Título original: Verboden te lezen!
Año de publicación: 2001
Valoración: muy recomendable
Es algo ya conocido (gracias a las estadísticas con las que nos bombardean cada cierto tiempo) que España es uno de los países que más libros edita por año en proporción a su tamaño, población y, sobre todo, el tanto por cierto de lectores potenciales que existen –que, desgraciadamente, no podemos decir que sea de los más altos–. De ahí que no sea extraño escuchar que el mercado editorial está saturado, que las novedades no duran más de una semana en el escaparate de las librerías, que la competencia es durísima, que esta situación está provocando que se publiquen libros que se puedan vender con facilidad antes que apostar por su calidad literaria, etc. Pero, ¿podemos afirmar que esto sólo pasa en España o, por el contrario, es un problema global?
En Gracias por no leer Dubravka Ugrešić reúne treinta y un artículos y ensayos en los que analiza la situación actual del mundo editorial. Así, haciendo uso de una fina ironía, nos cuenta cómo trabajan hoy en día los agentes literarios (y cómo suele ser dificilísimo llegar a conocer a alguno en persona), por qué es importante que los escritores exploten su sex-appeal para promocionar sus obras, que la promoción suele ser más importante que los libros en sí, cómo se ha llegado a que algunos editores publiquen sus fotografías en las contraportadas de los libros (otorgándose, así, a sí mismos más importancia que a los propios autores) o por qué actualmente escritores consagrados tienen que competir con estrellas de la televisión o del cine (o con cualquiera que pueda atraer a un número significativo de posibles lectores, realmente) para poder ver publicadas sus obras. Como afirma en este libro, no todo el mundo puede ser cirujano, matemático o pianista, pero
resulta que cualquiera puede publicar un libro [...] La literatura se ha convertido así en un
pasaporte para la eternidad, al acceso de cualquiera, en un billete para
viajar en la órbita de los elegidos. De pronto resulta que todo el
mundo tiene derecho a hablar [...].
Ugrešić denuncia, además, la situación de los escritores de la Europa oriental una vez caído el telón de acero: por qué tiene más posibilidades de publicar un autor exiliado que otro que no haya abandonado su país, por qué el país de origen define desde un principio el posible volumen de ventas y la promoción dedicada a un autor (es más fácil que un autor serbio publique en Francia a que lo haga un autor francés, por ejemplo, aunque la obra de este último sea mucho mejor) o por qué siempre se espera que estos escritores traten ciertos temas en sus libros (la vida en la RDA, la caída del comunismo, etc.) y se evita o retrasa la publicación de aquellas obras que no se consideran lo suficiente "post-comunistas".
Es éste, por tanto, un libro imprescindible para todo aquel que quiera conocer cómo funciona el mundo editorial hoy en día (teniendo cuenta que, por supuesto, de todo hay y que la autora croata no habla de las pequeñas editoriales o grupos independientes) y que nos hará reflexionar cuando estemos en una librería y dudemos a la hora de comprar un libro.
Pues suena muy interesante. Por el tema creo que será algo parecido a Los demasiados libros de Gabriel Zaid.
ResponderEliminarSí, suena muy interesante. Justo hoy Carmen Posadas habla en El Semanal del auge de la escritura. Todo el mundo parece querer escribir. Y, efectivamente, es una de esas cosas que todo el mundo cree poder hacer simplemente por el hecho de saber unir una palabra con otra. Hay mucha osadía precisamente porque es un arte más accesible que muchos otros.
ResponderEliminarYa sé que esto suena muy pedorro, pero será que soy una pedorra.
No he leído Los demasiados libros, pero por la reseña parece que es del estilo, sí.
ResponderEliminarJajaja tu comentario no es pedorro, Paula, yo creo que tienes razón. El arte (u oficio, o lo que sea) de escribir está muy infravalorado y a todo el mundo le parece que es facilísimo escribir bien –y por eso hay veces que encontramos a la venta libros perpetrados por Leticia Sabater, por ejemplo–.
Esto me recuerda que hace unos años pasaba algo parecido en el mundo de la música, cuando cualquier presentador que fuera un poco mono y tuviera más de cuatro fans (como Jesús Vázquez) sacaba disco. Así, sin pedir perdón, ni nada.