Idioma original: neerlandés
Año de publicación: 2012
Valoración: está bien
Cees Nooteboom (La Haya, 1933) es un poeta conocido. Todos los años su nombre aparece como candidato al Nobel de literatura. Sus novelas (como Aquellas montañas de Holanda) y libros de viajes (Tumbas de poetas y pensadores, El desvío a Santiago...) se han publicado en España. Pero Cees Nooteboom se considera sobre todo un poeta. Este libro es una selección de todos sus poemarios, incluido uno de 2012 de igual título. Uno de esos formatos que parecen dotados para mejor envejecer en una estantería privada.
Cees Nooteboom confiesa que su poesía es muy visual, material, que él es poco dado a lo abstracto. Su unión de poesía y prosa dice muchas cosas a la vez sin dejar nunca de ser reflexivo, de hablar siempre primero para él. La carga de su voz es de datos y profundidad. Predomina la sensación de estar ante un evento, de ser testigo de un juicio excepcional e incompleto:
El aire que rodea todo estoAmsterdamés, pensante, poeta racional, que afirma que le encanta viajar, y sin embargo, confiesa “dadme otra vida y no la quiero”. Aunque la vida no siempre sea tan contable, e incluya momentos que se desaten y no los puedas tocar, la de Cees Nooteboom parece una vida exacta. Eligió ser el turista y el poeta que ha sido, y se nos ofrece como un misterio ázimo. Como otros caminan o andan en la suya, la de él no es un pretexto para escribir, sino que su escribir es la fe que explora para alargar la vida.
es la más alta invención, una vida que existe
ahora que ya nunca más
existe.
Si uno repasa los títulos de alguno de sus libros de poesía (Dulzamara, Autorretrato de otro) casi ya puede imaginarse a quién va a encontrar en sus páginas. Alguien en una versión del mundo tan personal pero tan desarrollada, que no es siempre fácil de entender. Constructor que no aceptaría título de arquitecto, cuya obra a veces es ajena a la propia comprensión. Como el cantante que aun al final del concierto se dirige a su público hablando de usted. Un poeta de estudio, que se esconde en la isla de Menorca a leer y a intentar alargar el verano.
Nosotros en sus poemas somos personajes, mandados no sabemos por quién, dirigidos no sabemos dónde, enmarcados en la sala de su museo. En mutua inmanencia, pupila y punto turístico a la vez, “para que lo perdido se conserve como algo perdido”.
Sus versos alarman con sustantivos, en los que sube y baja una vida poética que ya supera los cincuenta años. Alrededor de los nombres se afianza la construcción: fotos, museos, tumbas de escritores le otorgan la argamasa para la escritura. Y a nosotros la experiencia estética de leerlo o visitarnos. Uno a esa edad quizás se siente más orgulloso de lo que ha conocido que de lo que ha logrado. Quizás el sol nos juzgue en la vejez como a Cees Nooteboom durante toda su vida.
También de Cees Nooteboom en ULAD: El día de todas las almas
Un imprescindible que siempre está en la lista de pendientes. De este año no pasa. Saludos.
ResponderEliminarPD.Ni sé os ocurra dejar de reseñar...