Título original: The White Tiger
Año de publicación: 2008
Valoración: Muy recomendable
“El cuerpo de un hombre rico es como un cojín de algodón de primera calidad: blanco, blando y liso. Los nuestros son diferentes. La columna de mi padre era como una cuerda llena de nudos, como las que usan las mujeres en los pueblos para sacar agua del pozo; su clavícula trazaba una curva protuberante en torno al cuello, como el collar de un perro; infinidad de cortes, muescas y cicatrices, como si fueran las marcas de un látigo, cubrían todo su pecho hasta la cintura, e incluso hasta la cadera y los glúteos. La historia de un hombre pobre está escrita en su cuerpo con un lápiz muy afilado.” (*)
No
se puede ser más claro. Este contraste entre los extremos se refleja con la misma
contundencia en todas y cada una de las páginas de Tigre blanco. El autor consigue que aflore una India sin clases
medias, donde la pobreza es miseria y esclavitud mientras al otro lado reina la
opulencia y la arrogancia. El artificio literario consiste en que el narrador
cuente su vida al primer ministro de China en vísperas de una visita inminente
a su país porque se siente obligado a informar de cómo es la India en realidad
a un mandatario comunista. Durante siete noches va construyendo el relato de
sus andanzas desde que era un niño sin nombre (en casa no tuvieron tiempo de
ponérselo) hasta el momento presente cuando, convertido en próspero empresario,
contempla la araña de su despacho –ostentoso símbolo con el que intenta borrar
el recuerdo de antiguas penalidades– mientras echa a volar la memoria.
Desde
el principio comprendemos que Adiga no va a andarse con paños calientes. La
vida en esas condiciones es extremadamente dura: humillante, insoportable, insana.
Para cualquiera pero mucho más para un niño. En un ambiente como el que
describe, es preciso luchar para salir a flote, atacar como única defensa, y
hacerlo con uñas y dientes, sin reparar en lo que se tritura y desgarra. Y, si
a pesar de todo, asoma algún remordimiento, lo mejor es echárselo a la espalda
y seguir adelante. Porque el protagonista es un ser sensible: se da perfecta
cuenta del sufrimiento de los demás y no deja de dolerle. Pero reprime su
instinto compasivo igual que ahoga esa tendencia a la servidumbre que se le ha
inculcado casi desde antes de nacer. El recuerdo de su padre, al que adoraba,
no le incita a seguir sus pasos sino a todo lo contrario, rechazar la sumisión,
corregir sus actos, de alguna manera, a vengarle.
Un
tigre blanco, ejemplar raro de una especie poderosa y metáfora tan eficaz
como otras muchas que encontraremos en el texto. Balram se identifica con él y
así quiere presentarse al mundo, pero antes –como en los viejos relatos
iniciáticos– tendrá que superar dos pruebas: la primera es matar, la segunda, cambiar
de nombre. Desde muy pronto se nos pone al corriente de las dos. En ese punto,
la idea nos parecerá una aberración, sobre todo porque conocemos la identidad
de la víctima, pero según va avanzando el relato, y por obra y gracia de las
argucias narrativas del autor, vamos identificándonos con el personaje y comprendiendo
su radical falta de clemencia.
Esta
es una de las novelas en las que la figura principal posee tal atractivo que es
capaz de invadir todo el conjunto. También el típico relato bien hecho: sólido,
perfectamente construido, verosímil y a la vez lleno de crudeza, no exento de
ironía e intención satírica y, sin embargo, divertido y ameno. Tierno, ingenuo
incluso, repleto de metáforas convincentes y efectivas descripciones y con un
climax escrupulosamente medido para que la tensión no decaiga nunca.
(*) Traducción de Santiago del Rey
Lo recuerdo como bastante comercial, como un "Slumdog Millonaire" literario. Entretenido, pero sin entusiasmos.
ResponderEliminarHola David.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo, es comercial cien por cien. Pero constatarlo no le resta valor, a mi juicio. Está bien escrito, perfectamente construido, su argumento es interesante, los personajes creíbles, la construcción del protagonista es impecable, deja al descubierto realidades muy duras...
Es verdad que no es difícil de leer, que no rompe moldes literarios y que tiene un aire como de fábula. Esto lo pone al alcance de mucha más gente. Pues, por mí, perfecto. No todo va a ser Viaje al fin de la noche, que he releído hace poco. Vuela por ahí mucha historia con pretensiones que en realidad hace aguas por todos los sitios. Se trata de una de esas buenas obras que, además, puede ser leída por todos. Pues valor doble.
Porque el tigre blanco es una novela de personaje?
ResponderEliminarNo sé a qué te refieres. Esa expresión no se utiliza en la reseña, pero sí se manifiesta la importancia del protagonista. Aquí:
ResponderEliminar"Esta es una de las novelas en las que la figura principal posee tal atractivo que es capaz de invadir todo el conjunto."
No sé a qué te refieres. Esa expresión no se utiliza en la reseña, pero sí se manifiesta la importancia del protagonista. Aquí:
ResponderEliminar"Esta es una de las novelas en las que la figura principal posee tal atractivo que es capaz de invadir todo el conjunto."
La he leído hace poco. Totalmente recomendable. Alejada de los tópicos buenistas de la India al estilo de "Come, reza, ama". Y el cinismo del personaje me recuerda (salvando las distancias) al de "El juguete rabioso" de Arlt. Por otra parte, no entiendo a qué se refieren los comentarios que tildan a la novela de "comercial"; si se publica es para venderse, ¿no?
ResponderEliminarPues tampoco yo tengo muy claro qué quiere decir el que comenta con la palabra "comercial" aplicada a este libro. Imagino que se refiere a que es una lectura que puede gustar a mucha gente. Pero no todo lo que tiene éxito lo consigue en detrimento de la calidad, le recordaría que uno de los libros más comerciales de la literatura en castellano en su época fue nada menos que el Quijote.
ResponderEliminarCelebró que estemos de acuerdo. Saludos.