Año de publicación: 2014
Valoración: está bien/ recomendable
Otro premio para la escritora catalana Lolita Bosch. Esta vez, el XXXII premio Guillem Cifre de Colonya, Mallorca, 2013 para su novela El niño que quería matar, editada por La Galera.
La voz poética que se desplegaba ya en La persona que fuimos (Mondadori, 2006) o que caracterizaba el ensayo o la autobiografía fragmentada Ahora, escribo (Periférica, 2011), una de las mejores obras de Lolita Bosch, vuelve ahora en esta novela juvenil de la mano de Max, un chaval de catorce años que narra en primera persona el miedo que experimenta cada vez que su cabeza se va sola y ya es demasiado tarde como para detenerla. Es entonces cuando se le ocurren cosas muy extrañas y despierta el deseo que más lo preocupa; el deseo de matar.
Una voz narrativa que retoma una técnica típica en Bosch y que consiste en avanzar, ir dando pequeñas dosis de información, mediante la reescritura de un mismo pensamiento o suceso. Se crea así una atmósfera un tanto cerrada en la que se vuelve una y otra vez sobre lo mismo; el deseo de matar animales, la incapacidad de relacionarse con el resto, el sentirse observado por el resto, el silencio, la presión social ejercida por los comentarios y las miradas de los compañeros de instituto (no sabemos hasta qué punto reales, hasta qué punto inventadas por un protagonista adolescente que sufre un brote psicótico), la esperanza infundida por los progenitores y el cariño y la paciencia como único camino para salir, o intentar hacerlo al menos, del atolladero.
Estamos ante un estilo pulido en el que el monólogo interior de Max resulta creíble en todo momento (entramos en el juego, imaginamos con facilidad a un adolescente hablando así) e hipnotiza, de manera que somos conducidos a su infierno, a su desamparo cotidiano. Observamos así cómo va perdiendo muchos puntos de agarre (la rutina diaria, el instituto, la confianza en las personas que lo rodean...), cómo va perdiéndose él para reaparecer más tarde convertido en otro. Con escasos monólogos que se muestran sólo de vez en cuando para brindarnos el contrapunto de la voz adulta encarnada en la figura del padre, del médico, pero sobre todo de la madre. El mayor acierto de la novela es esa voz que nos recuerda un poco al adolescente perdido que fuimos o recuerda la extrañeza con la que mirábamos a algún compañero un tanto rarito (todos cómplices, todos apenas algo malvados en la casa sin tejado que es, para algunos, la adolescencia).
Para un lector que no conozca los mexicanismos, como es el caso, pueden resultar llamativos los casos de queísmo que se aprecian por ejemplo en las páginas 10 y 12, sin embargo, tras contrastarlo con la autora, observamos que se trata simplemente de un caso de desconocimiento total de la lengua mexicana por nuestra parte (¡hay que informarse mejor antes de hablar!).
Por último, teniendo en cuenta el gancho que suponen para un adolescente un título y una portada como la de esta novela y un punto de arranque redondo como "Me llamo Max, tengo catorce años y paso mucho más miedo que los otros niños. Porque a veces se me ocurren unas cosas muy extrañas que no sé qué son, no sé de dónde vienen ni sé para qué sirven. Si es que acaso sirven para algo. Y entonces tengo la sensación de que los demás se dan cuenta de que no soy como ellos y que por eso me tienen miedo. Tienen miedo de mí. Y eso es exactamente lo que me asusta tanto: que los demás tengan miedo de mí. Porque lo que a mí me gustaría es ser como ellos. Pensar en las mismas cosas que piensan los otros niños.", con un arranque redondo como ese, decía, es posible que un lector adulto se lleve una pequeña decepción al leer el desenlace. No se trata de destripar aquí toda la novela y de romper la magia de la lectura, por lo que no explicaré qué sucede al final. Sin embargo, mencionaré que echo en falta, por un lado, un mayor desarrollo de la historia, puesto que la idea me parece muy buena y he disfrutado de la lectura, y, por otro, teniendo en cuenta las posibilidades de maldad, inocencia, falta de moral, escrúpulos, etc. propias de la adolescencia en las que la escritura puede indagar, la novela me sabe a poco. Me quedo con ganas de seguir leyendo. Eso sí, esta valoración la realizo desde la perspectiva de una lectora adulta, es evidente que, para un público adolescente, que fue realmente para el que El niño que quería matar fue ideada, se trata de una lectura recomendable.
Para un lector que no conozca los mexicanismos, como es el caso, pueden resultar llamativos los casos de queísmo que se aprecian por ejemplo en las páginas 10 y 12, sin embargo, tras contrastarlo con la autora, observamos que se trata simplemente de un caso de desconocimiento total de la lengua mexicana por nuestra parte (¡hay que informarse mejor antes de hablar!).
Por último, teniendo en cuenta el gancho que suponen para un adolescente un título y una portada como la de esta novela y un punto de arranque redondo como "Me llamo Max, tengo catorce años y paso mucho más miedo que los otros niños. Porque a veces se me ocurren unas cosas muy extrañas que no sé qué son, no sé de dónde vienen ni sé para qué sirven. Si es que acaso sirven para algo. Y entonces tengo la sensación de que los demás se dan cuenta de que no soy como ellos y que por eso me tienen miedo. Tienen miedo de mí. Y eso es exactamente lo que me asusta tanto: que los demás tengan miedo de mí. Porque lo que a mí me gustaría es ser como ellos. Pensar en las mismas cosas que piensan los otros niños.", con un arranque redondo como ese, decía, es posible que un lector adulto se lleve una pequeña decepción al leer el desenlace. No se trata de destripar aquí toda la novela y de romper la magia de la lectura, por lo que no explicaré qué sucede al final. Sin embargo, mencionaré que echo en falta, por un lado, un mayor desarrollo de la historia, puesto que la idea me parece muy buena y he disfrutado de la lectura, y, por otro, teniendo en cuenta las posibilidades de maldad, inocencia, falta de moral, escrúpulos, etc. propias de la adolescencia en las que la escritura puede indagar, la novela me sabe a poco. Me quedo con ganas de seguir leyendo. Eso sí, esta valoración la realizo desde la perspectiva de una lectora adulta, es evidente que, para un público adolescente, que fue realmente para el que El niño que quería matar fue ideada, se trata de una lectura recomendable.
Estimada Uxue,
ResponderEliminaraquí Lolita. Gracias por la crítica atenta y minuciosa. Da gusto que te lean así.
Sólo decirte que lo que tú llamas errores, son mexicanismos. Que es el español en el que frecuentemente escribo.
!Un abrazo!
Gracias por la lectura.
LOLITA
¡Ag! ¡Qué metedura de pata etnocéntrica total! ¡Perdona! ¡Voy a cambiarlo!
ResponderEliminarPor otro lado, he empezado a leerles el libro en clase a los chavales y están enganchadísimos. ¡Exitazo!
¡Hecho!
ResponderEliminarvaginas
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