Idioma original: español
Año de publicación: 2013
Valoración: Muy recomendable para cualquier lector;
imprescindible para quienes se interesen por el mundo del periodismo
El papel de la prensa, no lo digo yo, lo dice el genial Enric González,
«consiste en contar qué pasa y por qué pasa, nada más». En Memorias líquidas, el autor nos sirve mucho más que su habitual trago
de magníficos recuerdos y divertidas anécdotas, como viene siendo la costumbre
en sus Historias de Londres/Nueva
York/Roma. Aquí, delante de Ustedes, gracias a este amenísimo librito que
se lee de una sola sentada, González nos deleita con un cóctel de puro
periodismo, mezclando un articulista con dos dedos de reportero de guerra, un
buen chorreón de corresponsalías y unas gotitas de tejemanejes comunicativos,
entre otros enigmáticos ingredientes, para presentarnos un fresco, qué digo,
una botella, con lo más selecto de sus últimas (casi, casi) cuatro décadas. Se
dice pronto.
Memorias líquidas es la autobiografía de uno de los mejores periodistas españoles de la
democracia —quién sabe si me quedo corto afirmándolo— y una magnífica crónica
de la fundación, el auge y la (relativa, cuestionable, pero en ciertos ámbitos
palmaria) decadencia del diario El País.
Enric, que el autor me perdone por referirme a él de repente por su nombre de
pila, al fin y al cabo estamos bebiendo juntos, se erige en defensor, a los
inicios de su carrera, desde siempre, pero más que nunca en estas páginas, de
la doctrina según la cual «cada mesa de la redacción [debe] ser una trinchera
de resistencia frente a la empresa y los demás poderes». Enric resiste. Lleva
haciéndolo toda la vida. Empezó a hacerlo en El Correo Catalán, cuando no era más que un muchachito sin estudios
universitarios. Entre otras cosas, se resistió a tragarse los bulos de la panda
de policías que, según la «versión oficial», se vieron forzados a acribillar a
balazos a un chico armado en la Barcelona de finales de los 1970. Siguió
resistiendo como reportero de guerra durante la invasión de Kuwait, donde la
prohibición de consumir bebidas alcohólicas le llevó a montar su propia destiladora
casera de sadiki. E hizo lo propio
cuando, en una época mucho más reciente, decidió criticar públicamente algunas
de las tristísimas políticas del Grupo Prisa, empezando por los desmesurados
sueldos de su presidente y las falsas promesas en relación a una ya más que
consumada política de despedidos. «El poder miente», y Enric se resiste a
acatar las mentiras.
Firmado: José Serralvo
Genera ambivalencia. Como si desde que cambió de diario sus textos fueran más laxos, menos atados.
ResponderEliminarEs de esos pequeños grandes libros que no deberían de faltar. Enric González escribe muy bien y nos cuenta su visión de la prensa basada en su experiencia en diversos periódicos y realmente no deja títere con cabeza, especialmente cuando habla de los cambios producidos en El País.
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