Idioma original: español
Año de publicación: 2012
Valoración: recomendable
Con tanta novela sobre la Guerra Civil y la posguerra (ya reseñamos aquí El lector de Julio Verne de Almudena Grandes, por ejemplo), se agradece que algunos autores nos hablen de hechos más recientes, y cuyas consecuencias se notan todavía en nuestra sociedad. El tardo-franquismo y el nacimiento de ETA, dos temas menos transitados por la narrativa española, coexisten, casi sobreentendidos, en Años lentos de Fernando Aramburu.
La novela alterna los recuerdos de un chiquillo de ocho años, que se ve obligado a trasladarse a la casa de su tía Maripuy en un barrio humilde de San Sebastián, con los "Apuntes" del propio Fernando Aramburu, quien con mucha autoironía se plantea distintas opciones para la construcción de la novela. A lo largo de las páginas veremos al protagonista enfrentarse a un mundo nuevo y moderadamente hostil (si el olor a pies de su primo puede considerarse hostilidad), comprender cada vez más cosas y tomar sus primeras decisiones vitales importantes, en un entorno de nacionalismo antifranquista cada vez más próximo a la violencia.
Después de haber leído ya varios libros de Fernando Aramburu (Los peces de la amargura, El vigilante del fiordo, Los ojos vacíos) uno va aprendiendo a reconocer sus tics, sus manías y sus trucos como escritor. Esta novela es de hecho una mezcla entre Los ojos vacíos y Los peces de la amargura o El vigilante del fiordo: las técnicas deformantes a lo Valle Inclán (la pequeña Julia, retrasada, quejica y cubierta de babas recuerda mucho al enano de Divinas palabras; pero no es el único caso de deformación esperpéntica ni mucho menos)
y el marco narrativo de la "novela de aprendizaje" que ya aplicó en la
primera novela, se aplican ahora a un espacio y un tiempo realistas, en una especie de síntesis de las anteriores líneas creativas de Aramburu.
En esta novela hay mucho de Fernando Aramburu, por lo tanto, pero también hay mucho, tengo la impresión, de literatura "clásica" española; he hablado ya de Valle Inclán, pero también el Lazarillo es un modelo genérico visible desde las primeras páginas ("Yo, señor Aramburu, por las razones que usted conoce, siendo niño pasé nueves años...", equivalente al "Y pues vuestra merced escribe se le escriba y relate el caso por muy extenso" del Lazarillo); también asoma en la novela una autoconsciencia narrativa que podríamos llamar cervantina si no fuera porque forma parte ya del corazón mismo de la novela moderna.
Lo que le reprocho a Fernando Aramburu en esta novela, y es algo que resalta también en Los peces de la amargura, es una cierta unidimensionalidad de los personajes y de la historia: además de su tendencia a la caricatura, de la que ya he hablado, da la impresión de que Aramburu intenta explicar la aparición de ETA recurriendo a dos o tres factores (ambiente represivo + nacionalismo social + influencia de la Iglesia vasca), dando una imagen excesivamente simplista de algunos de los fenómenos más complejos de la historia reciente.
Mi resumen respecto a Los años lentos, por lo tanto, sería el siguiente: como artefacto literario funciona, entretiene, crea un mundo narrativo e incluso lingüístico propio; como intento de explicación de la realidad, en cambio, no funciona tanto.
También de Fernando Aramburu: El vigilante del fiordo, Los ojos vacíos
Coincido contigo, pese a sus arreveques lingüísticos, es convencional.
ResponderEliminarEn su blog escribe, tras una presentación de su libro:
Me flanquearon hembras a la mesa. Estaba, pues, como en casa. Es que congenio con el rebaño cuando es bello y huele bien".
Lean todos, por favor, Fuegos con limón, su primer libro y la mejor novela española de los últimos veinte años.
ResponderEliminarDesde mi punto de vista, temas muy manidos, describe una época marcada con clichés que ya hemos leído y releído hasta la saciedad, los que no hemos vivido en ella, en cantidad de novelas y personajes maniqueos como títeres en un escenario simplificado que no convence. Falta fuerza argumentativa al principio y, aunque va ganándola a lo largo de la novela, no atrae.
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