Título original: Au pays
Idioma original: francés
Fecha de publicación: 2009
Valoración: Recomendable
Cuando escribí por aquí la reseña de El pan a secas de Mohamed Chukri expliqué que había llegado a este escritor gracias a que se le menciona en un momento de Ciudad abierta de Teju Cole, cuando uno de sus personajes, un intelectual marroquí, dice que entre los escritores de su tierra se queda con el desgarrador Chukri frente al celebérrimo Tahar Ben Jelloun, instalado en Francia, que escribe en francés y que según el personaje de Cole, en su literatura da una imagen del mundo árabe y musulmán que se corresponde con la visión que del mismo se tiene en Occidente.
Pues bien, tras haber leído a Chukri (ya dejé claro en la reseña de El pan a secas lo que me había conmovido/espantado en este libro, el primero y más famoso del autor), ha llegado a mis manos El retorno, de Tahar Ben Jelloun, y tengo que decir que en este libro en particular, Ben Jelloun no es en absoluto ni tibio ni complaciente.
Eso sí, su estilo no tiene nada que ver con el de Chukri, pero no veo por ninguna parte esa imagen del Oriente soñado por Occidente que la criatura literaria de Cole le achacaba.
El retorno cuenta la historia de Mohamed Limmigri, un emigrante marroquí instalado en Francia desde hace décadas y empleado en una fábrica de coches que está a punto de jubilarse. El hecho de jubilarse es algo que no le gusta lo más mínimo, pero lo asume con resignación y aprovecha para analizar lo que ha sido su vida de forma un tanto poética que no artificiosa. En todo momento Ben Jelloun hace hablar a Mohamed con un lenguaje llano y directo. El hombre hace un balance de su vida y así reflexiona sobre sus hijos (más franceses que árabes, hasta el punto de rebelarse para emparejarse con cristianos), la intolerancia y los brotes xenófobos que agitan a su país de acogida, los guetos a los que parecen condenados los emigrantes, el Islam, su religión, y el cariz violento que está tomando en los últimos tiempos, etc... La conclusión a la que llegará Mohamed es que debe volver a su aldea natal y construir una enorme casa donde pasar sus últimos años.
Y la última parte del libro contará cómo Mohamed verá este agridulce retorno. En fin: un libro sencillo, sincero, emotivo, lúcido y agradable de leer que, sin embargo, deja al terminarlo una sensación rayana en la amargura.
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