Título original: Der Sandmann
Fecha de publicación: 1817
Valoración: Muy recomendable
No sé si a alguien le habrá importado que yo no haya participado en esa serie de confesiones bibliotequiles que acaban de finalizar mis compañeros de blog y que han bautizado con el sugerente nombre de “Biografías lectoras”. El caso es que yo tenía mis motivos para no querer exhibir públicamente un pedacito de mi vida (por mucho que queramos darle al asunto un cariz literario), y por eso, mientras ellos hacían sus melancólicas y sentidas exhibiciones papiro-existenciales, yo me he dedicado a leer como un cosaco. O más bien, a releer. Que tenía por ahí algún que otro libro al que deseaba echar mano de nuevo…
Hacía mucho tiempo desde mis primeras lecturas de los mismos y sólo me quedaba el vago recuerdo de que había disfrutado con ellos. Uno de estos libros de segunda ronda ha sido un compendio de relatos de literatura fantástica realizado por Italo Calvino (creo que alguna vez lo he mencionado por aquí), y tengo que confesar que su relectura me ha encantado y me ha hecho darme cuenta de que mi memoria ya no es la que era: porque sin ser como Guy Pierce en Memento, se me habían olvidado casi por completo piezas muy buenas de esta magnífica selección. La mejor para mí es la que hoy reseño en forma de “Zoom”: "El hombre de arena", uno de los relatos más célebres de ese gran germano del lado oscuro que fue E.T.A. Hoffmann.
En la cultura popular anglosajona, Sandman, el Arenero o El hombre de arena es un tipo sobrenatural que por la noche entra en los dormitorios de la gente y lanza arena mágica a los ojos de sus ocupantes para que se duerman y tengan toda clase de sueños. De vez en cuando, el misterioso Arenero es visto como un coco retorcido que lanza su arenita a los niños para arrancarles los ojos y llevárselos como golosinas a sus espantosos hijos, una especie de pajarracos infernales.
Como era de esperar, Hoffmann utiliza esta versión vil del Arenero para el relato que hoy reseño, y aunque parezca mentira, sale airoso de la arriesgada apuesta que supone mezclar en unas cuantas páginas leyendas ancestrales, fantasías y terrores infantiles, una pizca de ciencia-ficción, un amor platónico y enfermizo, y cierta esencia a tragedia burguesa. El héroe de este relato es Nathanaël, un joven estudiante que no puede olvidarse de un horroroso episodio de su infancia: presenció la muerte de su padre en una suerte de episodio brujeril-alquimista junto a su horrendo colaborador, un repugnante e histriónico tipo llamado Coppelius en el que él siempre vio al hombre de arena de las leyendas. El suceso dejó al muchacho traumatizado, y cuando años después cree reconocer a Coppelius transmutado en un siniestro italiano llamado Coppola, sus más funestos temores vuelven a conquistarlo. Pero en esta ocasión, también hará acto de presencia la preciosa pero fría y extraña Olimpia, la presunta hija de un profesor de Nathanaël, que le llevará a la perdición por mucho que Clara, su sensata prometida, y Segismundo, su fiel amigo, traten de evitarlo.
El relato es narrado por alguien que conoció a Nathanaël, contiene varias cartas con diferentes puntos de vista de sus personajes, lo que da a la historia esencia de nouvelle, y bueno, por sólo leer la descripción del repulsivo Coppelius y conocer la verdadera naturaleza de Olimpia, merece la pena leerlo.
En resumen: una delicia escrita con maestría a principios del siglo XIX y que contiene muchos elementos que siglos después continúan apasionándonos y haciéndonos temblar en toda clase de historias fantásticas.
Este relato es una maravilla. Me han entrado ganas de releerlo. Hoffmann tiene otro relato llamado Los automatas que tiene poco que envidiarle y, de algun modo, se le considera como un embrión de El hombre de arena.
ResponderEliminarSaludos.
¡A mí también me han dado ganas de leerlo! A ver si lo encuentro por ahí...
ResponderEliminarEl cuento está en CiudadSeva ;)
ResponderEliminarMe encanta la portada.
ResponderEliminarPues sí que es un curioso relato, sí. La verdad, casi parece dos relatos diferentes: la primera parte, la escrita en forma de cartas, parece insinuar algún tipo de entidad sobrenatural y diabólica, tipo Lovecraft; y la segunda parte casi es más ciencia-ficción, con toques de melodrama y de estudio psicológico...
ResponderEliminarA mí, la verdad, me cuesta un poco apreciar estos relatos góticos del siglo XIX, por toda esa retórica exagerada (¡espantoso!, ¡terrible!, ¡espeluznante!) que ha quedado muy pasada de moda.
Jejeje... Sí, puede ser que esa forma de expresarse nos parezca un poco demodé, pero bueno, también es parte de su encanto vintage, ¿no?
ResponderEliminarCon estos escritores de terror de otros siglos me pasa un poco como con las películas de la productora Hammer. A mí me encantan pese a su aroma algo rancio; en cambio, tengo amigos a los que no les gustan porque las ven demasiado teatrales y exageradas. Gracias por los comentarios.
yo ando buscando otro libro de este autor " Opiniones del gato Murr" y no lo he conseguido.
ResponderEliminarSi alguien sabe como conseguirlo ...
Alguien lo ha leido?
Agradeceria una critica de ese libro