
- Vincenzo Cusiani, escritor realista, que se dedicaba a transcribir absolutamente todos los hechos de su vida diaria, por nimios que fueran (sospecho que éste era el favorito de Cavazzonni. Además de que parece un adelanto de ciertos escritores actuales de la última hornada).
Y así unos cuantos más. El único personaje real que yo conozco (no excluyo que haya más), es el afamado Cesare Lombroso, ese "científico" que en el siglo XIX trató de establecer toda una tipología de humanos, y en especial de seres antisociales, como artistas y criminales, basándose en consideraciones estadísticas y en estudios antropométricos y, sobre todo mediciones craneales. Sus hallazgos, como no podía ser menos, tuvieron bastante eco, unos años después, en los corpus ideológicos de otros ilustres idiotas, como fueron los fascistas y los nacionalsocialistas alemanes (e incluso hoy, a menudo se echa mano de tópicos de ese tipo o de consideraciones geográficas, para sentenciar alegremente sobre las supuestas tendencias delincuenciales de alguna etnia o nacionalidad determinada).
El género al que podemos adscribir estos relatos es , sin duda, el humorismo, pero que nadie espere aquí un humor "blanco" o "naif", por más que se finja en alguna de las biografías. de hecho, el estilo varía desde la más afilada ironía hasta el sarcasmo o la metáfora evidente ( como en la historia del noble Pordiosero, que se cubría la cara antes de salir de casa, para disimular sus arrugas, con una gruesa capa de laca, que al trascurrir el día iba cuarteándose). Otras "vidas" ya caen directamente en lo esperpéntico o, incluso en lo "felliniano" (puesto que ambos creadores trabajaron juntos); en una mezcla de lo tierno, lo repulsivo y lo patético que denota un humor más amargo que risueño y que a quien lo lee también le deja un sabor acre, para nada divertido. En otras ocasiones, no obstante, la desazón proviene de percatarnos de que las historias que nos cuenta el autor tampoco difieren mucho de las que podemos leer en los periódicos o escuchar en algún cotilleo de vecindad. Por ejemplo, no me resisto a reproducir uno de los brevísimos "suicidios con error" que aparecen en un capítulo del libro:
"Un abogado alcohólico y reducido a la miseria se tiró, el 10 de Diciembre, de un puente. pero con él cayó también un jubilado que había intentado detenerlo. El jubilado se ahogó, mientras que el abogado fue rescatado borracho e inconsciente".
(Parece una metáfora de la crisis económica o de sus efectos. O de tantas cosas...).
En definitiva, un libro absolutamente recomendable, pero no apto para espíritus delicados. Ni tampoco para aquellos que vivan convencidos de hallarse en el mejor de los mundos o encantados de haberse conocido a sí mismos. Porque lo que Cavazzonni insinúa a lo largo de todo este breviario, es que la idiocia absoluta no es un estado tan lejano de la "normalidad" como solemos creer. En un momento dado, todos podemos ser unos perfectos idiotas. Si es que no lo somos ya.
El género al que podemos adscribir estos relatos es , sin duda, el humorismo, pero que nadie espere aquí un humor "blanco" o "naif", por más que se finja en alguna de las biografías. de hecho, el estilo varía desde la más afilada ironía hasta el sarcasmo o la metáfora evidente ( como en la historia del noble Pordiosero, que se cubría la cara antes de salir de casa, para disimular sus arrugas, con una gruesa capa de laca, que al trascurrir el día iba cuarteándose). Otras "vidas" ya caen directamente en lo esperpéntico o, incluso en lo "felliniano" (puesto que ambos creadores trabajaron juntos); en una mezcla de lo tierno, lo repulsivo y lo patético que denota un humor más amargo que risueño y que a quien lo lee también le deja un sabor acre, para nada divertido. En otras ocasiones, no obstante, la desazón proviene de percatarnos de que las historias que nos cuenta el autor tampoco difieren mucho de las que podemos leer en los periódicos o escuchar en algún cotilleo de vecindad. Por ejemplo, no me resisto a reproducir uno de los brevísimos "suicidios con error" que aparecen en un capítulo del libro:
"Un abogado alcohólico y reducido a la miseria se tiró, el 10 de Diciembre, de un puente. pero con él cayó también un jubilado que había intentado detenerlo. El jubilado se ahogó, mientras que el abogado fue rescatado borracho e inconsciente".
(Parece una metáfora de la crisis económica o de sus efectos. O de tantas cosas...).
En definitiva, un libro absolutamente recomendable, pero no apto para espíritus delicados. Ni tampoco para aquellos que vivan convencidos de hallarse en el mejor de los mundos o encantados de haberse conocido a sí mismos. Porque lo que Cavazzonni insinúa a lo largo de todo este breviario, es que la idiocia absoluta no es un estado tan lejano de la "normalidad" como solemos creer. En un momento dado, todos podemos ser unos perfectos idiotas. Si es que no lo somos ya.
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